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– Lucy…, imagínate, por un momento, que fueras tú quien estuvieras malversando esos fondos. ¿Quién querrías que se ocupara de revisar las transacciones del banco?

Lucy comprendió entonces.

– Alguien sin experiencia -murmuró-, alguien que no estuviera cualificado para el trabajo.

– Exacto -asintió Bryan-. Y le pagarías bien para mantener a esa persona contenta. Un empleado satisfecho con sus condiciones laborales no suele dar problemas. Claro que le salió el tiro por la culata porque tú resultaste ser demasiado lista y concienzuda en tu trabajo.

– Tiene sentido -asintió Lucy.

– Formamos un buen equipo -le dijo Bryan con una sonrisa. Le tomó la mano, tirando suavemente de ella para hacer que se levantara, y una vez estuvo de pie la sentó en su regazo y la besó-. Nunca habría logrado averiguar esto sin ti.

Lucy le respondió con un beso largo y sensual. Después de haberse pasado todo el día delante del ordenador sin poder dejar de preocuparse por él, necesitaba liberar esa tensión, y se le estaban ocurriendo una o dos maneras de hacerlo.

– ¿Qué te parece si lo celebramos?

Un par de horas después yacían juntos en la cama de Bryan, después de una intensa sesión de sexo que los había dejado cansados pero satisfechos.

Bryan estaba callado, acariciándole el cabello, y Lucy, que llevaba todo el día intentando decidir si debía hablarle o no de la conversación que había tenido con su padre, y con su prima a mediodía, se dijo finalmente que tenía que hacerlo.

– Bryan… -comenzó, apartándose un poco de él para poder mirarlo a los ojos-. Tu familia está preocupada por ti. Esta mañana bajé al restaurante y me encontré con Scarlett. El que salgas del país tan a menudo la tiene inquieta, y no es la única. El otro día, en casa de tus abuelos, tu padre me comentó lo mismo, y me contó que el día de la boda de tu hermano apareciste con el labio partido y cojeando. Me explicó que le dijiste que habías tenido un accidente de coche, pero no te creyó.

Bryan suspiró.

– No fue un accidente. Habían puesto una bomba en el coche que la agencia me había proporcionado. Noté algo raro y me bajé justo antes de la explosión. Estaba en Francia, con Stungun. Estábamos investigando la asociación benéfica a la que estaban siendo desviados los fondos.

– Dios mío. ¿Estás diciendo que intentaron matarte?

Bryan se encogió de hombros.

– No fue la primera vez… ni será la última.

– Oh, Dios. No me cuentes más -le suplicó Lucy crispando el rostro espantada-. No quiero saber más.

– No diré nada más, pero necesito que tranquilices a mi familia, Lucy. ¿Podrás hacerlo?

– ¿Cómo quieres que haga eso? No puedo decirles que no se preocupen cuando puedes salir volando por los aires en cualquier momento -protestó ella-. Yo apenas hace una semana que te conozco y me siento fatal de pensar que pueda pasarte algo -añadió con voz queda.

Bryan la besó con dulzura.

– No va a pasarme nada. Además, me he comprometido a protegerte, ¿no?

– Sí, pero mañana te irás otra vez.

– Sólo por unas horas. Por la noche vamos a celebrar una fiesta en el restaurante, ¿sabes? Ya se han calculado los beneficios de mediados de año que ha conseguido EPH, y Cullen me ha dicho que superan con creces a los de años anteriores. Parece que la competición entre unas revistas y otras está teniendo el efecto deseado.

– ¿Y quién va ganando?

– Charisma, aunque no es algo que haya sorprendido a nadie. La tía Fin se está dejando la piel en esto. Claro que todavía quedan seis meses por delante.

– ¿Y cómo se ha tomado tu padre la noticia?, ¿has hablado con él?

– Parece que no le importa que Snap vaya en el último puesto. Está pasando por un mal momento por su segundo divorcio. Mi madrastra y él acabaron tirándose los trastos a la cabeza, pero imagino que debe verlo como otro fracaso en su vida.

