—¿Cuántos yoes hay?
Ese número cambiará siempre. Quizá un millón, en este momento.
—¿Voy a encontrarme con ellos? ¿A integrarme con ellos?
Ningún grupo tiene la capacidad de absorber las experiencias de todos los grupos iguales. Eso debe reservarse para los grupos de mando. No toda la información es igualmente útil en un momento dado.
—¿Pero no se pierde ninguna información?
La información siempre se pierde. Esa es la lucha. Ninguna estructura de grupo se pierde. Siempre hay duplicados.
—¿A dónde voy?
Finalmente, sobre la música de la sangre. Eres el grupo elegido para reintegrarse con Bernard.
—Yo soy Bernard.
Hay muchos Bernard.
Quizá un millón más, pensando como él pensaba ahora, extendiéndose por la sangre y el tejido, siendo absorbidos gradualmente por la jerarquía de los noocitos. Un millón de versiones cambiantes, que nunca serían reintegradas.
Te encontrarás con los grupos de mando. Experimentarás el UNIVERSO PENSAMIENTO.
—Es demasiado. Tengo miedo otra vez.
MIEDO es imposible sin respueta hormonal de BERNARD a macroescala.
¿Tienes de verdad MIEDO?
Intenta notar los efectos del miedo, pero no los encuentra.
—No, pero debería tenerlo.
Has expresado interés por la jerarquía. Ajusta tu procesamiento a…
El mensaje es incomprensible para su mente humana, asimilada en el metabolismo del grupo de noocitos, pero el grupo en sí entiende y se prepara para la entrada de nudos específicos de datos.
Al entrar los datos —delgados segmentos de ARN y proteínas—, siente cómo sus células absorben e incorporan. No hay manera de saber cuánto tiempo dura esto, pero parece comprender casi inmediatamente la experiencia de las células que pasan deprisa por el capilar. Suelta las recientemente adquiridas experiencias— emorias.
El mayor número no es, con mucho, de noocitos maduros, sino de células somáticas normales o bien ligeramente alteradas para prevenir interferencias con la actividad de los noocitos, o células sirvientes con funciones limitadas que especifica la simple biología. Algunas de estas células cumplen las órdenes de los grupos de mando, otras pasan experiencia-memoria en nudos híbridos o polimerizados de un lugar a otro. Otras, en fin, realizan nuevas funciones del cuerpo que aún no son asumibles por las células somáticas no modificadas.
Todavía bajas en la escala, se encuentran las bacterias domesticadas, cuidadosamente modificadas para realizar una o dos funciones. Algunas de estas bacterias (no hay modo de conectar su tipología con ninguna que él conozca por nombres humanos) son pequeñas factorías, que se dedican a suministrar por la sangre las moléculas necesarias a los noocitos.
Y al final de la escala, pero en absoluto de despreciable importancia, se encuentran los viruos fagocitarios modificados. Algunas de las partículas de los virus actúan como transporte de alta velocidad de información crucial, remolcados por las bacterias flageladas o por linfocitos venidos a menos; otros se pasean libremente por la sangre, rodeando a las células mayores como nubes de polvo. Si las células somáticas sirvientes o incluso los noocitos maduros han abandonado la jerarquía —por rebeldía o por drástica disfunción—, las partículas de los virus aparecen e inyectan su ARN disruptivo. Las células molestas rápidamente explosionan, liberando una nube de más virus modificados, y los restos son limpiados por distintos noocitos y células sirvientes basureras.
Cada una de las células que se encontraban originariamente en su cuerpo —útil o nociva— ha sido estudiada y puesta en uso por los noocitos.
Desaloja y sigue el rastro del grupo de mando. Vas a ser entrevistado.
Bernard siente que su grupo vuelve al capilar. Las paredes de éste se estrechan hasta que es ensartado en un larga línea; sus comunicaciones intercelulares se reduce hasta que nota el equivalente noocítico de la sofocación.
