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Agujero negro Sag A

La oscuridad se agolpa como un mundo perdido en aquello que existe. Los años, largos y profundos, se han marchado a dormir sus temores sobre el lecho de escombros de alguna primavera. Y la inmensidad es materia corriente, como yo.

Antares, en el corazón de Escorpión

Hace años, nada me importaba, ni las pálidas ruinas de la luz o sus estryaciones rojas, la íntima pureza de un Sol amurallado por su propio temblor que no ha encontrado cielo en que aliviarse. Hoy, la aurora acaricia mi frente, me trata como a un adversario, tiene el poder y el deseo de un señor feudal. Lentamente me apaga el corazón con sus dedos.

El problema del horizonte

¿Qué me impide ser libre? – Ser libre encierra una cierta forma de traición-. En la apacible mañana, sangrienta de misterios, he intentado vivir, caminar sobre el cielo. Van pasando las horas, la brisa mueve suavemente las cortinas. Soy una ardiente defensora del vacío. La línea del horizonte se ha enredado en silencio a mi lado, es un lazo que me ato a la cintura. Un azul derrotado mendiga su esplendor por las vastas galerías del firmamento en brasas. El día y la noche escancian la inquietud del otoño para ponerla con cuidado, como gotas de lluvia que no es agua, sobre el cristal de mis ventanas. Es cierto, no soy libre y yo no sé muchas cosas, pero sé una gran cosa: que las cosas son lo que son porque fueron lo que fueron.

Autobiografía titulada «Nacida en cautividad»

Viví en la encrucijada del siglo XX al XXI, y los años como perros felices transcurrieron. Amé la soledad que nunca tuve, y esa enorme tristeza que medita en las flores y desgarra las brumas con fulgor de tormenta cuando llega el ocaso. Decían: «Ha llegado el tiempo de morir, el fin se acerca», y era raro poder llenar las llagas de la vida. Oh, aquellos años encendidos de pensamientos salvajes, una plata convulsa que llegaba hasta el mar en compañía de bestias y de secretos cantos de sirenas. Oh, las aves silvestres y las tardes de Marzo todavía no nacidas. Un afán de inocencia se hizo costumbre en mí, mientras la noche bordaba a punta de navaja mi corazón roído en un cielo de tierra.

Flecha del amor blanco

(poesía)

Si el orden satisface a la razón,

el desorden hace las delicias de la imaginación.

Paul Claudel

I

Junto a mi voz está el vacío, una escarcha que espera su milagro de frialdad. El alba brotando en la pared, un dragón de cristal tras las cortinas, el cesto con manzanas que saben a agonía, y tu cuerpo que a veces es hermoso si no recuerda nada. – Te cambio lo vivido por todo lo soñado-. No te muevas. Lo inmóvil es estático porque no tiene realidad. ¿Qué prefieres? ¿El fragor de las lágrimas, la cárcel que es el corazón, o fingir que no puedes estar a mi lado? Siempre hay tiempo para el amor y el vino, para la infinitud que habla un lenguaje de pájaros. Hay que vivir allí donde crece el azahar, al lado de un mar que siempre se confunda con el cielo. – Tu cuerpo de alabastro hace una sombra que no es suya, con las fauces abiertas-. Parece que vivir fuese algo muy simple. Hay rincones en ti que se rompen después de las caricias, y hoy el cielo está hirviendo de colores azules para que el aire claro del otoño deje sitio a la lluvia. ¿Tienes pétalos de color escarlata, te conmueves? ¿Te aproximas a la luz con cada paso, como una mariposa aturdida que se quema entre llamas mientras piensa lo bello que es el fuego frente a la oscuridad?

II

El horizonte es una línea de carne tibia que nunca podré acariciar. ¿Sigues amándome, eres asunto mío? Te has sumido en la paz de tu sueño, ¿has dejado las llaves puestas para que yo pueda entrar? – Sin emoción, no ocurriría nada por lo que tú puedas preguntarme-. He visto el humo que flotaba bajo una multitud de cometas azules. El Cinturón de Orion era un camino extraño hacia la intemperie. Broté como una frágil luz que el tiempo cinceló sobre los astros, – Soy un lobo de invierno que le gime a la Luna-. Dos nubes de polvo iluminado murmuran de vida. El aire anuncia que pronto amanecerá, que el Sol hará pedazos las irisaciones de la niebla en el jardín, la apariencia de vida de todo lo que sueñas, la luz de las estrellas que se exhibe como un terror lejano. ¿Sigues buscando el camino hacia un cosmos que se derrita gota a gota en tu silencio? ¿Sigues amándome mientras duermes? La noche está tranquila, pero ¿a dónde se irá el cielo si aún no ha aprendido a volar?

Cuidado con las flores

Todo ocurrió bajo el viento que pasa esparciendo las risas de los niños por el zarzal azul del cielo atardecido. – Algo queda en mis ojos todavía que es digno de los dioses-. – Nunca tuve cuidado de aquello que soñé-. Yo, que fui una llama pura en medio de esta larga soledad. El ardor, la música y el ansia están grabados como luz ilusoria en el paisaje. – Nunca llevé a mis sueños de la mano-. El corazón de amanecer de todo lo que he amado florecerá como un espino, volverá a soñar que no ha nacido aún. Yo fui la noche. A solas con mi estrella susurré que era dulce beber el vino de noviembre y mecerse a la sombra de los sauces, tal vez morir tranquilamente bajo un redondo firmamento sin entender siquiera que hay caminos también para las flores.

Finales de partida

(Bucle de Cygnus)

Partiré junto a ti. Mis daños son las flores de un pequeño cerezo que crece con el alba. Le lanzaré flechas, si declina, a la tarde. Pagaré los tributos de los ríos con mil piedras preciosas arrojadas al agua. No volveré a mi tierra, a la estancia de jade de la noche. Vendrá la lluvia de puntillas. Iniciarán su vuelo las aves que devora esa ardiente melancolía que estremece a los vivos. Interpretaré los sueños de los tigres que gozan en la hierba. Atizaré la hoguera de los astros con mis dedos de sándalo. Mientras talo el dolor del árbol de mi cuerpo, rama a rama, yo partiré contigo. Sin armas, sin escudo, sin otro ejército que mi afligido corazón, ribazo del estanque de una tristeza sin regreso.