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– ¿No lo sabías?

– Mm… bueno, es que no llevamos saliendo mucho tiempo -respondió ella nerviosa-. Ha sido todo tan rápido. Aún hay muchas cosas que no sé de Bryan, pero la verdad es que no me ha mencionado nada de un accidente.

El señor Elliott sacudió la cabeza.

– No sé, es que a veces tengo la impresión de que está ocultándonos algo. Y no es que esté paranoico; su madre también está preocupada. Y Cullen. Todos tenemos la impresión de que hay algo que no nos ha contado.

Oh, Dios. ¿Qué se suponía que debía responder a eso? Habría querido decirle que no se preocupara, pero Bryan ponía su vida en peligro casi a diario por su trabajo.

– Bueno, supongo que Bryan es de esas personas que no habla mucho de su vida privada.

– Pero… ¿qué es lo que ha estado haciendo en Francia? No puedo creerme que se haya pasado dos semanas intercambiando recetas.

Lucy se sentía como un animal acorralado.

– No sé, a mí me dijo que estuvo reuniéndose con varias personas por motivos de su negocio.

– ¿Quieres decir con chefs y gerentes de restaurantes?

Y con espías y terroristas, añadió Lucy para sus adentros.

– Sí, eso es -respondió, asintiendo con la cabeza.

El señor Elliott frunció los labios, como si no estuviese aún muy convencido.

– En fin, supongo que si eso es lo que dice que estuvo haciendo, será verdad. Quizá ahora que te tiene a ti a su lado no viajará tanto. Cuida de él, Lindsay.

Lucy tomó un sorbo de su copa mientras lo veía alejarse. Dios, en su vida se había sentido tan mal ni había contado tantas mentiras.

Capítulo Seis

La cena, como todas las cenas y almuerzos de familia en casa de sus abuelos, no tuvo nada que envidiarle al banquete de una boda de estado. Aquella noche Maeve había preparado con la cocinera un menú de cinco platos, a cuál más exquisito: una vichyssoise, una ensalada campestre, salmón a la brasa, medallones de ternera con crema de espárragos, y mousse de limón con frutos del bosque.

– Bryan, cariño, ¿qué te está pareciendo la comida? -le preguntó a su nieto.

– Abuela, ni siquiera Une Nuit puede competir con los platos que tú preparas -le contestó él.

Y era verdad que estaba todo delicioso, aunque lo cierto era que se había pasado la mayor parte del tiempo mirando a Lucy.

Estaba interpretando a las mil maravillas el papel de Lindsay. Durante toda la velada le había lanzado de cuando en cuando miradas afectuosas, y en un par de ocasiones incluso había puesto su mano sobre la suya.

– ¿Cómo es que no ha venido tu hermana, Shane? -le preguntó Patrick a su hijo Shane.

Éste, que era director de la revista The Buzz, carraspeó y se removió incómodo en su asiento.

– Creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta, padre. Últimamente Fin come y duerme en la oficina. Está obsesionada con ser ella quien gane.

Sus palabras desencadenaron una serie de comentarios por lo bajo entre los demás miembros de la familia, y Bryan, como en otras ocasiones, se alegró de no estar trabajando en EPH como ellos.

– No está obsesionada -intervino Scarlett, poniéndose de parte de la que era su jefa en Charisma, además de su tía y hermana melliza de Shane-. Tía Finny está muy volcada en su trabajo porque Charisma le importa de verdad; eso es todo.

– Oh, claro, y a mí no me importa la revista que dirijo -le espetó su tío Shane.

– Yo no he dicho eso -protestó Scarlett.

Después de aquélla, surgieron otras discusiones, y Bryan se echó hacia atrás en su asiento y se cruzó de brazos divertido. Parecía mentira que pudieran discutir por esas cosas; eran como críos.

– Disculpa; volveré en un momento -le dijo de pronto Lucy en voz baja.

Bryan creyó que habría ido simplemente al lavabo, pero al ver que habían pasado ya más de diez minutos y no había regresado empezó a preocuparse. Habían servido ya el café y Lucy seguía sin volver.

