»A lo largo de varios siglos llegasteis a atacar seis veces a los hombres. En las seis ocasiones fuisteis derrotados, y perdisteis aproximadamente dos terceras partes de vuestra población masculina en cada guerra. ¿Será necesario insistir en el grado de inteligencia que demostrasteis? ¿No? En todo caso, nunca hubo verdadero riesgo de extinción. Vuestras hembras no-racionales se vieron poco afectadas por las guerras, de modo que en cada ocasión la nueva generación logró cubrir las pérdidas. Con todo, fuisteis perdiendo paulatinamente un imperio que os había costado milenios edificar.
»Comprendimos que los kzinti estabais evolucionando a un ritmo frenético.
— ¿Evolucionando?
Nessus gruñó una palabra en la Lengua del Héroe. Luis dio un salto. Nunca hubiera imaginado que de las gargantas del titerote pudiera salir eso.
— Sí — dijo Interlocutor-de-Animales —, es lo que había entendido. Pero no le veo el sentido.
— La evolución se basa en la supervivencia del más apto. Durante varios cientos de años kzinti, los más aptos de vuestra especie han sido aquellos de sus miembros que han estado dotados de la astucia o la paciencia suficientes para eludir el combate con los seres humanos. Los resultados están a la vista. Hace casi doscientos años kzinti que reina la paz entre hombres y kzinti.
— ¡Pero no tendría sentido! ¡Jamás conseguiríamos ganar una guerra!
— Ello no arredró a vuestros antepasados.
Interlocutor-de-Animales se tragó su whisky caliente. Su pelada cola sonrosado corno la de un ratón comenzó a agitarse furiosamente.
— Vuestra especie ha sido diezmada — dijo el titerote —. Todos los kzinti actuales son descendientes de los que lograron escapar a la muerte en las guerras entre hombres y kzinti. Entre nosotros, hay quien aventura que los kzinti poseen ahora la inteligencia o la empatía o el comedimiento necesario para relacionarse con otras razas.
— Y por ello te arriesgas a viajar con un kzin.
— Sí — dijo Nessus, y se estremeció de pies a cabeza —. Tengo importantes razones para ello. Me han dado a entender que si demuestro mi arrojo y me sirvo de él para prestar un valioso servicio a mi especie, se me permitirá reproducirme.
— No parece un compromiso muy firme — comentó Luis.
— Existe además otro motivo para incluir a un kzin en el grupo. Deberemos hacer frente a medios hostiles plagados de peligros desconocidos. ¿Quién me protegerá? ¿Habría alguien más capacitado para ello que un kzin?
— ¿Para proteger a un titerote?
— ¿Parece una locura?
— Más bien — dijo Interlocutor-de-Animales —. También me hace reír un poco. ¿Y qué pinta éste, este Luis Wu?
— En diversas ocasiones hemos cooperado con éxito con los hombres. No es de extrañar que hayamos seleccionado al menos un humano. Luis Gridley Wu es un tipo que ha demostrado su capacidad de supervivencia, pese a toda su despreocupación y su temerario proceder.
— No cabe duda de que es despreocupado, y temerario. Me desafió a un combate cuerpo a cuerpo.
— ¿Habrías aceptado de no estar presente Hroth? ¿Le hubieras hecho daño?
— ¿Para que me hicieran volver a casa deshonrado por haber provocado un grave incidente interespecies? Pero eso es lo de menos — insistió el kzin —. ¿No crees?
— Tal vez no sea tan intrascendente. Luis sigue vivo. Ahora sabes que no puedes dominarle por el miedo. ¿Crees en las consecuencias?
Luis guardaba un discreto silencio. Si el titerote deseaba atribuirle una calculada serenidad, Luis Wu no tenía nada que objetar.
— Has estado hablando de tus razones — dijo Interlocutor —. Hablemos ahora de las mías. ¿Qué puedo ganar embarcándome?
Con esto entraron de lleno en los detalles del trato.
