Выбрать главу

Mientras Jason observaba, el mecanismo se puso en movimiento. El electroimán funcionó, el péndulo saltó, la aguja hizo una incisión en la tiza, las ruedas chirriaron, y todo el conjunto se movió lentamente dando la impresión de que iba a derrumbarse. Un sciuloj, atento, se aprestaba a poner otro trozo de cera en cuanto el primero se hubiera terminado.

Una vez terminado el mensaje, las líneas se hacían visibles poniendo un líquido rojo sobre ellas. Después se llevaba la cinta sobre una mesa donde según el código de información se traducía el mensaje. Aun considerándolo todo, era un procedimiento, lento, inseguro, o inepto de transmitir información. Jason se frotaba las manos.

— ¡Oh, Hertug, de todos los perssonoj! — entonó — He estado observando tus santificadas maravillas, y estoy aterrorizado, ya lo creo que lo estoy. Sería muy difícil para un simple mortal, mejorar los trabajos de los dioses, al menos en estos momentos, pero creo que está dentro de mi poder, transmitirle algunos poderes, y algunos secretos de la electricidad, que los dioses quisieron compartir conmigo.

— ¿Tales como…? — preguntó Hertug.

— Tales como…, veamos, ¿como es en esperanto esta palabra…? tales como el akumulatoro. ¿Sabes lo que es?

— Esa palabra aparece en algunos de nuestros santos escritos, pero ya no sé más de ella.

Hertug se relamía de ilusión.

— Pues entonces prepárate para añadir un nuevo capítulo a tus escritos, pues te voy a proporcionar un vaso Leyden, gratis, y con todas las instrucciones necesarias para conseguir mejores resultados. Es una manera de poner electricidad en una botella, como si fuera agua. Más tarde ya iremos a por otros tipos de baterías más sofisticadas.

— Si eres capaz de hacer eso, serás debidamente recompensado. Fracasa, y tendrás…

— No quiero amenazas, Hertug, ya estamos muy por encima de todo eso. Y tampoco quiero recompensas. Te dije que sería una muestra gratis, sin sentirte obligado a nada, a no ser algunos conforts o mejoras de tipo físico, para cuando esté trabajando: no quiero grilletes, quiero un aprovisionamiento de krenoj y agua, y algunas cosas por el estilo. Y entonces, si te gusta lo que he hecho, y quieres más, podremos hacer un trato. ¿De acuerdo?

— Tendré en cuenta tus proposiciones — respondió Hertug.

— Un simple sí, o no, es suficiente. ¿Qué puedes perder en un trato como éste?

— Tus compañeros continuarán prisioneros y morirán tan pronto como tú no respetes lo acordado.

— Una buena idea. Y si quieres que uno de ellos, el llamado Mikah, te haga algún trabajo, aunque sea penoso y duro, estaré perfectamente de acuerdo. Necesitaré algunos materiales especiales que no veo por aquí. Necesitaré un vaso de vidrio de boca ancha, y una buena cantidad de estaño.

— ¿Estaño? No sé lo que es.

— Sí, sí que lo sabes. Es ese metal blanco que mezcláis con el cobre para obtener bronce.

— Stano. De eso sí tenemos mucho.

— Pues házmelo traer y me pondré a trabajar.

En teoría, un vaso Leyden, es muy fácil de manufacturar, si todos los materiales necesarios se tienen a mano. Pero llegar a tener los materiales requeridos era el mayor problema de Jason. Los perssonoj, no soplaban el vidrio, pero compraban todo el que necesitaban a los vitristoj, que trabajaban bajo fórmulas secretas. Estos sopladores del vidrio, producían una buena cantidad de botellas, vasos para beber, platos de vidrio, y una media docena más de otros recipientes y tarros. Pero ninguna de sus botellas se podía adaptar a ese uso, y se sintieron horrorizados ante la sugerencia de Jason de que tendrían que fabricar una botella de acuerdo con sus especificaciones. La oferta de un buen pago al contado les recuperó un tanto del desmayo y poca disposición a complacer que mostraron en un principio, y después de estudiar el modelo de arcilla que había hecho Jason, accedieron no sin desgana a fabricar una botella de iguales características, a cambio de una suma apreciable. Hertug se mostró en un principio un tanto reacio a pagar aquella cantidad, pero al fin pagó la suma requerida con monedas de oro.

