Udad empujó a Akma, que se tambaleó pero no cayó. Aquello no era sorprendente. No, lo sorprendente fue que Didul se lanzó sobre Udad y lo derribó. Udad se levantó de inmediato, dispuesto a pelear.
—¿Qué pasa? ¿Quieres que te dé una paliza? Didul se levantó y lo miró a los ojos.
—¿Es todo lo que puedes hacer? ¿Dar palizas a los que son más pequeños que tú? Si me tocas, probarás que todo lo que ella dijo es cierto.
Udad se sonrojó, confundido. Chebeya veía cómo oscilaban los lazos de lealtad. Udad, inseguro, de pronto ansiaba la admiración de Didul, pues le avergonzaba no tenerla; Didul, a su vez, buscaba la admiración de Chebeya. Ése era el comienzo de la lealtad. ¿No sería una venganza perfecta, volver a los hijos de Pabulog contra su padre?
No, no venganza. Liberación. Eso es lo que estamos intentando, salvarnos, ya que el Guardián no se decide a intervenir.
—No sé si nuestro plan funciona o no —dijo el Alma Suprema.
Shedemei rió entre dientes.
—Bien, al menos el Guardián nos ha prestado atención. Ese sueño que le envió a Akma. Y el repentino impulso de Chebeya de desafiar a los hijos de Pabulog. Siempre que haya sido el Guardián.
—Pero el Guardián no nos dice nada. Somos un mosquito zumbando en sus oídos. Nos aparta de un manotazo.
—Pues sigamos zumbando.
—Los planes del Guardián seguirán adelante sin importar lo que hagamos —dijo el Alma Suprema.
—Espero que sí —convino Shedemei—. Pero creo que le interesa mucho lo que haga la gente. Allá en la Tierra, pero también en esta nave. Le interesa lo que ocurre.
—Tal vez al Guardián sólo le interese la gente de la Tierra.
Tal vez ya no se preocupe por la gente de Armonía. Quizá debería regresar a Armonía e informar a mi otro-yo de que mi misión ha concluido y de que podemos dejar que los humanos de allí hagan lo que deseen.
—O quizás el Guardián desee que te quedes aquí —dijo Shedemei. Y entonces se le ocurrió otra idea—. Puede que aún necesite los poderes de la nave estelar. El manto de capitán.
—Tal vez te necesite a ti —dijo el Alma Suprema. Shedemei rió.
—¿Tendré aquí semillas y embriones que desea que ponga en alguna parte de la Tierra? Sólo tiene que enviarme un sueño y los pondré donde diga.
—Conque seguiremos esperando —dijo el Alma Suprema.
—No, seguiremos azuzando —respondió Shedemei—. Como hizo Chebeya. Sacaremos a ese viejo oso de su guarida y lo provocaremos.
—No entiendo bien el sentido de tu metáfora. Los osos son destructivos y peligrosos si se los provoca.
—Pero te dedican toda su atención. —Shedemei rió de nuevo.
—Creo que no respetas lo suficiente el poder del Guardián.
—¿Qué poder? Hasta ahora el Guardián sólo nos ha mostrado sueños.
—Si es lo único que has visto —dijo el Alma Suprema—, no estabas mirando.
—¿De veras?
—El Gornaya, por ejemplo, ese macizo de montañas altísimas. Los datos geológicos anteriores a la partida de los humanos, hace cuarenta millones de años, no indican formaciones ni movimientos tectónicos que pudieran haber causado eso. Las placas de esa zona no se desplazaban en la dirección que favorecería plegamientos y elevaciones tan increíbles. De pronto, la placa de Cocos comenzó a desplazarse hacia el norte a mayor velocidad y con más fuerza que ningún otro movimiento tectónico jamás registrado. Embistió la placa del Caribe con una fuerza irresistible.
Shedemei suspiró.
—Soy bióloga. No sé mucho de geología.
—Pero entiendes lo que digo. Hablo de una docena de cordilleras cuyos picos superan los diez kilómetros de altura. Y surgieron durante los diez primeros millones de años.
—¿Eso es rápido?
