—Muchas gracias —dijo con sarcasmo.
—De cualquier modo, utiliza la manta. Cuando llegue el cambio envuélvete bien en ella. Habrá un montón de comida alrededor.
—Bien.
—Creo que ahora te vas a despertar. Me voy de aquí. Cuando te despiertes podrás vernos también. Durante un rato.
Suzy asintió.
—No la tires —advirtió Cary—. Te protegerá.
—No la tiraré.
—Bueno.
Se acercó a ella y tocó sus brazos cruzados con la palma abierta.
Suzy abrió los ojos. El amanecer se alzaba con pálida luz anaranjada sobre los tubos. La superficie del hoyo y los tubos estaban fríos.
Se arropó más con la manta y esperó.
43
Paulsen-Fuchs se encontraba en la cámara de observación, inclinado hacia delante sobre la mesa, con los ojos entornados. Ya había tenido bastante de mirar hacia lo que estaba tendido en el camastro del laboratorio de aislamiento.
De madrugada, Bernard había perdido ya su forma humana. Las cámaras habían captado su transformación. Ahora, una masa gris y marrón oscuro yacía sobre la cama, con prolongaciones que caían hacia el suelo a ambos lados. La masa se movía espasmódicamente, y a veces prorrumpía en un breve y violento temblor.
Antes de haber sido confinado a una sola postura, Bernard había cogido el teclado portátil y se lo había llevado consigo al camastro. El cable telefónico del mismo salía por uno de los extremos de la masa. El teclado estaba debajo, en algún sitio, o en el interior de la masa.
Y Bernard seguía enviando mensajes, aunque ya no podía hablar. El monitor del laboratorio de control había archivado un firme párrafo, la explicación de Bernard de su propia transformación.
La mayoría de lo que salía del teclado era virtualmente ininteligible. Quizá Bernard era ya casi un noocito nada más.
La transformación no facilitaba en modo alguno la decisión de Paulsen-Fuchs.
Los manifestantes —y el gobierno, al no ejercer su autoridad sobre ellos— habían pedido la muerte de Bernard, y que el laboratorio de aislamiento fuera completamente esterilizado.
Eran alrededor de los dos millones, y si sus demandas no eran atendidas, se proponían derribar Pharmek piedra a piedra. El ejército había advertido que no protegería Pharmek; la policía había declinado también toda responsabilidad.
Paulsen-Fuchs no podía hacer nada para detenerles; solamente quedaban cincuenta empleados en el edificio, ya que los otros habían sido ya evacuados.
Muchas veces consideró simplemente la posibilidad de abandonar las instalaciones, marcharse a su casa de España y aislarse él mismo por completo.
Olvidar lo que había sucedido, lo que Michael Bernard le había traído.
Pero Heinz Paulsen-Fuchs había estado en los negocios durante demasiado tiempo como para retirarse sin más. De muy joven, había visto a los rusos entrar en Berlín. Había ocultado todos los indicios de su entusiasta pasado nazi, e intentó pasar lo más desapercibido posible, pero no se había retirado. Y durante los años de la ocupación, había trabajado en tres trabajos diferentes. Se quedó en Berlín hasta el 1955, cuando él y otros dos fundaron Pharmek. La compañía había estado al borde de la bancarrota por el caso de la talidomida; pero él no se retiró.
No: no derogaría responsabilidades. Accionaría la palabra que iba a enviar los gases esterilizantes al laboratorio de aislamiento. Luego daría instrucciones a los hombres, que entrarían con antorchas para acabar el trabajo. Esto significaba la derrota, pero al menos se quedaría, no tendría que ir a esconderse en España.
No tenía ni idea de qué harían los manifestantes una vez muerto Bernard. Salió de la cámara de observación y se dirigió al laboratorio de control, para leer en el monitor el mensaje de Bernard.
Hizo pasar por el monitor el texto del diario de Bernard desde el principio. Leía lo bastante deprisa como para no perderse ni una sola palabra. Quería revisar lo que Bernard ya había dicho, para ver si así podía encontrarle más sentido a la totalidad del mensaje.