— Tu muerte será horrible — le dijo a Jason — si el akumulatoro fracasa.

— Ten confianza, y todo saldrá bien — le tranquilizó Jason.

No había visto a Mikah ni a Ijale desde que habían caído en posesión de los perssonoj, pero no tenía que preocuparse por ello de momento. Ijale estaba bien acostumbrada a la vida de esclavitud, y por tanto no había peligro de que se metiera en problemas mientras él estaba vendiendo a Hertug las maravillas de sus conocimientos eléctricos. Pero Mikah, sin embargo, no estaba habituado a la esclavitud, y Jason esperaba y casi deseaba que se metiera en algún lío, del que tendría que salir, en el mejor de los casos con bastantes contusiones físicas. Después de los últimos fracasos, las reservas de buena voluntad por parte de Jason hacia aquel hombre habían llegado a su limite, desembocando en un dique seco.

— Ya lo han traído — anunció Hertug, mientras él y todos los sciuloj se agrupaban alrededor del vaso de vidrio, del que estaban quitando los envoltorios que le protegían.

— No está mal del todo — dijo Jason, acercándolo a la luz para calibrar el espesor del vidrio —, de todos modos creo que es unas cuatro veces más grande que el modelo que les envié.

— Por un gran precio, un gran vaso — dijo Hertug — de manera que no hay nada de extraño. ¿De qué te quejas? ¿Temes fracasar?

— No temo nada. Hay muchos más trabajos para hacer un modelo de este tamaño. Puede ser más peligroso; estos vasos Leyden llegan a concentrar mucha carga.

Haciendo caso omiso de los mirones, Jason recubrió el vaso por dentro y por fuera con una lámina de estaño, dejando al descubierto unos dos tercios de la parte superior. Después hizo una especie de tapón con gund, un material pastoso de cualidades aislantes, y a continuación hizo un agujero en él. Los perssonoj no salían de su asombro, mixtificados, mientras Jason metía una varilla de hierro a través del agujero, y luego ataba una cadena de hierro corta al extremo más largo, y fijaba una bola de hierro al extremo más corto.

— Ya está terminado — anunció.

— Pero…, ¿Y ahora qué pasa? — preguntó Hertug preocupado.

— Ya lo verás — Jason colocó nuevamente el tapón en la boca del vaso, de manera que la cadena descansaba en el revestimiento interior de la lámina de estaño. Señaló hacia la bola que salía del extremo superior —. Ésta está atada al polo negativo de tu generador, — la electricidad fluye a lo largo de la varilla y la cadena y es recogida en el revestimiento de estaño. Tenemos en marcha el generador hasta que el vaso está lleno, y luego desconectamos la entrada. Entonces el vaso tendrá en su interior una gran cantidad de carga eléctrica, de la que podremos aprovecharnos haciendo conexión con la bola: ¿Comprendido?

— ¡Idioteces! — espetó uno de los sciuloj.

— Espera y verás — respondió Jason mostrando una calma que no sentía en realidad. Había construido el vaso de Leyden, de acuerdo con los borrosos recuerdos que tenía de las ilustraciones de los libros de texto estudiados en su juventud, y por tanto no tenía ninguna garantía de que la cosa funcionara. Conectó la tierra con el polo positivo del generador, y extendió otros cables en el suelo.

— ¡No tocar nada! — gritó, dando unos pasos atrás y cruzándose de brazos.

El generador se puso en funcionamiento pero nada visible ocurría. Lo dejó funcionar durante varios minutos, puesto que no tenía ni idea de la capacidad del vaso, y mucho dependía de los resultados del primer experimento. Al fin se fueron elevando algunos murmullos de impaciencia por parte de los sciuloj, y decidió avanzar y desconectar el vaso.