Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se paró en seco. ¡Había estado a punto de tocarle el trasero a Lucy! Iba a apartarse de ella, pero cuando la miró y vio sus ojos aún humedecidos por las lágrimas y sus labios entreabiertos sintió que se derretía por dentro.
Y de pronto, antes de que pudiera comprender qué le estaba ocurriendo, inclinó la cabeza, acortó los pocos centímetros que los separaban, y la besó.
Los labios de Lucy guardaban aún el sabor del vino que había estado bebiendo, y Bryan no pudo resistir el impulso de hacer el beso más profundo, de explorar con su lengua cada rincón de su boca. Lucy no ofreció resistencia alguna, sino que le dio todo lo que tenía en aquel beso, sin vacilar, con una confianza que lo conmovió.
Fue esa confianza lo que le devolvió la cordura. No podía aprovecharse de la situación; Lucy se había metido en aquel lío por ayudarlos a su gente y a él, y Bryan se había comprometido a protegerla.
Despegó sus labios de los de ella, y tomándola por los brazos la apartó suavemente de él.
– No deberíamos estar haciendo esto.
Lucy parpadeó, y por un instante a Bryan le pareció ver una expresión dolida en sus ojos, pero cuando afloró a sus labios una sonrisa maliciosa se dijo que debía haberlo imaginado.
– ¿Por qué no? Se supone que estamos locos el uno por el otro, ¿no? Sólo estaba interpretando mi papel.
– Pues si eso ha sido una interpretación, te mereces un oscar.
– Lo sé; soy una chica con mucho talento -asintió ella.
Bryan se quedó pensando qué había querido decir con eso. ¿Talento como actriz… o talento para otras cosas?
Estaba ya girándose para dirigirse hacia la escalinata, cuando Lucy alargó el brazo y le dio un pellizco en el trasero sin ningún pudor.
– Con mucho talento -repitió.
Mmm… Ya no había ambigüedad posible. Prácticamente estaba diciéndole que estaba abierta a la posibilidad de practicar el sexo. Por desgracia no tenía más remedio que declinar esa tentadora invitación.
Sin embargo, no logró sacarse aquella idea de la cabeza durante el resto de la velada, ni tampoco durante el trayecto de regreso.
Cuando llegaron, la acompañó hasta el ascensor y le dijo:
– Subiré dentro de unos minutos; quiero revisar un par de cosas en el restaurante.
Lucy miró su reloj de pulsera.
– ¿No está cerrado ya, a la hora que es?
– Mm, sí, bueno, pero es que es algo que quiero asegurarme de que esté listo para mañana.
No era una excusa nada convincente, sobre todo cuando Lucy sabía que Stash se encargaba de todo lo relativo al restaurante, pero no se le había ocurrido nada mejor. Además, no podía subir a su apartamento con ella mientras no tuviera sus hormonas bajo control.
– Bueno, pues hasta mañana entonces, porque cuando subas probablemente ya estaré durmiendo.
– Sí, hasta mañana. Oh, y… Lucy, esta noche has estado fantástica. En tu papel de Lindsay, quiero decir. Dudo que nadie de mi familia sospeche nada.
– Yo no estoy tan segura, pero gracias.
Bryan pronunció la clave secreta para activar el ascensor, y se apartó para dejar que se cerraran las puertas.
Una vez a solas usó su llave para entrar en el restaurante a oscuras.
Lo que necesitaba era hacer algo para quitarse a Lucy de la cabeza, y preparar algún postre «lujurioso» sería una buena manera. Después de todo el chocolate era el mejor sustituto del sexo.
Su idea era crear un postre nuevo jugando con varios ingredientes mientras planeaba cómo podría averiguar qué había ocurrido con Stunjun, pero una y otra vez sus pensamientos volvían a Lucy. ¿Qué clase de brujería ejercía aquella mujer sobre él?
Lucy estaba en la cama, intentando conciliar el sueño, pero no había manera. No podía dejar de pensar en aquel beso en la playa.
