¿Zozobra del corazón? Teela nunca había sufrido penas amorosas. El hombre deseado siempre acudía a ella y permanecía a su lado hasta que ella comenzaba a cansarse, entonces desaparecía voluntariamente.
Fuese esporádico o no, ese extraño poder de Teela la hacía un poco distinta de los seres humanos, tal vez. Era una mujer, sin duda, pero con una percepción y un talento distintos, y también con sus zonas impenetrables… Y Luis había estado enamorado de esa mujer. Todo resultaba muy extraño.
— Ella también me amaba — musitó Luis —. Es curioso. No soy su tipo. Y de no haberme amado…
— ¿Cómo dices? ¿Hablabas conmigo, Luis?
— No, Nessus, estaba hablando conmigo mismo… — ¿Era ése el verdadero motivo que la había impulsado a unirse a Luis Wu y su pintoresca compañía? El misterio era bastante complejo. Su buena fortuna había l evado a Teela Brown a enamorarse de un hombre poco idóneo para ella, lo cual la había impulsado a unirse a una expedición incómoda y desastrosa, hasta el punto de ponerla varias veces al borde de una muerte violenta.
En el intercom apareció la imagen de Teela levantando la cabeza. Tenía los ojos muy abiertos y el rostro inexpresivo… luego sorprendido… y de pronto inundado de verdadero terror. Los ojos, blancos y dilatados, miraban hacia abajo. El adorable rostro ovalado de Teela estaba desfigurado por la demencia.
— Tranquila — le dijo Luis —. Serénate. Tómalo con calma. Nada puede pasarte ya.
— Pero…
Ese chillido disonante era la voz de Teela.
— Ya hemos salido de allí. Lo hemos dejado muy atrás. Mira detrás tuyo. ¡Nej, que mires detrás tuyo!
Ella se volvió. Durante unos instantes, Luis sólo vio su suave melena negra. Cuando volvió a girarse, ya se la veía más calmada.
— Nessus — dijo Luis —, explícaselo.
— Llevas más de media hora avanzando a una velocidad de cuatro Mach — dijo el titerote —, Para que tu vehículo recupere la velocidad normal, debes pulsar la ranura bordeada de verde…
Aunque continuaba asustada, Teela obedeció.
— Ahora debes reunirte con nosotros. Mi indicador señala que has seguido una trayectoria curva. Estás situada a babor y giro de nosotros. Tu vehículo carece de indicador, conque tendré que ayudarte a desandar el camino. De momento, tuerce por completo hacia antigiro.
— ¿Dónde queda eso?
— Gira a la izquierda hasta que te encuentres directamente alineada con una de las bases del Arco.
— No veo el Arco. Tendré que elevarme por encima de las nubes. — Parecía casi completamente recuperada del susto.
¡Pero había pasado miedo, nej! Luis no recordaba haber visto nunca a nadie tan asustado. Y, desde luego, era la primera vez que veía a Teela en ese estado.
¿La había visto asustada alguna vez?
Luis miró por encima del hombro. El paisaje se veía oscuro bajo las nubes; sin embargo, el Ojo de la tormenta, que ya habían dejado muy atrás, relucía azul bajo el resplandor del Arco. Observaba su desaparición absolutamente concentrado, Y sin la menor señal de pesar.
Luis estaba completamente absorbido en sus propios pensamientos cuando una voz pronunció su nombre.
— ¿Sí? — respondió.
— ¿Estás enfadado?
— ¿Enfadado? — Lo pensó un momento. Razonó, fugazmente, que desde un punto de vista habitual, Teela había cometido una terrible estupidez al lanzar su aerocicleta en picado como lo hizo. Y buscó síntomas de enfado. No encontró nada.
Los criterios corrientes no servían para Teela Brown.
— Creo que no. ¿Qué viste ahí abajo?
— Podría haberme matado — dijo Teela cada vez más airada —. ¡No me mires de ese modo, Luis! ¡Podría haberme matado! ¡No te importa!
— ¿Y a ti?
Teela se sobresaltó como si hubiera recibido una bofetada.
— Había un agujero — gritó furiosa —. Y bruma en el fondo.
— ¿Era muy grande?
