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– Es demasiado pronto para especular ahora acerca de los motivos -cortó Knutas.

– ¿Martina Flochten era conocida por la policía holandesa o sueca?

– Por lo que sabemos, no.

– Como se sabe, llevaba varios días desaparecida, ¿por qué la policía no ha registrado antes Vivesholm estando, como está, tan cerca de Warfsholm?

– No hemos visto ninguna razón para hacerlo. La policía debe rastrear las zonas de una en una, empezando por aquella donde la persona desaparecida haya sido vista por última vez y luego, a partir de ese lugar, se va ampliando gradualmente el círculo.

– ¿Tenéis alguna otra pista del asesino?

– Un criminal siempre deja pistas, no puedo detallar cuáles son para no entorpecer la investigación.

– ¿Qué está haciendo ahora la policía?

– Como ya he dicho, trabajamos intensamente con los interrogatorios y las declaraciones de los testigos. La policía agradece cualquier tipo de información, tanto de quienes asistieron a Warfsholm la noche en que tuvo lugar el concierto de Eldkvarn como de aquellos que quizá hayan visto a Martina en compañía de alguna persona que pueda resultar de interés para la investigación. Queremos pedir la colaboración de la gente, cualquier aportación puede resultar de capital importancia en esta fase inicial.

Knutas se levantó para indicar que la rueda de prensa había finalizado. Ignoró la tromba de preguntas que cayeron sobre él. Varios periodistas lo rodearon para intentar entrevistarlo a solas.

Una hora después el espectáculo por fin había concluido y Knutas se refugió en su despacho. Siempre le había parecido complicado el trato con la prensa en estos casos importantes. Había que conseguir un equilibrio entre contar lo suficiente y no dar demasiados detalles para no perjudicar la investigación.

Cuando entró en su despacho, llamó el forense, que había terminado el reconocimiento del cadáver en el lugar donde fue hallado.

– Debo decir que nunca he visto nada parecido, nos enfrentamos a un asesino anómalo de verdad.

– De eso ya nos habíamos percatado.

– Sólo he hecho un reconocimiento preliminar y no se pueden extraer conclusiones firmes, pero sí que se pueden deducir algunas cosas.

– Veamos.

– Me inclino a pensar que lleva muerta por lo menos tres o cuatro días.

– ¿Se puede concluir, por tanto, que la asesinaron la misma noche que desapareció?

– Es altamente probable. Ha sido sometida a varios tipos de violencia y hasta que no se le practique la autopsia no puedo estar absolutamente seguro de qué fue lo que le causó la muerte. A juzgar por las lesiones, yo diría que no murió por el corte en el vientre.

– Eso era lo que sospechaba Sohlman también.

– Por el contrario hay signos de que puede haber muerto ahogada.

– ¿Ah, sí?

– He encontrado restos de espumarajos alrededor de la boca que recuerdan a la clara de huevo batida intensamente. Cuando se sumerge a la víctima se produce una especie de espuma en la tráquea. Además, también tiene restos de algas y de arena en el pelo y debajo de las uñas, lo que indica que el agresor le sujetó la cabeza bajo el agua en la orilla de la playa. Al oponer resistencia clavó las uñas en el fondo, de ahí los restos. También presenta marcas de arañazos donde la agarraron, en la parte posterior de la cabeza y en los brazos. He encontrado arena y cieno del fondo en la boca, y en los ojos tiene muchos puntitos rojos que le pueden haber salido al intentar resistirse o por la falta de oxígeno. Como ya he dicho, no me atrevo aún a pronunciarme definitivamente sobre la causa de la muerte, pero según todos los indicios estaba muerta antes de que fuera colgada de la soga. Así pues, lo más probable es que el asesino primero la ahogara sumergiéndole la cabeza en aguas poco profundas. Con casi completa seguridad debió de ahogarla en otro lugar. Luego trasladó el cuerpo a Vivesholm.

– ¿Por qué piensas que la asesinaron en otro lugar?

– Pues sencillamente porque en Vivesholm no hay esa clase de arena.

– ¿La mataron en una playa entonces?

– No necesariamente, pero el fondo era arenoso. En el promontorio de las aves, donde fue encontrada, el fondo es sobre todo rocoso. Habría tenido otras lesiones en las manos si la hubiera ahogado allí.

– Entiendo.

Knutas tomó notas diligentemente. Quedó impresionado ante la cantidad de información que podía obtener un forense de un cadáver.

