– Esta canción era para mi amiga, la señora Garrison.
La gente comenzó a pedir un bis a gritos. Dean sonrió, y Blue también. Riley sujetó la púa entre los labios y afinó la guitarra de nuevo. Sin pararse a pensar en los derechos de autor o el secretismo que rodeaba a una canción nueva de Patriot, Riley comenzó a tocar «Llora como yo», una de las canciones en las que él había estado trabajando en la casita de invitados. No podría haber estado más orgulloso. Al final, la gente aplaudió y ella se puso con «Sucio y rastrero» de las Moffats. Jack se dio cuenta de que elegía las canciones más por la facilidad de los acordes que por la propia canción. Esta vez, cuando terminó, dio las gracias con sencillez y devolvió la guitarra, ignorando a la gente que le pedía un bis. Pero como todo buen cantante, sabía cuándo debía retirarse.
Dean llegó hasta ella el primero y se pegó a Riley como una lapa cuando la gente la rodeó para felicitarla. A Riley le costaba mucho reconocer a nadie. La señora Garrison parecía tan orgullosa como si hubiera sido ella la que cantara. Blue estaba resplandeciente, y April no paraba de reírse.
Riley no miraba a Jack. Jack recordó el correo electrónico que había enviado a Dean cuando había intentado averiguar por qué ella mantenía en secreto lo bien que cantaba.
«Averígualo por ti mismo», había dicho Dean.
En aquel momento, Jack había pensado que Riley temía que él no la amase si no cantaba lo suficientemente bien, pero ahora comprendía mejor a su hija. Riley sabía de sobra lo bien que cantaba, por lo que no se trataba de eso.
Cuando la multitud comenzó a dispersarse, algunas personas lo miraron con fijeza. Alguien lo reconoció. Una mujer de mediana edad lo miró con ojos perspicaces.
– P-perdón…, pero…, ¿no es usted Jack Patriot?
Dean, que lo había visto venir, se puso inmediatamente a su lado.
– ¿Podría darle un respiro?
La mujer se sonrojó.
– No puedo creer que sea él. Aquí en Garrison. ¿Qué está haciendo aquí, señor Patriot?
– Me gusta este pueblo. -Miró por encima de la mujer para ver cómo Nita y Blue protegían a Riley
– Jack es amigo mío. Se hospeda en la granja-dijo Dean-. Ha venido a Garrison porque aquí puede encontrar privacidad.
– Claro, entiendo.
De alguna manera, Dean logró mantener alejados al resto de los curiosos. Blue y April acompañaron a Nita al coche. Dean le dio un empujón a Riley para que se acercara a su padre y luego desapareció, sin darle más opción que dirigirse hacia Jack. Ella parecía tan ansiosa que a Jack le dolió el corazón. ¿Y si se equivocaba en sus conclusiones? Pero no tenía tiempo de hacer más conjeturas. Le dio un beso rápido en la coronilla. Riley olía a tarta de cumpleaños.
– Estuviste genial allí arriba-le dijo-. Pero no quiero que mi hija se convierta en una estrella de rock para adolescentes.
Ella levantó la cabeza con rapidez. Él contuvo el aliento. Los ojos de Riley se convirtieron en grandes charcos de incredulidad.
– ¿De veras? -dijo, soltando un largo suspiro.
Había hecho muchos avances con ella ese verano, y el más leve paso en falso podría estropearlo todo.
– No estoy diciendo que me niegue a que vayas a clases de canto, eso es decisión tuya, pero tienes que mantener la cabeza en su sitio. Tienes una voz asombrosa, pero tus verdaderos amigos son aquellos que te quieren por ser quien eres y no porque seas buena cantando. -Hizo una pausa-. Como yo.
Los ojos castaños de Riley -tan parecidos a los de él- se agrandaron.
– O Dean y April -añadió él-. O Blue. Incluso la señora Garrison. -Estaba pasándose un poco, pero necesitaba asegurarse de que ella lo comprendía-. No tienes que cantar para conseguir la amistad ni el amor de nadie.
– Lo comprendes -susurró ella.
Él fingió no oírla.
