Lucy sabía que no tenía por qué gustarle a la prima de Bryan, que no era su novia de verdad, pero estaba hecha un manojo de nervios.
Al poco oyó la puerta del ascensor abrirse, y unos segundos después Bryan entró de nuevo en la cocina, cargado con un montón de ropa v seguido de una de las mujeres más hermosas que Lucy había visto jamás. Era casi tan alta como él, esbelta y con una increíble melena pelirroja que le caía en suaves ondas sobre la espalda y los hombros.
– Aja, así que tú eres mi víctima -la saludó Scarlett con una sonrisa. Dejó sobre una silla un maletín de maquillaje y puso en el suelo una bolsa de plástico llena de lo que parecían utensilios de peluquería-. Soy Scarlett -le dijo tendiéndole la mano- supongo que tú serás Lindsay.
Le estrechó la mano y murmuró que se alegraba de conocerla, que Bryan le había hablado mucho de ella, aunque por dentro estaba temblando.
Bryan le había dicho que estaba convencido de que podría hacer aquello, pero ella no estaba tan segura. ¿Y si Scarlett o alguien de su familia se daba cuenta de que su supuesto noviazgo no era más que una pantomima?
– Deja que te vea bien -le dijo Scarlett, haciéndole dar una vuelta-; veamos cuál es la materia prima sobre la que vamos a trabajar.
Bryan, que parecía sentir curiosidad por la transformación que su prima iba a llevar a cabo con ella, se apoyó en la encimera y se cruzó de brazos. A Lucy se le subieron los colores a la cara. Aquello ya era bastante embarazoso como para que encima él se quedara allí a mirar, como si fuese un espectáculo.
Scarlett debió percatarse de su incomodidad, porque se volvió hacia él y le dijo:
– ¿No tienes nada que hacer por ahí?, ¿un restaurante del que ocuparte?
– Es que quiero ver qué vas a hacerle a Lindsay. A lo mejor puedo ayudar dándote mi opinión.
– No -insistió su prima con firmeza-; cuando hablamos por teléfono me dijiste que es ella la que quiere cambiar de imagen, así que tú aquí no tienes que opinar de nada. Y ahora vete y no vuelvas por lo menos hasta que sea medianoche.
Bryan farfulló algo incomprensible, pero finalmente se irguió y se apartó de la encimera.
Lucy creyó que se dirigiría directamente a la puerta, pero en vez de eso se acercó a ella.
– Pásalo bien, ¿de acuerdo? Nos vemos dentro de un rato -le dijo.
Y luego, sin previo aviso, se inclinó, la besó en los labios, y se marchó.
El beso apenas duró más de medio segundo, pero Lucy sintió como si una corriente eléctrica le recorriera la espalda.
Por suerte para ella, Scarlett estaba ocupada estudiando la textura de su cabello, todavía húmedo por la ducha, y no pareció advertir lo agitada que le había dejado el beso de Bryan.
– Tienes un pelo magnífico -dijo-; sano y fuerte. Supongo que querrás dejarlo con este largo, pero podríamos cortarlo un poco en capas y…
– No, quiero que sea un cambio radical. Lo quiero corto y también me gustaría otro color.
– ¿Otro color? Bueno, podríamos probar con unos reflejos rubios.
– Mejor rubio del todo -le dijo Lucy.
Scarlett sonrió.
– De acuerdo. Cuando acabe parecerás una de las modelos que salen en la portada de nuestra revista.
Lucy se rió vergonzosa.
– Ya me gustaría.
– Pues claro que sí, mujer, ya verás. Tu estructura ósea es excelente, tienes unos rasgos proporcionados, buenos dientes… Aunque tendremos que deshacernos de las gafas, eso sí.
– Sí, yo había pensado que me gustaría llevar lentes de contacto de color verde -dijo recordando lo que le había sugerido Bryan-. Con mi figura en cambio me temo que no podremos hacer demasiado.
– Bah, tonterías. La mayoría de las modelos que posan para nuestra revista tienen menos pecho que tú. Te sorprendería ver lo que puede cambiar la ropa adecuada a una persona. Además eres esbelta, así que vas a tener donde elegir. Vamos, ayúdame a llevar todo esto al dormitorio para que podamos empezar.