A pesar de lo que le había dicho a Bryan no había fingido, y sabía que él tampoco. Había podido saborear el deseo en sus labios, el mismo deseo que ella sentía, un deseo tan intenso que no podía ser ignorado.
La pregunta era si darían un paso más, si se atreverían a llevar esa atracción más allá.
Era lo que ella quería, y se lo había dado a entender a Bryan de la manera más explícita posible, pero no estaba segura de qué quería él.
Sin embargo, a medida que pasaban los minutos se hizo más y más evidente que le había dicho que no iba a subir aún porque se sentía incómodo y quería evitar esa tensión que había entre ellos.
Lucy lo comprendía; sabía que aquello sería para él como cruzar una barrera ética, y respetaba que Bryan no quisiera mezclar lo personal y lo profesional, pero el que saltaran chispas entre dos personas no era algo que ocurriese todos los días. Una hora después la frustración de Lucy se había tornado en preocupación. ¿Por qué estaba tardando tanto en subir?, ¿le habría pasado algo?
Inquieta, se levantó y se puso unos pantalones de chándal y una camiseta, y salió de su habitación. Sin embargo, cuando estaba llegando al ascensor recordó que aunque sabía la clave secreta éste no reconocería su voz. No podría volver a subir si bajaba y no encontraba a Bryan.
Volvió al dormitorio, sacó unos cuantos dólares de su monedero, tomó también el móvil por si acaso, y bajó.
Se veía luz a través del cristal esmerilado de la puerta del recibidor que conectaba con el restaurante. Eso debía significar que había alguien allí. Intentó abrir, pero parecía que estaba cerrada desde dentro, así que llamó con la esperanza de que alguien acudiera.
Al principio sólo le respondió un silencio sepulcral, y Lucy empezó a imaginarse lo peor: Bryan muerto en el suelo de la cocina, rodeado de un charco de sangre, pero finalmente vislumbró a través del cristal una silueta acercándose.
El corazón le dio un vuelco de aprensión, pero una ola de alivio la invadió cuando la puerta se abrió y vio que era Bryan.
– ¿Lucy?, ¿no estabas ya en la cama?
– No podía dormir; empecé a preocuparme al ver que no subías -respondió ella.
Su respuesta no habría podido sonar más estúpida. ¿Estaba preocupada por un hombre que era un espía y había bajado a rescatarlo?
Bryan sonrió divertido.
– Siento haberte preocupado. Es que me he entretenido con…
– ¿A qué huele?
– Es… sólo es un postre que estoy preparando -le contestó él-. Anda, pasa si quieres -le dijo haciéndose a un lado.
– ¿Después de todo lo que hemos comido en casa de tus abuelos todavía tienes hambre? -le preguntó Lucy mientras lo seguía a la cocina.
Sin embargo, apenas había pronunciado esas palabras cuando le hizo ruido el estómago, sin duda por aquel delicioso olor. Fuera lo que fuera aquel postre, ella quería un poco.
– Cocinar me ayuda a centrarme cuando estoy intentando solucionar un problema -le explicó Bryan.
Nada más entrar en la cocina Lucy vio un bizcocho recién horneado enfriándose sobre una rejilla en la encimera y se acercó a olisquearlo.
– ¿Naranja? -aventuró, volviéndose hacia Bryan.
– Eso es; es un bizcocho con ralladura de naranja.
– ¿Y ese otro olor es… chocolate con algún tipo de licor?
– Justamente. Buena nariz. Estoy haciendo una crema de chocolate con nueces y leche, y otra de chocolate negro con bourbon -le dijo Bryan señalando dos pequeñas cacerolas que borboteaban a fuego lento en la cocina.
– ¿Qué es exactamente este postre que estás haciendo? -inquirió intrigada.
– Todavía no lo sé. Estoy inventándolo sobre la marcha.
Lucy se acercó a curiosear las salsas que borboteaban a fuego lento en el fuego.
Se le estaba haciendo la boca agua, y sin poder resistirse metió un dedo en una de las cacerolas para probar la mezcla de chocolate con bourbon.
– Mmm…
– ¡Lucy! Esto es un restaurante; no puedes hacer eso.