Registro final del diario cibernético de Bernard; hora de inicio: 0835.
Gogaríy. Se habrán ido en unas semanas.
Sí, se comunican. Parientes menores. Estallidos de la «plaga» que ni siquiera sospechamos en Europa. Asia, Australia, personas sin síntomas. Ojos y oídos, se reúnen, aprenden asimilando la enorme cosecha de nuestras vidas e historia.
Espías maravillosos.
Paul-memoria racial. Mismo mecanismo que el biológico. Hay muchas vidas en cada uno de nosotros; en la sangre, en los tejidos.
Cargados en el espacio-tiempo local. Demasiados. Gogarty. Empujan… No lo pueden evitar. Hay que sacar provecho de eso. Nosotros —tú—, por supuesto, no podemos, tal vez no queremos detenerles.
Constituyen el gran logro.
Aman. Cooperan. Tienen disciplina, pero son libres; saben de la muerte, pero son inmortales.
Ahora me conocen a mí hasta el último detalle. Todos mis pensamientos y motivaciones. Soy un tema de su arte, sus maravillosas ficciones vivas. Me han duplicado más de un millón de veces. ¿Cuál de los yoes escribe esto? No lo sé.
Ya no queda un original.
Puedo prolongarme en un millón de direcciones, llevar un millón de vidas (y no sólo en la música de la sangre —en un Universo de Pensamiento, de imaginación, de fantasía!) y luego reunirme con mis yoes de nuevo, conferenciar y empezar de nuevo. El narcismo más allá del orgullo, ubicuidad, mucho más grande que una simple vida para siempre. (¡La han encontrado!)
Cada uno de ellos puede tener mil, diez mil, un millón de duplicados, según su calidad, sus funciones. Ninguno necesita morir, pero, en un momento dado, todos o casi todos cambiarán. Dentro del tiempo requerido, la mayoría del millón de yoes no guardará la menor similitud con el yo presente, porque somos infinitamente versátiles. Nuestras mentes trabajaban según la infinita variedad de ios fundamentos de la vida.
Paul, me gustaría que pudieras unirte a nosotros.
Sabemos las presiones que te rodean.
(El texto se interrumpe, desde 0847 a 1023.)
Las teclas no funcionan. Dentro del teclado, en la parte electrónica.
Saben que tenéis que destruir.
Esperad. Esperad hasta 1130. Dadle a un viejo amigo ese tiempo.
No me gusta mi viejo yo, Paul. Lo he abandonado, la mayor parte de él. Piezas diseminadas. Revividas y reformadas secciones enteras de mis cincuenta y dos años. Uno puede convertirse en un santo aquí o explorar multitud de pecados.
¿Qué santo puede ignorar el pecado?
(El texto se interrumpe, 1035-1105)
Gogarty.
CGATCATTAG (UCAGCUGCGAUCGAA) Nombre ahora.
Gogarty. ¡Sorprendente Gogarty! Muy denso, visión amplia y vasta teoría, mucho ser. Lo saben en NA. Hasta el más pequeño, se han enterado en NA. Nos lo dicen, se aprestan. Todos juntos. Pánico mortal maravilloso, pánico, el mejor miedo, Paul, no se siente en el ánimo sino que se pregunta en el pensamiento, nada como esto. Miedo a la libertad más allá de las restricciones actuales, y sintiéndose ya maravillosamente libre. Tanta libertad debernos cambiar para acomodar. Irreconocible.
Paul 1130 ese tiempo.
1130 1130 1130!
Tamaña avalancha de sentimiento hacia el viejo afecto, pollito por huevo, hombre por madre, alumno por escuela.
Divergente. Otro sigue escribiendo.
Reencuentro conmigo mismo. Grupos de mando coordinan. Celebración.
¡Tanto, tan rico! Tres de los míos se quedan a escribir, ya muy distintos. Amigos que vuelven de unas vacaciones. Ebrios de experiencias, libertad, conocimiento.
Olivia, esperando…
Y Paul esto es el sumidero de los noocitos, no como NA…