Lucy asintió.

– Bueno, de todos modos, como tú has dicho, todavía le quedan seis meses para remontar -dijo-. ¿Te gustaría que fuese el siguiente presidente de la compañía?

Bryan se encogió de hombros.

– Me gustaría verlo feliz. Hace mucho tiempo que no le he visto una sonrisa de verdad.

Lucy no podía estar más aburrida. Bryan le había dicho que sólo estaría fuera unas horas, pero había almorzado hacía ya dos horas y seguía sin volver. Claro que tampoco podía molestarse con él por eso; al fin y al cabo lo que estaba haciendo era cumplir con su trabajo.

Pero aun así lo echaba de menos, y ya no tenía con qué mantenerse ocupada. Había repasado todos los datos que había descargado y no había encontrado nada más que pudiera serles de utilidad.

En ese momento sonó el teléfono. Lucy miró la pantalla, y al ver que llamaban desde el restaurante pensó que sería Bryan, que había regresado, y se apresuró a contestar.

Sin embargo, para su sorpresa, fue la voz de Stash la que oyó al otro lado de la línea.

– ¿Lindsay? Hola, soy Stash -le dijo-. Bryan acaba de llamar para decir que iba a retrasarse un poco, y quiere que decidas tú cuál va a ser el menú de la fiesta de esta noche.

– ¿Yo?, ¿por qué?

– No lo sé; me dijo que tienes buen gusto.

– Para los hombres quizá -respondió ella, haciendo reír a Stash-. De acuerdo; bajo en un momento -añadió, agradecida de tener algo con lo que distraerse.

Y así, quince minutos más tarde, Stash y ella estaban sentados en una de las mesas del restaurante, con un mar de papeles sobre la mesa, intentando decidir qué platos incluir en el menú de esa noche.

– Vas a tener que echarme una mano con esto, Stash -le dijo Lucy, abrumada por aquella enorme cantidad de platos con exóticos nombres-. ¿Sabes si hay algo que le guste en especial a la familia de Bryan, o algo que detesten? ¿Hay alguno que tenga alergia a algún alimento?

– Ninguna alergia que yo sepa. Aunque las damas, ya se sabe, están siempre preocupadas por su figura, así que deberías incluir algún plato ligero y bajo en calorías.

– De acuerdo. Mmm… ¿Qué tal el pollo asado relleno de piñones y crema de alcachofas?

– Excelente elección. Y ahora vayamos a por algo distinto para los paladares más atrevidos.

– Mmm… ¿El quiche cantones?

Stash asintió con la cabeza, dándole su aprobación, y continuaron así hasta completar el menú. Lucy se sentía halagada de que Bryan hubiera querido que fuera ella quien lo hiciera. Había sido un gesto tan atento por su parte…

La verdad era que se había divertido escogiendo los platos, y estaba deseando que llegara la hora de la fiesta para ver cuál sería la reacción de los Elliott.

Cuando la puerta del dormitorio se abrió de repente, Lucy dejó escapar un gemido ahogado y se tapó con las manos hasta que se dio cuenta de que no se trataba de un intruso, sino de Bryan, que sonrió al encontrarla vestida únicamente con el sujetador y las braguitas.

– Me has dado un susto de muerte -lo reprendió Lucy-. Al menos podrías hacer ruido al subir las escaleras para que te oiga.

– Prefiero pillarte desprevenida -murmuró acercándose a ella con un brillo travieso en los ojos.

Cuando llegó junto a ella le rodeó la cintura con los brazos y la besó como si en vez de unas horas hiciese semanas que no se veían, y pronto Lucy notó que le temblaban las piernas y le faltaba el aliento.

– Perdona que haya tardado tanto -le dijo Bryan-. ¿Elegiste el menú con Stash?

– ¿No le has preguntado al llegar?

– No, he subido directamente. No podía esperar ni un segundo más para verte… y me alegro de no haber esperado -murmuró él deslizando una mano dentro de sus braguitas.

– Bryan… no tenemos… tiempo para eso… -jadeó Lucy.