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— Si con sus palabras me quiere dar a demostrar que me suplica merced o compasión, le diré que detesto tal postura — explicó Mikah —. Nunca he aceptado favores de nadie, ni debo lo más mínimo a los hombres de su calaña. Ni les deberé nunca.

— Siempre, igual que nunca, indican un tiempo indefinido, superior a nuestra comprensión — respondió Jason tranquilamente —. Quisiera tener la paz de su espíritu para poder determinar el camino recto de las cosas.

— Lo que acaba de decir muestra que aún puede haber esperanzas para usted. Tendría usted que llegar a reconocer la Verdad antes de morir. Yo le ayudaré, hablaremos, y le explicaré.

— ¡Antes la ejecución! — se atrevió a bromear Jason.

Capítulo II

— ¿Me va a dar de comer en la boca? ¿O me va a desatar las muñecas mientras como? — preguntó Jason. Mikah estaba ante él con una bandeja, sin saber qué resolución tomar al respecto. Con esas palabras Jason pretendía aguijonearle un poco, muy suavemente, ya que Mikah sería cualquier cosa menos un estúpido —. Le advierto que casi preferiría que me lo diera usted, pues su cuerpo, delgado, alto, calvo, se adopta bien a las características de la mayoría de los que ejercen esta profesión.

— Puede comer usted solo, sin necesidad de que le ayuden — repuso Mikah instantáneamente dejando la bandeja a un lado del sillón que ocupaba Jason —. Pero tendrá que comer con una sola mano, puesto que si le dejo completamente libre es usted capaz de crearme problemas. — Oprimió sobre uno de los botones instalados en el respaldo del sillón, y la muñeca derecha quedó en libertad. Jason abrió y cerró la mano repetidas veces, como si quisiera recuperar la energía perdida en los dedos y cogió el tenedor.

Mientras comía, los ojos de Jason bailaban de un lado a otro sin descanso, escrutándole todo. La atención en un jugador no es cualidad indispensable, pero teniendo los ojos bien abiertos y la atención aparentemente puesta en un lugar distante, se pueden ver muchas cosas: el súbito reflejo de las cartas de alguien, o un ligero cambio de expresión que revela si es buena o mala la jugada de un oponente. Poco a poco, sin aparentarlo, su mirada recorrió toda la cabina sin excepción. El cuadro de mandos, las pantallas, computadores, los mandos de iniciación de vuelo, mapas, el estuche donde se guardaban éstos, y una librería. Todo fue detenidamente observado, considerado y recordado. Quizás uno o varios de ellos le darían la solución o le proporcionarían idea de algún plan.

Hasta este momento todo cuanto poseía, era el comienzo y el final de una idea. El comienzo: Se hallaba prisionero en aquella nave, en viaje de vuelta hacia Cassylia. Y el finaclass="underline" No sabía cómo pero no era él quien iba a admitir el hecho de continuar siendo prisionero, ni el que iba a volver a Cassylia.

Poseía los dos extremos, el principio y el fin. Pero ahora le faltaba el punto medio que en estos momentos era la parte vital. El final parecía imposible de alcanzar por el momento, pero Jason, sin embargo, en un solo instante llegó a dudar de poderlo conseguir. Partía del principio de que cada uno se busca su suerte. Hay que tener los ojos abiertos mientras las cosas evolucionan, y en cuanto llega el momento oportuno, hay que actuar. Si se actúa lo suficientemente rápido, es buena suerte. Y si se pasa el tiempo y con él la oportunidad, pensando en los pros y los contras y calibrando las posibilidades, entonces, es lo que algunos definen como mala suerte.

Empujó suavemente el plato hacia un lado, y se dispuso a revolver el azúcar que había en la taza. Mikah había comido a su lado, y comprensiblemente más de prisa, y se disponía a tomar la segunda taza de té. Miraba fijamente, pero sin que sus ojos dieran muestra de estar concentrados en lo que veían, como si estuviera borracho. Las palabras de Jason le sacaron de aquel estado.

