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Era evidente que no se lo había esperado… igual que él tampoco había esperado que fuesen a sorprenderlo la suavidad y calidez de los labios de Lucy, y lo vulnerable que le había parecido de pronto.

Había sido un beso de lo más inocente; de hecho apenas se habían rozado sus labios, pero lo había sacudido por dentro como un terremoto. Jamás había experimentado nada semejante.

– ¡Eh, jefe, has vuelto! -lo saludó uno de los ayudantes del chef cuando entró en las cocinas.

– ¡Hombre, Bryan! -exclamó otro-. ¡Ni te imaginas lo que están gustando tus «rollitos de la Provenza»!

El chef, Kim Chin, nieto de emigrantes chinos, alzó la vista del salteado que estaba haciendo y gruñó:

– Ya era hora de que aparecieras.

Bryan esbozó una sonrisa culpable. Era verdad que últimamente había tenido algo desatendido el negocio, pero no era fácil llevar dos trabajos a la vez y el caso del banco Alliance Trust no le había dado un momento de descanso.

Mientras Lucy recopilaba información desde dentro para ellos, un par de agentes franceses y él habían estado siguiendo la pista a la gente que estaba recibiendo el dinero de los fondos de pensiones, para evitar que llegara a los terroristas en Irak.

– ¿Y Stash? -le preguntó a Kim.

– En el comedor, dorándole la píldora a los clientes, ¿dónde si no? Es lo único para lo que vale ese francés aburguesado.

Bryan sonrió para sus adentros. Kim solía meterse con Stash Martin, el gerente, cuando tenían mucho trabajo, pero en el fondo se llevaban bien, y todo el mundo sabía que Stash era quien mantenía la maquinaria bien engrasada en su ausencia, cuidando al máximo cada detalle.

Y hablando del rey de Roma…

– ¡Bryan, mon amie, has vuelto! -lo saludó Stash entrando en las cocinas en ese momento. Se acercó a él y fingió darle un par de besos en las mejillas-. Eres un desastre de dueño; pasas tanto tiempo fuera que un día de estos volverás y te encontrarás el restaurante convertido en una hamburguesería.

Bryan había estado inventando una larga historia para explicar su ausencia, pero dados los últimos acontecimientos lo abrevió con un «He conocido a alguien», y se preparó para las preguntas de Stash, que sin duda no serían pocas.

Cuando Lucy se miró en el espejo no podía creer lo que vieron sus ojos. Scarlett no se lo había permitido hasta ese momento, así que ver su nueva imagen fue una auténtica sorpresa. O más bien un auténtico shock. Ni su propia madre la reconocería… claro que ésa era la idea, al fin y al cabo.

Scarlett le había cortado el pelo, dejándoselo a la altura de la barbilla, y se lo había teñido de un rubio claro, y con un ligero toque de maquillaje hábilmente aplicado había logrado resaltar los rasgos más atractivos de su rostro.

Y el toque final lo daba la ropa. Después de que miraran juntas toda la ropa que Scarlett le había llevado, para decidir con qué conjuntos y prendas se iba a quedar, finalmente había optado por unos pantalones pirata negros, una camiseta de tirantes verde lima con el cuello en uve, que le quedaba pegada al cuerpo, y unas sandalias también negras de tacón.

Lo más sorprendente, sin embargo, era que de repente Lucy había descubierto que podía presumir de escote. Scarlett le había dado un sujetador que levantaba el pecho, y como por arte de magia sus senos parecían más grandes.

– Es alucinante -murmuró por tercera vez.

– Las modelos no tienen nada que no tengamos las demás -le dijo Scarlett-. Un estilista, maquillaje, una luz adecuada y un buen fotógrafo pueden convertir a una mujer del montón en una belleza.

A la vista estaba, pensó Lucy, mirándose de nuevo en el espejo. Sin embargo, no estaba segura de estar a la altura de su nuevo look. Las mujeres hermosas de verdad, como Scarlett, tenían confianza en sí mismas y eso se notaba en cómo caminaban, en cómo se expresaban… y eso era algo que ella no conseguiría aunque se pusiese el vestido más caro del mundo o la peinase el mejor peluquero de Nueva York.