Parecía imposible que le pudiera ocurrir nada estando allí; The Tides era un lugar tan seguro como el Fuerte Knox, pero los minutos seguían pasando y se sentía cada vez más intranquilo, así que finalmente se excusó y fue a buscarla.

La puerta del cuarto de baño de huéspedes en el piso inferior estaba abierta y la luz apagada. Si había ido allí era obvio que ya no estaba.

Recorrió el resto de la planta inferior, creyendo que quizá se hubiese distraído admirando los cuadros y los objetos de adorno que tenían sus abuelos. Algunos eran verdaderas piezas de museo. Sin embargo Lucy seguía sin aparecer.

¿Podría ser que hubiera ido arriba? Tal vez se hubiese sentido indispuesta y hubiese ido a echarse, pero aun así le parecía raro que no se lo hubiese dicho. Subió de todos modos a mirar, y al no encontrarla volvió a bajar verdaderamente preocupado.

Regresó al salón con la esperanza de que se hubiesen cruzado sin haberse visto, pero su silla seguía vacía.

– ¿Ocurre algo, Bryan? -le preguntó su abuela.

– Parece que he perdido a mi novia. He buscado por todas partes y no la encuentro.

– Debe haberse sentido incómoda con nuestras discusiones. Parece tan sensible… -apuntó Scarlett-. Yo te ayudaré a buscarla; pobre Lindsay.

Los demás se ofrecieron a ayudarle también, y se pusieron todos a buscarla.

Bryan la encontró un par de minutos más tarde. Pensando que tal vez hubiese salido a tomar un poco de aire fresco, salió a los jardines y se dirigió a la escalinata de piedra esculpida en la roca del acantilado, y que bajaba a una pequeña cala privada. Allí vislumbró a una figura solitaria de pie en la arena, mirando al mar, y lo invadió un profundo alivio.

Volvió dentro para decirles a los otros que la había encontrado, y bajó a la playa.

Con el ruido de las olas, Lucy no lo oyó acercarse casi hasta que llegó junto a ella, y entonces, cuando se volvió sobresaltada, vio que sus mejillas estaban húmedas por las lágrimas.

– Lucy, ¿qué te ocurre?

La joven se secó una mejilla con el dorso de la mano y se rió vergonzosa.

– Perdona; no era mi intención preocuparte. Sólo quería salir fuera un momento. La cabeza me daba vueltas; no debería haber tomado esa tercera copa de vino.

– Somos mi familia y yo quienes deberíamos disculparnos por discutir de ese modo cuando tenemos a una invitada. Disculpa si te hemos hecho sentirte incómoda.

– No es por eso -replicó Lucy poniéndole una mano en el brazo.

– ¿Entonces?

– Es sólo que… estaba pensando en lo divertido que debe ser formar parte de una familia grande y ruidosa como la tuya, y de repente me acordé de la mía. Nosotros no solemos discutir, pero es porque apenas hablamos. Y luego, aunque ni siquiera sé por qué, me he encontrado echando de menos a mis padres, y he empezado a pensar en que si esto no sale bien, si esa gente me encuentra antes de que…

Bryan le impuso silencio colocando el índice sobre sus labios.

– Lucy, sé que todo este asunto ha puesto tu vida patas arriba, pero las cosas volverán a la normalidad; ya lo verás.

No quería que saliese de su vida, pero sabía que cuando aquello hubiese acabado sus caminos se separarían. Además, por mucho que le gustase Lucy no sería justo pedirle que se quedase a su lado.

– Bueno, no todo está siendo tan malo -dijo ella con un sollozo-. Nunca había tenido una ropa tan bonita, ni había cenado en una mansión con gente importante.

– Gente importante con malos modales -añadió Bryan, riéndose suavemente-. Ah, Lucy, qué buena eres -le dijo atrayéndola hacia sí.

Aquél había pretendido ser simplemente un abrazo de amigo, un abrazo breve, pero cuando Lucy le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él, Bryan sintió que se le fundían una o dos neuronas.

Casi sin que fuera consciente de ello una de sus manos descendió hasta la cintura de Lucy, y siguió bajando hacia la curva de sus nalgas.