Se suponía que Lucy era su novia, y nadie tenía por qué saber que habían llevado aquello un poco más allá de la ficción. Sería su secreto. Y hablando de secretos… parecía que Lucy también tenía uno o dos.
No creía que pudieran influir sobre el caso, y Lucy estaba en su derecho de guardárselos, pero quería que confiara en él.
– Lucy -la llamó en un susurro-, ¿estás despierta?
– Mmm -murmuró ella acurrucándose más contra su pecho.
– No tienes que contestarme si no quieres, pero… bueno, es sólo que siento curiosidad. Cuando estuve recabando información sobre ti no encontré nada sobre un novio en los dos últimos años.
– No, no he salido con nadie desde que me fui a Washington.
– ¿Y por qué el DIU entonces?
Ella vaciló un instante, como decidiendo qué debía contestar.
– ¿Porque soy optimista?
Bryan se puso serio.
– Lo que quiero decir es que… bueno, no entiendo que sin tener perspectivas de mantener relaciones sexuales te pusieras un dispositivo intrauterino.
Lucy dejó escapar un suspiro.
– Está bien, te lo explicaré. No es algo de lo que me sienta orgullosa; más bien todo lo contrario, pero es parte de mi pasado -dijo-. Verás, cuando comencé a trabajar para In Tight me sentía la persona con más suerte del mundo. Para el grupo era sólo esa chica de Kansas que se ocupaba de la contabilidad, pero un día Cruz, el batería del grupo, empezó a flirtear conmigo. Yo por aquel entonces era de lo más ingenua, y me hizo creer que era especial para él. Empezamos a… bueno, no creo que pueda decirse que empezamos a salir -murmuró bajando la vista-; más bien empezamos a acostarnos juntos.
Bryan no hizo comentario ni juicio alguno, y Lucy continuó.
– Al principio me trataba bastante bien. Cuando se iban de gira me dejaba ir con él en primera clase y cosas así -le explicó-, y todo iba bien… hasta que me quedé embarazada.
Bryan enarcó las cejas, sorprendido. ¿Había estado embarazada?
– Cruz me había dicho que me quería, y que quería que nos casáramos en cuanto el grupo empezase a afianzarse un poco, así que pensé que se alegraría cuando le dijese lo del bebé, pero en vez de eso se enfadó. Me acusó de no haber tenido más cuidado, y me dijo… me dijo que me… que me deshiciera de él.
La voz de Lucy se quebró y Bryan la estrechó contra sí sintiendo que la ira se apoderaba de él.
– Si algún día llego a conocer a ese bastardo le arrancaré la piel a tiras -masculló-. ¿No harías lo que te dijo? -inquirió vacilante.
Quizá sí lo hubiera hecho, añadió para sus adentros. Lucy no le había dicho que tuviese un hijo, ni había hallado nada a ese respecto cuando había estado recabando información sobre ella.
– No, no aborté. Le dije a Cruz que sería incapaz de hacer eso y que iba a tener el bebé. Me amenazó con que si iba a la prensa negaría que era suyo y diría que yo era una furcia y me acostaba con todos.
Bryan estaba tan furioso que la sangre le hervía en las venas.
– Una prueba de ADN habría bastado para demostrar que sí era el padre.
– Pero yo no tenía ningún interés en que reconociera a mi hijo después del modo en que se había comportado -replicó Lucy-. De todos modos él también lo sabía, no era estúpido, así que me ofreció dinero para que me alejara de él. Yo no lo acepté; simplemente me marché.
– ¿Adonde?
– Volví a la granja de mis padres. Se escandalizaron cuando se enteraron de lo que me había pasado, como podrás imaginar. Me llevaron a la iglesia, me hicieron confesarme… Pero después de todo era su hija, así que al final me perdonaron. Y luego… luego perdí al bebé.
– Oh, Lucy, cuánto lo siento.