– No sé, me temo que por mucho que quiera parecer una mujer de ciudad sigo siendo sólo una chica de Kansas.

– Deberías dejar de preocuparte por eso, Lindsay. Bryan me ha dicho que le gustas tal y como eres. Además, es la primera vez que va en serio con una mujer, y eso tiene que significar algo, ¿no crees? Estoy segura de que ha visto en ti algo muy especial.

Lucy suspiró en silencio. Lo que Scarlett no sabía era que en realidad no estaban saliendo juntos y que Bryan estaba cargando con ella porque era su deber, porque tenía que protegerla.

– ¿Os lleváis bien Bryan y tú? -le preguntó, curiosa por saber algo más sobre su supuesto novio.

– Sí, la verdad es que todos los primos nos llevamos muy bien. Todos trabajamos en la empresa familiar en un puesto u otro. A excepción de Bryan, claro; es el único que se ha librado.

– ¿Por qué crees que lo hizo? Escoger un camino distinto, quiero decir.

– Pues… supongo que porque desde niño fue distinto del resto de nosotros… por sus problemas de corazón, quiero decir.

¿Problemas de corazón? Bryan no se lo había mencionado, pero era obvio que Scarlett daba por hecho que sí, así que Lucy asintió y no dijo nada.

– No podía correr y jugar como nosotros, así que mi abuela lo entretenía enseñándole a hacer pasteles, galletas, y cosas así. Imagino que de entonces le viene su interés por la cocina. Después de la operación empezó a practicar varios deportes e incluso consiguió que lo admitieran en el equipo de atletismo en el instituto. Supongo que sentía la necesidad de recuperar el tiempo perdido. Empezó a estudiar Gestión de Empresas en la universidad con la idea de entrar a trabajar en la empresa de la familia, pero no terminó sus estudios y montó su propio negocio, el restaurante, ya sabes. Yo creo que fue el más listo de todos nosotros.

– ¿Por qué dices eso? -inquirió Lucy sorprendida-. Estoy segura de que muchísimas mujeres darían lo que fuera por trabajar en una revista como Charisma.

– Oh, no, entiéndeme, yo me siento muy orgullosa de formar parte del equipo de Charisma, pero con lo caldeados que están los ánimos ahora mismo… Bryan no te lo ha contado, ¿no?

– ¿Contarme qué? -inquirió Lucy intrigada.

– Nuestro abuelo Patrick ha decidido jubilarse a finales de este año, y quiere que le suceda como presidente de la compañía uno de sus cuatro hijos, cada uno de los cuales es director de una de las revistas más importantes de Elliott Publicación Holdings: Pulse, Snap, The Buzz, y Charisma -le explicó Scarlett-. La idea es que obtendrá el puesto aquél que mayores beneficios haya conseguido aportarle a la compañía al acabar el año.

– Vaya.

– Lo malo es que se han tomado esta competición tan en serio que el ambiente en la empresa se ha vuelto muy tenso -añadió Scarlett-. Mi tía Finola, que es mi jefa en Charisma, prácticamente vive en la redacción; no descansa un momento. Está obsesionada con ganar. Y mi tío Michael… en fin, su esposa está recuperándose de un cáncer de mama y debería estar más pendiente de ella que de esta estúpida competición, la verdad. Todavía no puedo creerme que a mi abuelo se le ocurriera algo así.

Lucy no sabía qué decir. Desde luego no debía ser nada agradable trabajar con toda esa presión.

– Perdona, no sé si Bryan querría que te contara estas cosas -se disculpó Scarlett.

– Tranquila; no le diré que me lo has contado -le dijo Lucy.

Le echó un vistazo a su reloj de pulsera y se sorprendió de ver que era casi la una de la madrugada.

– Vaya, qué tarde es.