Выбрать главу

—Sería más sencillo si simplemente nos dijerais cómo os comunicasteis…

QUISIÉRAMOS poder ser más puros contigo, pero los grupos de mando creen que la discreción es mejor ahora.

—Sí, por supuesto.

Los noocitos, así pues, le ocultaban cosas, como a los investigadores del exterior de la cámara. Pharmek, a cambio, ocultaba cosas a Bernard también.

Bernard sólo podía tratar de adivinar sus razonamientos; no los relacionaba con la paulatina reducción de noticias y de descubrimientos en la investigación que Paulsen-Fuchs le hacía. De todas maneras, no importaba mucho; Bernard ya tenía bastante trabajo ajustándose a las interacciones de los noocitos.

La terminal estaba todavía en marcha, vomitando datos que habían sido suministrados al computador hacía tres días. Las líneas rojas habían reemplazado ya totalmente a los números. De vez en cuando, se les unían unas líneas azules.

La curva determinada por sus longitudes se suavizaba a medida que, byte a byte, la química era convertida en un lenguaje matemático intermedio, que en la fase siguiente se traducía a una especie de anotación en lógica formal y en inglés. Pero faltaban semanas y meses para el advenimiento de esa última fase.

Al fijar su atención en la memoria del ordenador, desencadenó una interrupción atípica por parte de los noocitos.

Bernard. Todavía trabajas sobre nuestra música en la sangre.

¿No había Ulam empleado una vez esa expresión?

¿Es que DESEAS unirte a nosotros en ese nivel? No habíamos considerado esa posibilidad.

—No entiendo bien lo que sugerís.

La parte de ti que se mantiene al margen de toda comunicación puede ser codificada, activada, devuelta. Sería como un SUEÑO, sí entendemos bien lo que eso significa. (ANOTACIÓN: Sueñas todo el tiempo. ¿Lo sabías?)

—¿Puedo convertirme en uno de vosotros?

Creemos que eso es correcto. Tú ya eres uno de nosotros. Hemos codificado partes de ti en muchos equipos de proceso. Podemos codificar tu PERSONALIDAD y completar el círculo. Serás uno de nosotros —temporalmente, si así lo eliges—. Podemos hacerlo ahora mismo.

—Tengo miedo. Tengo miedo de que me robéis el alma de dentro…

Tu ALMA está ya codificada, Bernard. No comenzaremos a menos que recibamos permiso de todos tus fragmentos mentales.

—¿Michael? —La voz de Paulsen-Fuchs interrumpió la conversación. Bernard sacudió la cabeza y miró hacia la ventana de la cámara de observación—.

¿Michael? ¿Estás despierto?

—He sido… despertado. ¿Qué pasa?

—Hace unos días nos diste permiso para que Sean Gogarty pudiera visitarte.

Está aquí ahora.

—Sí, sí —Michael se puso en pie—. ¿Está ahí contigo? Veo borroso.

—No. Está ahi fuera. Me imagino que querrás vestirte y asearte antes.

—¿Por qué? —replicó Bernard algo enojado—. Por más que me afeite no voy a resultar una visión agradable.

—¿Quieres verle tal como estás?

—Sí. Hazle entrar. Has interrumpido algo muy interesante, Paul.

Sean Gogarty, profesor de Física Teórica en el Kings College de la Universidad de Londres, pasó a la cámara de observación y se llevó la mano hacia los ojos para mirar hacia el laboratorio de aislamiento. Su rostro era abierto, amistoso, nariz larga y afilada, dientes prominentes. Era alto y se notaba que se cuidaba, y sus brazos parecían bien musculados bajo su chaqueta de lana irlandesa. Su sonrisa se desvaneció y sus ojos se entornaron tras unas modernas gafas estilo aviador al mirar hacia Bernard.

—Doctor Bernard —dijo en agradable acento irlandés con un toque de Oxford.

—Doctor Gogarty.

—Profesor, es decir, sólo Sean, por favor. Me gusta evitar los títulos.

—Entonces llámeme Michael. ¿Lo soy, de verdad?

—Sí, bien, en su caso… eh… será un poco difícil dirigirse a usted así. Yo sé de usted, y estoy seguro de que en cambio usted no ha oído nunca hablar de mí, eh, Michael —otra vez una sonrisa, pero insegura, incómoda. Como sí, pensó Bernard, hubiera esperado encontrarse con un ser humano y viera…

—Paul me ha informado de una parte de su trabajo. Usted me sobrepasa un poco, Sean.