– Llevo muchos años en este negocio. Y he visto de todo.
Ahora ella comenzó a preocuparse.
– Pero aún puedo cantar para alguna gente, ¿no? Además quiero aprender a tocar bien la guitarra.
– Eso es cosa tuya. Pero nunca dejes que nadie te juzgue sólo por tu voz.
– Te lo prometo.
Él le pasó el brazo por los hombros y la atrajo hacia él.
– Te quiero, Riley.
Ella apoyó la mejilla contra su pecho.
– Yo también te quiero, papá.
Era la primera vez que ella se lo decía.
Se dirigieron hacia el coche agarrados por la cintura. Pero antes de llegar, ella le dijo:
– ¿Podemos hablar de mi futuro? No me refiero al canto, sino a la escuela, dónde voy a vivir y todo eso.
En ese mismo momento, él supo con exactitud cómo iban a ser las cosas de ahora en adelante.
– Demasiado tarde -dijo Jack-. Ya he tomado una decisión.
La vieja mirada de precaución apareció en los ojos de Riley.
– No es justo.
– Yo soy el padre, y yo tomo las decisiones. Odio ser el portador de malas noticias, estrellita, pero no pienso dejar que te vayas a vivir con tu tía Gayle y Trinity por más que me lo pidas.
– ¿De veras? -Las palabras surgieron en un ahogado susurro.
– Aún no he resuelto todos los detalles, pero nos iremos a vivir a Los Ángeles. Buscaremos allí un buen colegio para ti. Y ya te aviso de que no será un internado. Te quiero lo suficientemente cerca de mi para poder vigilarte. Contrataremos a un ama de llaves que nos guste a los dos para que se quede contigo cuando tenga que viajar. Y por supuesto, verás a April… pero aún estoy trabajando en esa parte. ¿Qué te parece?
– ¡Creo… creo que es lo mejor que podía pasarme!
– Eso mismo opino yo.
Cuando se subió al coche, Jack sonrió. El rock'n'roll podía mantenerte joven, pero había algo maravilloso en madurar.
24
Blue llegó a la granja una hora más tarde de lo acordado. Se había cambiado el vestido amarillo por un top blanco y unos pantalones cortos de color caqui que le quedaban como un guante. Dean esperaba que Jack y Riley no los interrumpieran tal como les había pedido.
– No quiero hacer esto -dijo Blue cuando entró en el vestíbulo.
Para no caer en la tentación de besarla, Dean cerró la puerta principal.
– Lo mejor es hacerlo de una vez. Entra tú primero en el comedor y enciende todas las luces, así me llevaré el susto de golpe.
No consiguió arrancarle ni la más leve sombra de una sonrisa. Era extraño ver a Blue tan deshecha.
– Será lo mejor. -Ella y sus nuevas sandalias color púrpura entraron con rapidez en el comedor delante de él. Dean quería tirar esos zapatos a la basura para hacerle poner esas horrorosas botas negras militares. Blue encendió las luces del comedor.
– Vas a odiar estos murales -dijo ella desde dentro.
– Creo que ya lo has mencionado antes. -Dean esbozó una sonrisa-. Tal vez deberías beber un trago para relajarte. -Él se acercó y entró en el comedor. Su sonrisa se desvaneció.
Dean estaba preparado para un montón de cosas, pero no para lo que vio. Blue había creado un bosque lleno de luz y fantasía. Pálidos rayos de sol asomaban entre las hojas de los árboles. Un columpio hecho de vides en flor colgaba de una rama curva. Un montón de flores imaginarias crecían como si fueran una brillante alfombra alrededor de un carromato gitano asentado al lado de un estanque de fantasía. No se le ocurría nada que decir. Salvo lo que no debía.
– ¿Eso es un hada?
– S… sólo una pequeñita. -Ella levantó la vista para observar la diminuta criatura que los miraba con atención desde encima de la ventana principal. Luego enterró la cara entre las manos-. ¡Lo sé! ¡Está fatal! No debería haberla pintado, pero el pincel se movió solo, cobró vida. Debería haberla borrado. A ella y… y a todas las demás.