Sobresaliendo por encima de la superficie de la caja, había dos brazos metálicos curvados, que terminaban en dos esferas de cobre ligeramente separadas. Hertug se sobresaltó, e instintivamente retrocedió unos pasos, al ver cómo saltaban unas chispas azules.
— Esto impresionará y causará sensación a los payeses, ¿no crees? — preguntó Jason —. Ahora mira las chispas, y observa su secuencia. Mira… primero tres chispas cortas, luego tres largas, y después tres cortas otra vez.
Detuvo la máquina, y fue hacia Hertug tendiéndole una hoja de pergamino escrita, que parecía más bien una doctorada versión del código interestelar.
— Advierte bien esto. Tres puntos para la H y tres rayas que indican una A. Por tanto mientras la máquina está puesta en posición de trabajo, emite en clave un H.A.H., que significa Huraoj al Hertug. ¡Hurra al Hertug! ¡Todos gritan sus alabanzas al Hertug! Un sistema que sin duda producirá su impacto, que mantendrá a los sacerdotes ocupados y fuera de todo posible error, y tendrá también a tus seguidores entretenidos. Y al mismo tiempo la máquina gritará tus alabanzas con la voz de la electricidad, una y otra vez, una y otra vez, de día y de noche.
El Hertug puso en marcha la palanca de mando, y observó las chispas con los ojos llenos de asombro.
— Será puesto en el templo mañana mismo. Pero hay algunos designios sagrados que deberían tenerse en cuenta.
— Quizás oro…
— Sí, y joyas también, cuanto mayor sea la riqueza exterior mucho mejor. La gente no va a pagar mucho si no tiene un aspecto exterior impresionante.
Jason escuchaba feliz el ruido de las chispas que saltaban. Según el código y la clave locales, estaba diciendo H.A.H, pero para alguien perteneciente a otro mundo, estaba diciendo S.O.S. Y cualquier nave espacial con un receptor nada más que mediano que entrara en la atmósfera del planeta tenía que recoger y apercibirse de las ondas emitidas por aquel aparato. Hasta quizá habría quien podría estar escuchando el mensaje en estos momentos. Con solo que tuviera un receptor podría escuchar a su vez las respuestas a su mensaje, pero poco importaba, pues si esto llegara a ocurrir más adelante, pronto oirían el zumbido de los motores al aproximarse a Appsala…
Pero en aquellos momentos no ocurrió nada. Hacía más de doce horas que Jason había emitido el primer S.O.S., pero muy a pesar suyo tuvo que abandonar la idea de un rescate inmediato. Lo mejor que podía hacer por tanto era esperar con las mayores comodidades posibles a que llegara aquel momento. No podía pensar ni concebir la posibilidad de que no pasara ninguna nave espacial por las proximidades de aquel planeta en toda su vida.
— He estado considerando tus proposiciones — dijo Hertug separándose del transmisor —. Podrás tener un pequeño apartamento para ti, y quizás un esclavo o dos, bastante comida y los días festivos vino y cerveza…
— ¿Y no habrá ninguna bebida más fuerte que esas?
— Ya no se puede conseguir nada más fuerte que eso; los vinos de los perssonoj, que vienen de nuestros campos en las laderas del Monte Malviglia, son sobradamente conocidos por su potencia.
— Pues aún serán más y mejor conocidos en cuanto yo me ocupe un poco de ellos. Veo un gran número de pequeñas aunque considerables mejoras que se pueden llevar a cabo si es que tengo que quedarme por aquí durante algún tiempo. Hasta creo que os tendré que inventar el water closed, antes de que yo mismo coja un reumatismo terrible en esos lugares tan húmedos. Hay que hacer muchas cosas, muchas. La primera de todas es una lista de prioridades, encabezada sin lugar a dudas por la moneda. Algunas de las cosas que quiero hacer para tu mayor gloria, serán un poco caras, de manera que lo más importante es que podamos reunir primeramente un buen tesoro. Supongo que no habrá entre tus principios religiosos ninguno que te prohíba hacerte rico, ¿verdad?