— Puesto que usted no tiene cigarrillos en la nave, ¿me permitiría fumar uno de los míos? Tendrá que cogérmelos usted, pues no llego a meter la mano en el bolsillo estando encadenado de este modo.

— Lo siento, pero no podré ayudarle — repuso Mikah sin inmutarse —. El tabaco es un irritante, una droga y un cancerígeno. Si le doy un cigarrillo es darle cáncer.

— ¡No sea hipócrita! — espetó Jason sin contemplaciones —. Hace muchas centurias que ya han desterrado del tabaco los agentes productores del cáncer. Y aún en el supuesto que no lo hubieran hecho, ¿es que variaba en algo la situación? Usted me lleva a Cassylia hacia una muerte segura. Entonces, ¿para qué demonios le importa el estado de mis pulmones con miras a un futuro?

— Yo no lo miraba desde ese punto de vista. Lo hacía simplemente porque hay ciertas reglas de vida…

— ¿Ah, si? — interrumpió Jason guardando la iniciativa y la ventaja —. ¡No tantas como usted se cree! Y usted y los que como usted están siempre soñando con esas reglas de vida, nunca, sin embargo, consiguen hacer prosperar sus creencias. Se opone usted a las drogas. ¿Qué drogas? ¿Qué me dice del ácido tánico que hay en el té y que usted se está bebiendo? ¿O de la cafeína que también hay en él? Está cargado de cafeína, y eso es una droga considerada al mismo tiempo como un fuerte estimulante y un diurético. Esta es la razón por la cual no encontrará té en ninguna de las cantinas del espacio. Y este es el caso de una droga prohibida por una buena razón. ¿Puede usted justificar del mismo modo su prohibición a los cigarrillos?

Mikah se disponía a hablar, pero antes reflexionó unos instantes.

— Quizá tenga usted razón. Estoy cansado y, además, no tiene ninguna importancia. — Sacó el paquete de cigarrillos del bolsillo de Jason y dejó caer uno sobre la bandeja. Inmediatamente después se sirvió una tercera taza de té con cierto aire apologético —. Le ruego que me disculpe, Jason, por haber intentado arrastrarle a mis propios sistemas y conceptos. Cuando se persigue con ahínco la gran Verdad, deja uno escapar imperceptiblemente la pequeña Verdad. No soy intolerante, pero tengo tendencia a creer que los que me rodean se abandonarán y dejarán arrastrar por ciertos criterios y principios que he fijado incluso para mí mismo. La humildad es algo que nunca deberíamos olvidar, y debo por tanto agradecerle el haber sido causa de recordarlo. La búsqueda de la Verdad es ardua tarea.

— ¡Pero la Verdad no existe! — espetó Jason, poniendo una inflexión de rabia e insulto en la voz, ya que quería mantener envuelto en la conversación a quien le había hecho prisionero. Y lo suficientemente envuelto y atraído en la conversación como para hacerle olvidar que su brazo estaba en libertad. Se llevó la taza a los labios, pero sin llegar a beber ni una gota. Aquella media taza le proporcionaba una razón para continuar con el brazo libre.

— ¿Que no existe la Verdad? — Mikah sopesó sus palabras —. ¡Usted no sabe lo que dice! ¡Toda la galaxia se desborda de Verdad! es la piedra de toque de la misma Vida, es lo que separa a la Raza Humana de los animales.

— Ni hay Verdad, ni hay Vida, ni hay Raza Humana; al menos con letras mayúsculas, como usted las deletrea no las hay. No existen.

Mikah contrajo su expresión en un esfuerzo de concentración.

— Tendrá que explicarme eso — propuso al fin —. No se expresa usted con claridad suficiente.

— Me temo que el que no ve las cosas claras es usted. Está haciendo una realidad de algo que no existe. La Verdad, con v minúscula es una descripción, una relación. Es… un medio de describir un juicio. Un útil semántica. Pero Verdad con V mayúscula, es una palabra imaginaria, un sólido sin significado. Pretende por sí misma ser un nombre, pero no tiene referencia. No sirve para nada. No significa nada. Cuando usted dice «creo en la Verdad», es lo mismo que si dijera, «creo en nada».