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– No digas nada o perderé la compostura.

– Como quieras -dijo él-. Vayamos a por un trozo de tarta. Una vez que consiguieron el pastel, él tosió y se golpeó el pecho como si también hubiera desarrollado una repentina alergia.

April logró al fin apartarse del gentío. Encontró un lugar protegido tras unos arbustos en la zona más alejada del parque, se sentó en el césped contra la cerca, y se permitió a sí misma llorar a lágrima viva. Había recuperado a su hijo. Aún tenían que ir con pies de plomo, ya que ambos eran tercos como mulas, pero tenía fe en que lo resolverían todo con el tiempo.

A lo lejos, el cantante de la banda de rock se atrevió con un rap de chico blanco que sonaba de pena. Jack apareció por una esquina de los arbustos, invadiendo su santuario privado.

– Detén a ese chico antes de que ios niños de este parque sufran daños emocionales. -Al sentarse a su lado, fingió no darse cuenta de sus ojos rojos por el llanto.

– Prométeme que nunca cantarás algo como eso -dijo ella.

– Sólo en la ducha. Aunque ahora que lo dices…

– Prométemelo.

– De acuerdo. -Le cogió la mano, y ella no intentó apartarla-. Te he visto con Dean.

Los ojos de April volvieron a llenarse de lágrimas.

– Me presentó como su madre. Fue algo maravilloso.

Jack sonrió.

– ¿Lo hizo? Me alegro.

– Espero que algún día vosotros dos…

– Estamos en ello. -Le acarició la palma con el pulgar-. He estado pensando sobre tu aversión a los rollos de una noche. Creo que la solución es que tengamos citas como adultos normales.

– ¿Quieres salir conmigo?

– Ya te dije ayer que ahora prefiero las relaciones de verdad. Necesito un lugar permanente donde establecerme ahora que voy a vivir con Riley, y bien puede ser en Los Ángeles. -Jugueteó con sus dedos, llenándola de una dulce y dolorosa tensión-. Espero que esto me dé puntos para nuestra próxima cita.

– Qué poco sutil. -April no debería haber sonreído.

– No podría ser sutil contigo ni aunque me obligaran. -La diversión desapareció de los ojos de Jack-. Te deseo, April. Con cada parte de mi ser. Quiero verte y tocarte. Quiero saborearte. Quiero estar dentro de ti. Lo quiero todo.

Ella finalmente apartó la mano.

– ¿Y después qué?

– Volveremos a empezar desde el principio.

– Para eso hizo Dios a las groupies, Jack. Personalmente, me gustan las cosas un poco más profundas.

– April…

Ella se puso de pie y se fue a buscar a Riley.

Dean logró al fin apartar a Blue de la multitud y conducirla cerca del viejo cementerio de la Iglesia Baptista. La llevó hacia la sombra del monumento más impresionante del cementerio, un monolito de granito negro dedicado a Marshall Garrison. Se dio cuenta de que ella estaba nerviosa y que intentaba ocultarlo.

– ¿Cómo se han enterado de que April es tu madre? -dijo ella-. Todo el mundo habla de ello.

– No vamos a hablar de April. Vamos a hablar de lo que sucedió ayer.

Ella apartó la mirada.

– Sí, qué alivio, ¿verdad? ¿Puedes imaginarme con un bebé?

Por raro que pareciera, sí que podía. Blue sería una madre estupenda, tan ferozmente protectora como cualquiera de sus compañeros de equipo. Apartó la imagen de su mente.

– Hablo de tus estúpidos planes de abandonar el pueblo el lunes.

– ¿Por qué son estúpidos? Nadie considera estúpido que tú te vayas a entrenar el viernes siguiente. ¿Por qué tú sí puedes marcharte y yo no?

Ella estaba siendo demasiado sensata. Él quería recuperar a la pastorcilla.

– Porque no hemos terminado, por eso -dijo él-, y no hay razón alguna para apresurar el final de algo que ambos estamos disfrutando.