– Lo curioso es que yo quería tener de verdad a ese bebé. Todo el mundo me dijo que había sido una bendición que lo perdiera, pero a mí no me lo pareció, y me sentía tan culpable… me sentía como si estuviese siendo castigada. Pensé que debería haber escuchado a mis padres, que no debería haberme comportado de un modo tan alocado. Además, el hacer cosas por las que no pudiera meterme en problemas era una cosa, pero cuando me quedé embarazada y perdí al bebé me di cuenta de que tenía que hacer algo para cambiar mi vida. Me prometí a mí misma que aquello jamás volvería a ocurrirme, y en un intento por enmendarme acepté el trabajo que mi tío me consiguió en el banco.
– ¿Y el DIU?
– Bueno, a pesar de mis buenas intenciones soy débil. Pensé que aunque yo no me buscara problemas tal vez sin querer podría verme envuelta en ellos, y quería estar preparada, sólo por si acaso. Y fíjate, anoche no pude resistir la tentación -concluyó con una media sonrisa.
– Tú no eres débil -replicó él-. Eres una de las mujeres más fuertes que conozco. El único error que cometiste fue enamorarte del hombre equivocado, y eso le pasa a montones de personas en todo el mundo; no eres una excepción.
– ¿Pero quién dice que no volverá a ocurrirme?
Bryan comprendía lo que quería decir. Al fin y al cabo él tampoco era el hombre que le convenía.
– Yo nunca me desentendería de mi propio hijo -murmuró.
– Lo sé; tú no te pareces en nada a Cruz. Era un inmaduro y un egoísta. Tú eres un hombre adulto y responsable.
Bryan la besó enternecido. Ella sí que era una persona responsable. Lucy había tenido que tomar en su vida algunas decisiones muy difíciles, y a pesar de sus errores se había responsabilizado de las consecuencias de sus actos.
Le habría gustado haber sido el hombre que necesitaba. Se merecía a alguien que le diera su amor incondicionalmente, alguien que estuviese a su lado pasara lo que pasara, que no desapareciera de repente durante semanas porque tenía una peligrosa misión que cumplir en el otro extremo del mundo.
Capítulo Ocho
Al día siguiente, Lucy continuó analizando los datos que había descargado en el banco, pero no con muchos ánimos. No era que no quisiera averiguar quién estaba detrás de aquel caso de malversación de fondos, pero no podía dejar de pensar que cuando esa persona fuera arrestada Bryan y ella tendrían que decirse adiós.
Con un suspiro volvió a centrarse en su tarea. Ese día estaba comparando otra vez las horas de conexión a Internet de los distintos empleados con las horas a las que se habían producido las transferencias ilícitas.
Hacia la hora del almuerzo ya había eliminado de la lista de posibles sospechosos a unos cuantos empleados más. Ya sólo le quedaban cinco.
Bryan le había dicho que estaría ocupado todo el día y que probablemente no regresaría hasta tarde, así que Lucy decidió bajar al restaurante a comer.
Bryan había programado el ascensor para que reconociera su voz, así que no ya tenía que preocuparse por no poder volver a subir al apartamento.
Cuando entró en la cocina del restaurante una sonrisa acudió de inmediato a sus labios al recordar lo que había ocurrido allí entre Bryan y ella la noche anterior.
– ¡Lindsay! -exclamó Stash cuando la vio, yendo a saludarla con un par de besos en las mejillas-. Bryan me dijo que bajarías a almorzar. Scarlett está aquí si quieres ir a sentarte con ella.
– Oh, bueno, no querría molestar; no sé si…
– Tonterías. Estoy seguro de que se alegrará de verte -replicó Stash.
Y antes de que Lucy pudiera volver a protestar la llevó al comedor y la condujo a la mesa de Scarlett, que estaba sentada con una joven.
– Scarlett, chérie, mira a quién te traigo -dijo Stash.
Nada más verla, Scarlett se levantó con una sonrisa.
– Qué sorpresa tan agradable, Lindsay. Siéntate con nosotras; todavía no hemos pedido -le dijo-. ¿Podrías traernos otra carta, Stash?
– En seguida -contestó éste antes de alejarse.
– Deja que os presente -dijo Scarlett volviéndose hacia la chica que estaba con ella, que se había levantado también-. Lindsay, Jessie. Jessie, Lindsay Morgan, la novia de mi primo Bryan.