El hiperreactor de quantum 11 era como un elefante blanco para los titerotes. Una nave así equipada podía recorrer un año luz en un minuto y cuarto, mientras que con medios convencionales se requerían tres días para cubrir esa distancia. Sin embargo, las naves convencionales podían transportar carga.
— Incorporamos el motor a un fuselaje Número Cuatro de Productos Generales, el mayor que fabrica nuestra compañía. Cuando nuestros científicos e ingenieros acabaron su trabajo, la maquinaria del hiperreactor ocupaba casi todo el espacio disponible. Viajaremos algo apretados.
— Un vehículo experimental — dijo el kzin —. ¿Ha sido sometido a un número suficiente de pruebas?
— El vehículo ha hecho un viaje hasta el núcleo de la galaxia y ha regresado.
¡Pero había sido su único viaje! Los titerotes no podían probarlo por su cuenta, ni podían buscar otras razas dispuestas a hacerlo, pues se hallaban en plena migración. La nave prácticamente no llevaría carga, pese a tener más de kilómetro y medio de diámetro. Y, otro detalle, era imposible detenerla sin hacerla regresar al espacio original.
— De nada nos sirve — dijo Nessus —. Pero vosotros podríais utilizarla. Nuestro propósito es ceder la nave a la tripulación, junto con copias de los planos para la construcción de otras iguales. Sin duda podréis perfeccionar el modelo por vuestra cuenta.
— Podría hacerme un nombre — dijo el kzin —. Un nombre. Tengo que ver esa nave en funcionamiento.
— Cuando hagamos el viaje al espacio exterior.
— El Patriarca me concedería un nombre a cambio de esa nave. Estoy seguro. ¿Qué nombre podría escoger? Tal vez… — El kzin emitió un agudo gruñido.
El titerote respondió en la misma lengua.
Luis se revolvió irritado en su silla. No comprendía la Lengua del Héroe. Estuvo a punto de abandonarlo todo, pero entonces tuvo una idea. Se sacó del bolsillo la instantánea del titerote y la arrojó al regazo peludo del kzin, que estaba sentado en el otro extremo de la habitación.
El kzin la cogió con cuidado entre sus acolchados dedos negros.
— Parece una estrella con un halo — comentó —. ¿Qué es?
— Guarda relación con nuestro lugar de destino — dijo el titerote —. No puedo deciros más, al menos de momento.
— ¡Cuánto misterio! Bueno, ¿cuándo partimos?
— Calculo que será cuestión de días. En estos momentos mis agentes trabajan afanosamente en la búsqueda de un cuarto miembro que se adecue a las exigencias de nuestra expedición.
— Y tendremos que esperar a que lo encuentren. Luis, ¿podemos reunirnos con los demás invitados?
Luis se puso en pie y se desperezó.
— Desde luego, vamos a animarlos un poquito. Interlocutor antes de salir de aquí me gustaría hacerte una sugerencia. Bueno, no te lo tomes como un ataque personal. No es más que una idea…
Los invitados se habían distribuido en varios grupos: los que miraban el tride, mesas de bridge y de póquer, grupos de dos o más personas entregados a la práctica del amor, los que gustaban de contar aventuras y las víctimas del tedio. Sobre la hierba, bajo un difuso sol de madrugada, un grupo de víctimas del tedio y xenófilos se habían reunido en torno a Nessus e Interlocutor-de-Animales; entre ellos figuraban también Luis Wu, Teela Brown y un atareado suministrador de bebidas.
El césped había sido cuidado según la vieja fórmula inglesa: sembrar y pasarle el rodillo durante quinientos años. Los quinientos años habían culminado en un desastre financiero, a resultas del cual Luis Wu se encontró repentinamente rico, en tanto que cierta venerable familia noble descubría que lo había perdido todo en la Bolsa. Era un césped verde y brillante, indiscutiblemente auténtico; nadie había manoseado aún sus genes en busca de dudosas mejoras. La verde ladera iba a morir junto a una pista de tenis donde unas figuras diminutas corrían, saltaban y agitaban sus desmesuradas palas matamoscas con gran energía.