– Hemos terminado del todo. Soy una nómada, ¿recuerdas?, y es hora de que me ponga en movimiento.

– Bien. Pues acompáñame cuando regrese en coche a Chicago. Te gustará aquello.

Ella deslizó la mano por el canto del monumento a Marshall.

– Demasiado frío en invierno.

– No es problema. Todas mis casas tienen chimeneas y radiadores que funcionan a la perfección. Puedes instalarte allí.

Él no supo cuál de los dos se había quedado más asombrado por sus palabras. Ella se quedó paralizada y luego sus pendientes púrpuras brillaron contra sus rizos oscuros cuando se volvió hacia él.

– ¿Quieres que viva contigo?

– ¿Por qué no?

– ¿Quieres que vivamos juntos?

Dean jamás había permitido que una mujer viviera con él, pero pensar en compartir el mismo espacio que Blue era una idea maravillosa.

– Claro. ¿Cuál es el problema?

– Hace dos días, ni siquiera querías presentarme a tus amigos. Y, ¿ahora quieres que vivamos juntos? -No parecía tan ruda como de costumbre. Tal vez fuera el vestido, o esos rizos suaves que le enmarcaban la cara. O puede que fuera el pesar que vislumbró en esa mirada de pastorcilla. Le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.

– Hace dos días estaba confundido. Ahora no lo estoy.

Ella se apartó bruscamente.

– Ya entiendo. Al final te parezco lo suficientemente respetable para aparecer en público contigo.

Él se envaró.

– Tu apariencia no tiene nada que ver con esto.

– Ahora me dirás que es una simple coincidencia. -Lo miró directamente a los ojos-. Es algo difícil de creer.

– ¿Por qué clase de imbécil me tomas? -contraatacó él sin darle tiempo a que replicara-. Quiero enseñarte Chicago, eso es todo. Y necesito tiempo para pensar hacia dónde se dirige nuestra relación

– ¡Venga ya! Yo soy aquí el único cerebrito, ¿recuerdas? Tú eres el que recorre las tiendas y se prueba los perfumes.

– Basta ya. Deja de bromear sobre algo tan importante.

– Mira quién habla.

Sus tácticas no estaban dando resultado, y Dean sentía que comenzaba a perder la paciencia, así que intentó aferrarse a un tema neutral.

– También tenemos un asunto pendiente. Te pagué por unos murales, pero aún no he dado el visto bueno.

Ella se frotó la sien.

– Sabía que los odiarías. Te lo advertí.

– ¿Cómo podría odiarlos? Ni siquiera los he visto.

Ella parpadeó.

– Quité el plástico de las puertas hace dos días.

– Pero no he ido a verlos. Se suponía que me los enseñarías tú, ¿recuerdas? Era parte de nuestro trato. Con el dinero que he invertido en esas paredes, merezco verlas por primera vez con la artista que las pintó.

– Estás intentando manipularme.

– Los negocios son los negocios, Blue. Aprende a distinguir la diferencia.

– Bien -le espetó ella-. Iré mañana.

– Esta noche. Ya he esperado suficiente.

– Deberías verlos a la luz del día.

– ¿Por qué? -dijo él-. Lo más seguro es que cene allí todas las noches.

Ella le dio la espalda al monumento, y a él, y se dirigió hacia la entrada.

– Tengo que llevar a Nita a casa. No tengo tiempo para esto.

– Te recogeré a las ocho.

– Iré yo sola. -El dobladillo desigual revoloteó sobre sus rodillas mientras se alejaba del cementerio.

Dean deambuló entre las lápidas un rato, intentando poner sus pensamientos en orden. Le había ofrecido algo que jamás le había ofrecido a otra mujer, y ella se lo había tirado a la cara como si no significara nada. Estaba intentando jugársela a un quarterback, pero no era rival para él. No sólo no sabía hacerse cargo del equipo, ni siquiera sabía ocuparse de sí misma. De alguna manera, tenía que arreglar todo eso, y no tenía demasiado tiempo.