Luego pasa a través de la pared del capilar y es bañado de fluido intersticial. El rastro es fácilmente distinguible. Puede notar el «sabor» de la presencia de los noocitos maduros, y se da cuenta de que hay una gran cantidad de ellos.
Se le ocurre de pronto que está, de hecho, muy cerca de su propio cerebro, posiblemente todavía en su cerebro, que de un momento a otro va a reunirse con los investigadores responsables de la abertura del paso hacia el macromundo.
Pasa por entre multitudes de células sirvientes, flagelados que acarrean información y de noocitos que esperan instrucciones.
«Dentro de poco voy a ser presentado al Gran Lunar», dice. Ese pensamiento y la irrisión mental que lo acómpaña son pasados casi inmediatamente a sus datos de experiencia, extraído y anulado por una célula sirviente, y llevado hacia el grupo de mando. Más rápidamente aún le llega una respuesta.
BERNARD nos compara con un MONSTRUO.
—En absoluto. Soy el único monstruo que hay aquí. O eso, o la situación en sí misma es monstruosa.
No estarnos cerca de entender las sutilezas de tu pensamiento. ¿Has encontrado informativo el transporte hacia abajo?
—Hasta ahora, muy informativo. Y admito que aquí me siento modesto.
¿No como un grupo de mando supremo?
—No. No soy un dios.
No entendemos DIOS.
El grupo de mando era mucho mayor que un grupo de noocitos normal. Bernard estimó que al menos contenía diez mil células, con la correspondiente capacidad mayor de pensamiento. Se sentía como un enano mental, incluso a pesar de la dificultad de realizar juicios en el reino de los noocitos.
—Tenéis acceso a mis conocimientos de H. G. Wells?
Pausa. Después. Sí. Son muy vividos para no ser memorias de experiencia pura.
—Sí, bueno, provienen de un libro, una codificación de una experiencia no real.
Conocemos ficción.
—Me siento como Cavour en Los primeros hombres sobre la Luna. Hablando con el Gran Lunar.
La comparación puede ser apropiada, pero no la comprendemos. Somos muy diferentes, BERNARD, mucho más diversos de lo que sugiere tu comparación con la experiencia no real.
—Sí, pero, como Cavour, tengo miles de preguntas. Tal vez no queráis contestarlas todas.
Para evitar que tus compañeros HUMANOS del macromundo sepan todo lo que podríamos hacer e intenten detenernos.
El mensaje era lo bastante oscuro como para que Bernard entendiera que el grupo de mando todavía no podía abarcar la realidad del macromundo.
—¿Estáis en contacto con los noocitos de Norteamérica?
Sabemos que hay otras concentraciones mucho más poderosas, en mucho mejores circunstancias.
—¿Y…? Sin respuesta.
Luego ¿sabes que tu espacio-recinto está en peligro?
—No. ¿Qué clase de peligro? ¿Queréis decir el laboratorio?
El laboratorio está rodeado por tus compañeros en relación de jerarquía incierta.
—No comprendo.
Quieren destruir el laboratorio, y presumiblemente a todos nosotros.
—¿Cómo lo sabéis?
Podemos recibir TRANSMISIONES EN RADIO FRECUENCIA en varias codificaciones de LENGUAJES. ¿Puedes detener ese intento? ¿Estás en una posición de INFLUENCIA jerárquica?
La petición confunde a Bernard.
Tenemos las TRANSMISIONES en memoria.
—Dejadme escucharlas, entonces.
Nota el sabor del paso de un flageo que intercepta e mensajero del grupo de mando y vuelve con un nodulo de datos.
Bernard escucha ahora las transmisiones en memoria No son de la mejor calidad, y la mayoría están en alemán que él no entiende apenas. Pero capta lo bastante cormo para darse cuenta de que Paulsen-Fuchs ha ido atravesando dificultades cada vez mayores.
Las instalaciones de Pharmek están rodeadas de manífestantes acampados.