– Lo que me pregunto es cómo pudo el asesino colgar el cuerpo, tuvo que izarla de alguna manera, no puede haberlo hecho él solo -continuó el médico-. La chica pesará unos sesenta o sesenta y cinco kilos, y tantos kilos de peso muerto son difíciles, por no decir casi imposibles, de levantar uno solo.

– ¿Crees que fue más de uno?

– O eso o se trata de un hombre fuerte físicamente y con un ingenioso método para colgar.

El forense se aclaró la garganta.

– Hay otra cosa que me desconcierta. Se trata del corte que tiene en la tripa y la sangre que sale de él.

– ¿A qué te refieres?

– El corte parece lo suficientemente profundo como para haber seccionado la arteria aorta, lo cual supone la pérdida de gran cantidad de sangre. La acumulación de sangre en el suelo debajo del cuerpo debería ser mayor. Podría pensarse que el asesino ha recogido parte de la sangre.

– ¿Estás seguro? Sohlman hizo hace poco la misma observación en otro caso. ¿Habrás oído hablar del caballo degollado hace poco más de una semana?

– Sí, claro.

– Allí el agresor había hecho lo mismo.

– Eso no lo había oído.

El forense parecía sorprendido.

– No, pero eso fue lo que ocurrió. En opinión del veterinario que reconoció al caballo, habían recogido la sangre. ¿Cuándo podremos tener un informe preliminar de la autopsia?

– El cuerpo va ahora camino del laboratorio del Instituto Forense. Voy a intentar que la autopsia completa esté lista enseguida. Mañana por la tarde te enviaré por fax un informe preliminar.

– Sería estupendo -dijo Knutas agradecido-. Otra cosa, ¿has podido ver si hay signos de violencia sexual?

– No presenta ningún daño externo que apunte en esa dirección. Espero que mañana podamos saber si la violaron.

Knutas le dio las gracias y colgó el auricular. Se retrepó en la silla. Un criminal que mata caballos y mujeres y les saca la sangre. Un asesino ritual.

Se le partía el corazón al pensar en Martina Flochten. Tenía toda la vida por delante. Una estudiante interesada en la arqueología que había venido a Gotland para colaborar en la excavación de los tesoros culturales de la isla. Y aquí había encontrado su cruel destino.

Patrick Flochten se derrumbó cuando la policía le comunicó la muerte de su hija. Knutas pensaba visitarlo a lo largo del día y se estremecía al pensar en ese encuentro. Ocuparse de los familiares era una de las cosas más duras de su trabajo, jamás se acostumbraría. Y lo peor de todo era cuando se trataba de personas jóvenes.

Ya se habían empezado a investigar las posibles relaciones entre el caballo degollado y el asesinato de Martina. Cabía preguntarse qué clase de persona sería la que andaba extrayendo la sangre a sus víctimas.

La policía debía empezar por indagar en el círculo de personas próximas a Martina, en el cual incluía los alumnos que participaban en el curso y los profesores que había tenido. Knutas había revisado la lista de los estudiantes y en su mayoría se trataba de personas jóvenes, casi tantos extranjeros como suecos.

Comprobó los nombres de cada uno junto con la dirección y la fecha de nacimiento. Casi todos estaban entre los veinte y los veinticinco, con algunas excepciones. Una joven de Gotemburgo sólo tenía diecinueve, la mujer británica, cuarenta y uno, y uno de los americanos tenía ni más ni menos que cincuenta y tres. Giró lentamente la silla.

¿Qué personas habían estado cerca de Martina durante el tiempo que estuvo aquí? Sus compañeros de curso, los profesores, el personal del Hotel Warfsholm y el del albergue. Apenas tuvo tiempo de conocer a mucha gente. Por ahí era por donde debían comenzar. Ir descartando uno tras otro lo antes posible, así como averiguar a quién había conocido en Visby durante las dos semanas de clases teóricas. Knutas suspiró. Era consciente de que tendría que posponer las proyectadas vacaciones. Seguro que Line ya se lo había imaginado. Sabía que a ella le resultaba difícil cambiar sus vacaciones, así que los niños y ella tendrían que hacer solos el viaje que tenían planeado a Dinamarca. Él se podría reunir con ellos después, si el caso se resolvía pronto. Aunque en aquel momento parecía sumamente complicado, siempre se podía confiar en un milagro.