—Aun ahora, la placa de Cocos se desplaza hacia el norte tres veces más rápido que cualquier otra placa de la Tierra. Eso significa que debajo de la corteza terrestre existe una corriente de roca fundida que avanza rápidamente hacia el norte, la misma corriente que causó una grieta en América del Norte a lo largo del valle del Mississippi, la misma corriente que hizo trizas América Central, unió los fragmentos y…
El Alma Suprema guardó silencio.
—¿Qué?
—Estoy investigando un poco.
—Oh, perdón por interrumpir —dijo Shedemei.
—Esto tiene que haber comenzado antes que los humanos se fueran de la Tierra —dijo el Alma Suprema.
—¿Sí?
—Los terremotos, los volcanes de la cordillera de las Galápagos… ¿qué fue lo que cubrió de hielo la Tierra durante un tiempo? En mi memoria, se relacionaba con una mala conducta humana… con guerras, armas nucleares y biológicas. ¿Pero cómo lograron esas cosas que la Tierra se volviera inhabitable?
—Me encanta ver a una mente brillante en acción.
—Tendré que repasar todos mis archivos de ese período —dijo el Alma Suprema—. Exploraré la posibilidad de que fuera el movimiento de la placa de Cocos, y no la guerra directamente, lo que causó la destrucción de las zonas habitables de la Tierra.
—¿Estás diciendo que la guerra pudo causar el desplazamiento de la placa de Cocos? Es absurdo.
El Alma Suprema ignoró aquel comentario despectivo.
—¿Por qué los humanos abandonaron la Tierra? Los cavadores y los ángeles lograron sobrevivir. Nunca me lo había planteado hasta ahora, ¿pero no te parece un tanto sospechoso? Sin duda algunos humanos podrían haber sobrevivido. En una zona ecuatorial.
—Por favor, sé que tienes inventiva e inspiración incorporadas a tus algoritmos pensantes —dijo Shedemei—, pero no estarás diciendo en serio que los atropellos humanos pudieron causar el desplazamiento de la placa de Cocos.
—Estoy diciendo que tal vez los abusos humanos instaron al Guardián de la Tierra a provocar el desplazamiento de la placa de Cocos.
—¿Y cómo podría hacer eso?
—Soy incapaz de imaginar una entidad con poder suficiente para desplazar las corrientes de magma que hay bajo la corteza del planeta —dijo el Alma Suprema—. Pero tampoco puedo imaginarme una fuerza natural capaz de causar las muchas anomalías que crearon el Gornaya. El mundo está lleno de cosas extrañas y antinaturales, Shedemei. La interdependencia simbiótica que existía entre cavadores y ángeles, por ejemplo. Tú misma dijiste que era artificial.
—Y mi hipótesis es que tales cambios fueron introducidos deliberadamente por los seres humanos antes de su partida.
—¿Pero por qué, Shedemei? ¿Con qué propósito? ¿Por qué iban a molestarse si sabían que abandonarían el planeta y no pensaban regresar nunca?
—Creo que es posible que atribuyamos demasiados acontecimientos a los planes y proyectos del Guardián de la Tierra —dijo Shedemei—. El Guardián manda sueños e influye sobre la conducta humana. No tenemos pruebas de nada más.
—No tenemos pruebas. O tenemos cuantas pruebas podamos imaginar. Debo investigar. Hay lagunas en mis conocimientos. Se me ha ocultado la verdad, pero sé que el Guardián tiene algo que ver en todo esto.
—Investiga cuanto quieras. Me encantará enterarme del resultado.
—Es posible que mi programa me impida encontrar la verdad —dijo el Alma Suprema—. Y que mi programa me impida encontrar el modo en que mi programa me oculta la verdad.
—Demasiado circular.
—Puede que necesite tu ayuda.
—Y puede que yo necesite una siesta. —Shedemei bostezó—. No creo que ningún ordenador, ni siquiera el Guardián de la Tierra, tenga poder sobre cosas tales como las corrientes de magma. Pero te ayudaré si puedo. Tal vez, al investigar esta poco probable hipótesis, te encuentres con algo útil.
—Al menos conservas la amplitud de miras —dijo el Alma Suprema.
—Estoy segura de que lo dices como un cumplido —contestó Shedemei.