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— Pues de la forma más natural. El operador del aeropuerto del espacio se dio cuenta de la insignia que había en la nave en que te fuiste, y cuando éste se la describió a Kerk reconoció que era de Cassylia. Fui a Cassylia e investigué, identificaron la nave, pero en el registro no constaba que hubiese vuelto. Entonces fui en dirección contraria hacia Pyrrus y descubrí tres posibles planetas, lo suficientemente cercanos como para haber podido registrar el vuelo de la nave en su paso por el espacio. Dos de ellos tienen una organización central, con modernos aeropuertos y control de vuelos, y hubieran estado enterados si la nave que yo andaba buscando hubiera aterrizado allí o se hubiera estrellado contra ellos. Pero no sabían nada. Por tanto la nave tenía que haber ido a parar al tercero, y que es el planeta que acabamos de abandonar. Tan pronto como entré en su atmósfera oí la señal y me acerqué a la mayor velocidad posible… ¿Qué vas a hacer con esa mujer?

Estas últimas palabras fueron dichas en un tono glacial. Ijale seguía encogida, sin comprender una palabra de la conversación, pero evidentemente petrificada por el temor.

— Pues la verdad es que aún no lo he pensado…

— No hay sitio más que para una mujer en tu vida, Jason. Yo. Y mataré a cualquiera que piense de modo distinto.

Y desde luego decía lo que sentía, y estaba dispuesta a cumplirlo; y si Ijale tenía que continuar viviendo por más tiempo había que alejarla lo más rápido posible de la mortal amenaza que significaban los celos de una hembra Pyrrana. Jason pensó rápidamente.

— Nos detendremos en el próximo planeta civilizado Y la dejaremos allí. Tengo dinero suficiente para dejar un depósito en un Banco y que le dure muchos años. Y arreglaré las cosas de forma que le paguen solamente un poco cada vez, de manera que, pase lo que pase, siempre tendrá suficiente, no me voy a preocupar por ella… pues si fue capaz de vivir entre la legión del krenoj puede darse vida en un mundo ordenado.

Ya se estaba preparando para oír las quejas que tales noticias provocarían en Ijale, pero era la única forma de garantizar su existencia.

— Yo me cuidaré de ella y la llevaré por la senda del bien y la verdad — una voz conocida habló desde la puerta. Mikah estaba allí, apoyado en el dintel de la puerta.

— ¡Eso es una idea maravillosa — corroboró Jason con entusiasmo. Se volvió hacia Ijale y le habló en su mismo lenguaje — ¿Has oído eso? Mikah te va a llevar a casa con él, y cuidará de ti. Yo haré lo necesario para que tengas dinero para todas tus necesidades… y él te explicará como lo tienes que gastar. Quiero que le escuches con la máxima atención, anota exactamente cuanto diga, y entonces haces todo lo contrario. Me tienes que prometer que lo harás, y que nunca quebrantarás la promesa. De esa manera, aunque puede que cometas algunos errores, y alguna vez estés equivocada, durante el resto del tiempo las cosas irán como una seda.

— ¡Yo no puedo dejarte! ¡Llévame contigo! ¡Seré siempre tu esclava! — gritó.

— ¿Qué es lo que está diciendo? — intervino Meta, entendiendo algo del significado.

— Eres un demonio, Jason — intervino Mikah —. Ella te obedecerá, estoy seguro, y no importa lo que digas o lo que ocurra, siempre hará tu voluntad.

— Eso espero, sinceramente — dijo Jason con fervor. Tiene uno que haber nacido en tu particular concepción, nosotros somos felices inclinándonos un poco bajo el impacto de la existencia, y sacamos más placer de la vida física que nos rodea.

— Eres un diablo, y no podrás escapar al castigo — la mano de Mikah apareció desde detrás del quicio de la puerta, sosteniendo una pistola que había encontrado sobre el marco —. A partir de este momento soy yo el que manda en esta nave. Atarás a las dos mujeres para que no nos causen problemas; después iremos a Cassylia para someterte a juicio.

Meta estaba girada de espaldas a Mikah, y continuaba sentada en la silla de control a unos cinco metros de él, con las manos llenas de notas y apuntes de navegación. Levantó muy despacio la cabeza, miró a Jason, y una sonrisa se dibujó en su rostro.

— Dijiste que no querías que le mataran.

— Y sigo diciendo que no quiero que muera, pero también es cierto que no tengo intención ni ganas de ir a Cassylia. — Él se percató de su sonrisa y se dio la vuelta.

Respiró tranquilo, y se oyó un ruido de pasos a su espalda. No se disparó ningún tiro, pero se oyó un grito angustioso, un chillido, y un ruido sordo y seco le dijo que Mikah acababa de perder su última discusión.

FIN