Lucy estuvo a punto de llevarla al cuarto de invitados, pero inmediatamente recordó que siendo como se suponía que era la novia de Bryan, Scarlett imaginaría que dormían juntos, así que la llevó allí.
– ¿Y qué ha sido de tu ropa? -le preguntó Scarlett curiosa, cuando hubieron puesto sobre la cama toda la que ella traía.
– Bueno, es que es una historia muy larga y… -murmuró Lucy, preguntándose qué podría decirle.
– Tranquila, mi hermana gemela va a casarse con un cantante de rock, así que no creo que nada de lo que puedas contarme me sorprenda.
– ¿En serio?, ¿qué cantante? -inquirió Lucy rogando por que no fuera nadie que ella conociese, nadie relacionado con In Tight.
– Zeke Woodlow.
Lucy respiró aliviada. Un momento, pensó, ¿Zeke Woodlow? Había leído en la revista The Buzz que Zeke Woodlow se había comprometido con una joven llamada…
– Oh, Dios mío… Tu hermana gemela es Summer Elliott, ¿verdad? Entonces., ¿sois de los Elliott de Elliott Publication Holdings?
Scarlett frunció el entrecejo, como contrariada.
– Sí; ¿no lo sabías?
Había metido la pata hasta el fondo. Claro que Bryan tampoco le había dicho su apellido.
– No, es que… bueno… no sabía que fueseis esos Elliott -balbució aturullada-. Bryan y yo no llevamos saliendo mucho tiempo -añadió-. Y respecto a mi ropa, pues… la quemé.
– ¿La quemaste? ¿Toda tu ropa? -repitió Scarlett, mirándola de hito en hito.
Estupendo; cada vez lo estaba liando más.
– Mm… sí. Quería romper con el pasado y empezar de cero. Crecí en Kansas, en una granja, y… en fin, toda la ropa que tenía me parecía demasiado pueblerina para venir aquí a Nueva York.
Eso al menos era sólo una mentira a medias. Era cierto que sus padres tenían una granja en Kansas.
– ¿Y qué estaba haciendo Bryan en Kansas? Creía que estaba en Europa.
– Oh, y lo estaba. Nos conocimos en París, pero luego yo volví a Kansas para decirles a mis padres que me venía a Nueva York con Bryan.
– Así que volviste a Kansas, quemaste toda tu ropa… ¿y te viniste a Nueva York desnuda?
Lucy sonrió, como si aquella historia no fuese completamente absurda e increíble.
– Exacto.
Scarlett, que debió pensar que estaba bromeando, se echó a reír.
– Lindsay, me gusta tu estilo.
Mientras bajaba al restaurante, Bryan iba pensando que tendría que resultar muy convincente para que su familia creyera que Lucy era de verdad su novia. Nunca había tenido una relación seria. Bueno, en un par de ocasiones lo había intentado, pero había descubierto que a las mujeres no les gustaba que desapareciera de repente durante varias semanas. No era justo hacerle aquello a ninguna mujer. Además, siempre cabía la posibilidad de que un día se fuera a una misión y no regresara. Si eso ocurriera, aquella pobre mujer probablemente nunca sabría qué le había pasado.
Pero no por eso llevaba una vida de celibato; salía de vez en cuando, pero sin comprometerse, y únicamente con mujeres que comprendían sus reglas y que tampoco querían una relación seria.
Sin embargo, muy pocas veces había llevado a ninguna mujer a su casa, y mucho menos había tenido allí a una conviviendo con él, así que para que su familia se tragase el cuento de que iba en serio con «Lindsay» tendría que fingir que estaba loco por ella. Tendría que interpretar el papel de un hombre muy enamorado, con muestras de afecto en público, miradas amorosas…
Debería haber preparado mejor a Lucy para aquello, haber acordado con ella lo que debía decir si Scarlett le preguntaba de dónde era, cómo se habían conocido…
No, no tenía por qué preocuparse; Lucy era una chica lista y sabría arreglárselas. Bastaría con que luego lo pusiese al corriente de los detalles que le había dado a su prima para que no contasen una historia distinta.
Respecto al beso, sin embargo… había sido una suerte que Scarlett no hubiese estado prestando mucha atención en ese momento, porque Lucy se había quedado mirándolo como un animalillo deslumbrado por los faros de un coche cuando había despegado sus labios de los de ella.