—Mi área de estudio es otra. Este asunto, este incidente de su país también me sobrepasa a mí, estoy seguro. Hay unas cuantas cosas de las que me gustaría hablar con usted, Michael, y con alguien más.

Paulsen-Funchs miraba a Gogarty con alguna aprensión. Sin lugar a dudas, esta reunión sería sancionada por varios gobiernos, pensó Bernard, o no hubiera llegado a tener lugar, pero Paul estaba todavía inseguro.

—Mis colegas, entonces —Bernard hizo un gesto hacia Paulsen-Fuchs.

—No se trata de sus colegas humanos —dijo Gogarty.

—Mis noocitos.

—¿Noocitos? —Sí, sí, entiendo. Sus noocitos. Teilhard de Chardin hubiera aprobado esa denominación, creo.

—Últimamente no he pensado mucho en Teilhard de Chardin —dijo Bernard—, pero podría no resultar un mal guía.

—Sí, bien, estoy aquí casi de incógnito, y mi tiempo ha sido limitado. Tengo una hipótesis que quisiera proponerle, y quisiera que usted y sus pequeños colegas me dieran su opinión.

—¿Cómo consiguió información detallada sobre mí y sobre los noocitos? — preguntó Bernard.

—Los expertos de toda Europa han sido informados. Alguien vino a mí siguiendo una corazonada. Espero que esto no afecte a su carrera. No soy muy respetado por todos mis colegas, doctor Bernard… Michael. Mis ideas son un poco demasiado avanzadas, según ellos.

—Vamos a escucharlas —dijo Bernard, impacientándose.

—Sí. ¿Me imagino que no ha oído mucho acerca de la mecánica de la información?

—Ni palabra —dijo Bernard.

—Estoy trabajando en un campo muy especializado de esa rama de la física — un área que todavía no está reconocida—, los efectos del proceso de la información sobre el espacio-tiempo. Se lo expongo brevemente porque los noocitos pueden saber ya más que yo, y les será más fácil explicárselo a usted…

—No cuente con ello. Les gusta lo complejo, y a mí no.

Gogarty hizo una pausa y se sentó, completamente callado durante varios segundos. Paulsen-Fuchs le miró con un transitorio toque de ansiedad.

—Michael, he reunido una gran cantidad de estructura teórica que apoya el siguiente aserto —respiró hondo—. El proceso de la información, más exactamente, de la observación, tiene un efecto sobre los acontecimientos que tienen lugar en el espacio-tiempo. Los seres conscientes juegan un papel integral en el universo; fijamos sus límites, determinamos en gran medida su naturaleza, tanto como determinamos nuestra propia naturaleza. Tengo razones para creer — aunque de momento sólo sea una hipótesis— que lo que hacemos no es tanto descubrir leyes físicas como colaborar en ellas. Nuestras teorías son examinadas a la luz de nuestras pasadas observaciones tanto por nosotros como por el universo. Si el universo está conforme en que los pasados acontecimientos no son contradecidos por una teoría, la teoría se convierte en un modelo. El universo prosigue con el. Cuanto mejor se adapte la teoría a los hechos, mayor será su duración, si es que llega a durar. Luego deslindamos el universo en territorios, siendo núestro territorio particular, en tanto que seres humanos, el más inequívoco. No hay contacto extraterrestre, sabe… Si existen otros seres en otro lugar que la Tierra, ellos ocuparían sin embargo, otros territorios de teoría. No caben mayores diferencias entre las teorías de los diferentes territorios, el universo, después de todo, juega el papel principal, pero sí pueden esperarse diferencias menores.

»Las teorías no pueden ser efectivas por siempre. El universo cambia sin cesar; podemos imaginarnos regiones de la realidad en evolución hasta que nuevas teorías sean necesarias. Hasta aquí, la raza humana no ha generado ni de cerca la densidad o cantidad de proceso de información —computación, pensamiento, etcétera— para manifestar ningunos efectos verdaderamente obvios sobre el espacio-tiempo. No hemos creado teorías lo suficientemente completas para que recojan la realidad de la evolución. Pero todo esto ha cambiado, y muy recientemente.