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La vieja Suzy volvió a caer sobre la alfombra, apoyó la cabeza sobre sus brazos y empujó sus vacíos téjanos bajo su rodilla para mantenerla un poco en alto.

«Cuando me despierte —se dijo—, seré una supermujer, brillante y resplandeciente. Y sabré lo que ha pasado.» En su interior, sin embargo, comprendía que se iba a despertar de una manera normal, y que el mundo sería el mismo.

—No es un buen trato —murmuró.

En la oscuridad, los filamentos crecían silenciosamente sobre la moqueta, entrando en los cubículos de cristal con su ascendente vitalidad.

37

—Yo no pertenezco a nadie. No soy lo que fui. No tengo pasado. Han cortado mis amarras, y no me queda otro sitio a dónde ir más que a donde ellos quieran llevarme.

—Estoy separado del mundo exterior físicamente, y ahora también mentalmente.

—Mi tarea aquí ha terminado.

—Estoy esperando.

Verdaderamente, ¿DESEAS emprender el viaje entre nosotros, ser uno de nosotros?

—Lo deseo.

Se queda mirando los trazos rojos, verdes y azules del VDT. Los números pierden todo sentido, los mira como si fuera un niño recién nacido. Después, la pantalla, la mesa sobre la que se apoya, la cortina del lavabo y las paredes de la cámara de aislamiento son reemplazadas por una nulidad plateada.

Michael Bernard está atravesando una interfase.

Esta siendo codificado.

Ya no es consciente de todas las sensaciones que implica el estar dentro de un cuerpo. No más escuchas automáticas ni respuestas al deslizarse de los músculos, el burbujear de los fluidos en el abdomen, el empuje y el ronco sonido de la sangre, y los latidos del corazón. Ya no oscila, ni se tensa ni relaja. Es como mudarse de pronto de la ciudad a las profundidades de una silenciosa gruta.

Al principio, el mismo pensamiento es veteado, discontinuo. Si tal cosa es posible, se visualiza a sí mismo en la base del universo, donde todos los átomos y moléculas se combinan y se separan, produciendo silenciosos ruidos como las conchas en el fondo del mar. Se halla suspendido en medio de una actividad silenciosa pero arrebatadora, imposibilitado para analizar su situación o incluso para estar seguro de lo que se trata. Parte de sus facultades son interrumpidas — temporalmente. Luego, ¡tirón! Ya puede criticar, evaluar. El pensamiento discurre como una disociación de hojas sobre césped al empuje de la brisa. ¡Tirón!, ahora como un insistente fluir de gelatina que da vueltas y se aquieta en una fría copa.

El viaje de Bernard no ha empezado todavía. Sigue atrapado en la interfase, ni grande ni pequeño. Una parte de él sigue confiando todavía en su cerebro, tamaño del universo, y continúa empujando el pensamiento a lo largo de las células y no dentro de ellas.

La suspensión se convierte en total inconsciencia, y su pensamiento es estirado como si fuera un hilo que ha de entrar por el diminuto ojo de una aguja ____________________

Lo pequeño explota en él, y su mundo se llena súbitamente de acción y simplicidad. No hay luz, pero hay sonido. Le colma en grandes olas, que no oye sino que siente a través de sus centenares de células. Las células laten, se separan, se contraen conforme a las acometidas del fluido. El está en su propia sangre. Percibe el sabor de la presencia de las células que hacen de él un nuevo ser, y también el de las células que no son directamente suyas. Percibe las raspaduras de los microtúbulos que impulsan su citoplasma. Y, lo que es más notable, percibe —claro está, es la base de toda sensación— el citoplasma en sí.

Esta es ahora la base de su ser, el fluir de las sensaciones eléctricas de la vida en toda su pureza. Distingue el equilibrio sutil que hay entre lo animado y la materia inerte, con sus raíces en orden, jerarquía, interacción. Cooperación. Es un individuo, y a la vez es cada uno de los elementos del equipo, los otros grupos de cien células que discurren en todas direcciones. Los compañeros de la corriente que desciende son distantes, tan aislados químicamente como si estuvieran en el fondo de un pozo; la corriente ascendente es, en cambio, intensa, rica.

No puede confundir los mecanismos de su pensamiento más de lo que podía en su cerebro tamaño de universo. El pensamiento se eleva sobre la química, sobre los intercambios que se dan en su grupo y los procesos que tienen lugar en las células. El pensamiento es la combinación, el lenguaje de toda interacción.

La sensación es intensa en las membranas de sus células. Es ahí donde recibe, siente el aura y la presión de los enormes mensajes moleculares del exterior. Se agarra a un nudo de datos, como un plásmido lo asimila y vierte información desde él, metabolizándola dentro de su ser, duplicando aquellas partes que otros requerirán, otros compañeros. Ahora los nudos vienen deprisa, y a medida que los abre y vierte cada uno de ellos —cada secuencia de moléculas es como una biblioteca—, encuentra migajas y partes de Michael Bernard que vuelven hacia él.

El enorme Bernard es abarcado en un grupo diminuto de cien células. Ahora siente que realmente hay un ser humano en el nivel de los noocitos —él mismo.

Bienvenido.

—Gracias.

La sensación que le produce cualquier miembro del equipo es una diversidad de sabores, todas las variedades posibles de dulzura y riqueza. La camaradería es abrumadora. El ama a su equipo (¿cómo podría amar otra cosa?). El es parte íntegra a cambio amada y necesitada.

De pronto, percibe el sabor de la pared de un capilar. El es parte del equipo de investigación, y traspasa la información por medio de la producción de masas de ácido nucleico. Absorber, rehacer, traspasar, absorber…

Álzate. Atraviesa.

Esas son sus instrucciones. Abandonará el capilar y entrará en el tejido.

Deja una porción de ti en la corriente de datos.

Empuja por entre las células del capilar —células de soporte, no noocitos— y se aloja en la pared. Ahora espera datos en forma de proteínas estructuradas, hormonas y feromonas, secuencias de ácidos nucleicos o quizá en la forma de células modeladas, virus o bacterias domesticadas. No sólo necesita nutrientes básicos, fácilmente disponibles en el suero sanguíneo, sino suministros de las enzimas que le permitan absorber y procesar los datos, pensar. Esos enzimas son proveídos por bacterias modeladas que cumplen la doble función de producir y transportar.

La sangre es una autopista, una sinfonía de información, de instrucción. Es una delicia procesar y modificar el rico brebaje. La información posee su propia variedad de sabores, y está como viva, puede cambiar en la sangre a menos que sea cuidadosamente controlada, ajustada, pulida. Las palabras no pueden significar lo que él está haciendo. Todo su ser vive en medio de la comunicación que comporta el interpretar y el procesar.

Percibe la vertiginosa espiral de eterno retorno, pensando en la insignificancia de sus propios procesos de pensamiento —moléculas que piensan sobre las moléculas, guardando los registros de sí mismas—, que aplican palabras que hasta ahora no tenían sitio en su mente. Como llevar la palabra de Dios para un árbol, hasta el árbol, y al pronunciarla, asistir al florecimiento vegetal sobrecogido de rubor y confusión.

Tú eres el poder, el dulce poder, el más rico sabor de todo… el mensaje esencial que va contra la corriente.

Sus iguales se le aproximan, se agrupan alrededor de su proyección en la sangre, se arremolinan en torno a él. El es como un iniciado inspirado súbitamente por el aliento de Dios en un monasterio. Los monjes se reúnen, sedientos de la señal, de un signo de redención y propósito. Es una sensación embriagadora. El los ama porque son su tronco; ellos le aman más, porque él es su fuente.