— ¿Cómo quieres que lo sepa? — Y su imagen se esfumó.
Tenía razón. ¿Cómo iba a apreciar la escala, bajo esa vacilante luz de neón?
«Arriesga su propia vida — pensó Luis — y luego me reprocha que no me enfade. ¿Un truco para l amar la atención? ¿Cuánto tiempo lo llevará practicando?»
Una mancha plateada se situó entre Luis y la manchita más pequeña que volaba a su lado, en la dirección de giro.
— Bienvenido — dijo Luis.
— Gracias — le respondió Nessus. Debía de haber empleado el motor de emergencia para conseguir darles alcance tan de prisa.
Dos cabezas triangulares, pequeñas y transparentes, observaban a Luis desde el panel de mandos.
— Ahora me siento a salvo. Cuando Teela se nos reúna, me sentiré aún más seguro.
— ¿Por qué?
— La suerte de Teela Brown nos protegerá, Luis.
— Yo no estaría tan seguro — le replicó Luis Wu.
Interlocutor les observaba en el intercom, sin decir palabra. Sólo Teela quedaba fuera del circuito.
— Tu arrogancia me molesta — dijo Luis Wu —. Intentar reproducir humanos afortunados es de una arrogancia diabólica. ¿Has oído hablar del Diablo?
— He leído sobre el Diablo, en libros.
— Tu estupidez es aún más grave que tu arrogancia. Das tranquilamente por sentado que lo que es bueno para Teela Brown es bueno para ti. ¿Por qué?
— Sin duda es lo más lógico. Si ambos estamos metidos en la misma nave, una ruptura del fuselaje nos perjudica a los dos.
— Tienes razón. Pero imagina que estáis sobrevolando un lugar que Teela desea visitar y donde tú no quieres aterrizar. Un fallo en los motores justo en ese momento, sería afortunado para Teela, pero no para ti.
— ¡Qué tontería, Luis! ¿Para qué iba a querer venir Teela al Mundo Anillo? ¡Desconocía incluso su existencia hasta que yo le hablé de él!
— Pero es afortunada. Si le convenía venir aquí, aún sin saberlo, acabaría viniendo a parar aquí. Entonces su suerte no habría sido esporádica, ¿verdad, Nessus? Habría sido efectiva todo el tiempo. Habría tenido la suerte de ser localizada por ti. Y la suerte de que no encontraras a ninguna otra persona que reuniera los requisitos necesarios. Todos esos fallos en las comunicaciones telefónicas, ¿recuerdas?
— Pero…
También habría tenido la suerte de que nos estrellásemos. ¿Recuerdas que tú e Interlocutor tuvisteis una discusión sobre quién dirigía esta expedición? Pues, ahora lo sabes.
— Pero, ¿por qué?
— ¿Te incomoda esa pregunta, Luis? A mí, sí. ¿Qué interés podía tener para Teela Brown el Mundo Anillo? Es un lugar… inseguro. Extrañas tormentas y maquinaria mal programada y campos de girasoles y nativos de reacciones imprevisibles, todo amenaza nuestras vidas.
— Así es — constató Luis —. Y ahí está parte del secreto. Para Teela Brown no existe el peligro, ¿te das cuenta? En cualquier juicio sobre el Mundo Anillo debe tenerse en cuenta este detalle.
El titerote abrió y cerró varias veces la boca en rápida sucesión.
— Complica un poco las cosas, ¿verdad? — le espetó Luis. Resolver problemas constituía un placer en sí mismo para Luis Wu —. Pero también explica parte de lo ocurrido. Suponiendo…
El titerote soltó un chillido.
Luis se quedó anonadado. No esperaba aquella reacción del titerote. Éste gimoteo y luego escondió las cabezas bajo su cuerpo. Luis sólo veía la crin desordenada que le cubría la caja craneana.
Teela había conectado el intercom.
— Habéis estado hablando de mí — dijo sin la menor emoción en la voz. Era incapaz de sentir rencor, observó Luis. ¿Significaría eso que la capacidad de sentir rencor constituía un factor de supervivencia? —. He intentado seguir tu razonamiento, pero no he podido. ¿Qué le ha pasado a Nessus?