— Ninguno — se apresuró a responder Hertug, mostrándose muy positivo.
— Entonces, podemos descansar ahora un poco. Con el permiso de Su Excelencia, me retiraré a mis nuevas habitaciones para dormir un poco, tras lo cual prepararé una lista de proyectos para someterlos a tu juicio primero, y para que sirvan después a tu mayor encumbramiento.
— Esto me satisface. No olvides la cosa esa de hacer dinero.
— Encabezará la lista.
Aunque Jason tenía libertad para traspasar las habitaciones que eran consideradas sagradas por ser lugares destinados al trabajo, siempre tenía cuatro guardianes que no se movían de su lado en todo el tiempo, haciendo que de vez en cuando llegara hasta él el pestilente olor a krenoj de sus bocas.
— ¿Sabes dónde están mis nuevas habitaciones? — inquirió Jason al capitán de la guardia, un tipo de tosco aspecto llamado Benn’t.
— Unnh — respondió Benn’t poniéndose al frente del grupo. Subieron una tortuosa escalera de piedra que conducía a los pisos más altos, y luego por un corredor oscuro llegaron a una puerta donde había un guardia estacionado. Benn’t abrió con una llave enorme que pendía de su cinturón.
— Aquí es — indicó señalando con el pulgar que resaltaba por la uña negra, hacia el interior.
— Y veo que han traído los esclavos — dijo Jason mirando al interior y viendo a Mikah e Ijale encadenados al muro —. La verdad es que no les voy a poder sacar mucho provecho a estos dos, si no tienen que estar más que como figura decorativa. ¿Tienes la llave?
Con menor gracejo y soltura si cabe, Benn’t sacó una llave pequeña de una faltriquera y se la entregó a Jason; a continuación salió y cerró la puerta tras él.
— Estaba segura de que conseguirías que no te hicieran el menor daño — le decía Ijale a Jason — mientras éste lo libraba del aro de hierro. — Estaba tan segura que llegué incluso a casi no temer por ti.
Mikah mantuvo un mutismo absoluto, hasta que Jason empezó a inspeccionar los alrededores de la habitación en compañía de Ijale para irrumpir de pronto fríamente:
— Te has olvidado de liberarme de estas cadenas.
— Me alegro de que te hayas dado cuenta — respondió Jason —. Eso me ahorra el tenértelo que decir yo mismo. ¿Conoces de algún medio mejor para estar seguros de que no te verás metido en ningún lío?
— ¡Me estás insultando!
— No, señor. Te estoy diciendo la verdad. Me hiciste perder mi trabajo con los d’zertanoj cuando iba a las mil maravillas, y no paraste hasta que me encerraron como a un esclavo vulgar. Cuando escapé, te llevé conmigo, y pagaste mi generosidad dejando que Snarbi nos traicionara para traernos hasta mi actual patrón… y la posición que ocupo en este momento, la he ganado sin tener que agradecerte nada.
— Hice lo que honradamente creí más conveniente.
— Pues pensaste mal.
— ¡Eres un hombre vindicativo y vulgar, Jason Dinalt!
— Pues la verdad es que no sabría demostrarte lo contrario, pero de momento te quedas encadenado al muro.
Tomó a Ijale por un brazo y la llevó a dar una vuelta de reconocimiento por el apartamento.
— La moda más actualizada dice que la puerta de entrada debe abrirse sobre la habitación principal, amueblada con leños rústicos, y que las paredes deberán estar decoradas con una gran variedad de molduras. Este es un buen sitio para hacer queso, pero completamente inhabitable para un ser humano. Esta se la dejamos a Mikah. — Abrió una puerta que daba sobre una habitación al lado —. Ésta está mejor, expuesta al sur, vista al gran canal, y hay más luz. Las ventanas están bien orientadas permitiendo que entre el sol y el aire fresco. Aquí tendré que poner un vidrio. Pero de momento un poco de lumbre en este fogón medio oxidado no irá del todo mal.