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– ¿Había alguien que mostrara un interés especial por ella?

– Ah, no sé -respondió vacilante-. Había una persona que en mi opinión tal vez le dedicaba demasiada atención, pero puedo estar equivocado, naturalmente.

– ¿Y quién era?

Aron Bjarke se retorció en la silla.

– Es embarazoso, porque se trata de un profesor. De hecho, estoy hablando del responsable de las excavaciones, Staffan Mellgren.

– ¿Ah, sí?

– Aunque también hay que tener en cuenta que de vez en cuando tiene aventuras amorosas con estudiantes jóvenes y guapas. Es terrible tener que decirlo, pero le cuesta no meter las manos en la masa. Vamos, que no es la primera vez que se muestra obsequioso con una estudiante, por decirlo de alguna manera.

El hombre que tenían enfrente se inclinó hacia delante y bajó la voz.

– Staffan Mellgren es un salido, un semental. Lo sabe todo el mundo. Desde que se casó, no le habrá sido fiel a su mujer ni una semana entera. Y como prefiere -aquí Bjarke levantó ambas manos y dibujó unas comillas en el aire- la carne tierna, la mayor parte de las veces se trata de estudiantes que admiran a su profesor y por eso se convierten en conquistas fáciles para él.

Desde luego Aron Bjarke no se andaba con rodeos. La franqueza del profesor dejó perplejos a los dos policías. Knutas se espabiló.

– ¿Está diciendo completamente en serio que Mellgren ha mantenido con anterioridad relaciones con estudiantes?

– Sí, claro, es el pan nuestro de cada día. Sería una cosa rara que Staffan diera alguna vez un curso sin enrollarse como mínimo con una de las estudiantes.

– ¿Cuánto tiempo lleva actuando de esta manera?

– Diez años como mínimo.

– ¿La señora Mellgren está al tanto de sus infidelidades?

– Me cuesta creer que aceptara una cosa así.

– Parece que conoce a Mellgren bastante bien.

– Llevamos más de quince años trabajando juntos.

– ¿Cómo ha conseguido mantener en secreto sus aventuras amorosas durante tantos años?

– Susanna y él viven vidas diferentes. Ella está en casa con los niños y se ocupa de la casa y de la granja. A él su trabajo le lleva mucho tiempo. No creo que se vean mucho.

– En el comportamiento de Mellgren con Martina, ¿qué fue lo que le llamó la atención?

– No puedo asegurar que hubiera algo entre ellos. No nos vimos muchas veces todos juntos. Yo tenía mis clases y entonces él no estaba presente. Pero al empezar el curso, cuando todos estaban en Visby, tuvimos una serie de actividades en común. Y digamos que como ya he visto tantas veces a Staffan en acción, pues noto enseguida cuándo está tratando de ligar.

– ¿Cómo lo hace?

– Bueno, lo de siempre. Se ríe y bromea mucho con la que en ese momento le interesa, la mira mucho tiempo sin decir nada. Sus viejos trucos son tan obvios que resulta ridículo.

– Parece usted bastante seguro.

– Se puede expresar así: una joven ha sido asesinada, lo cual, por supuesto, es una cosa terriblemente seria. Quede claro que no quiero señalar a nadie ni aseverar cosas que puedan hacer que esa persona resulte sospechosa a ojos de la policía. Para hacerlo, comprendo que tendría que estar totalmente seguro de lo que afirmo. Lo que puedo decir es que él, sin duda, estaba tratando de ligar con Martina Flochten. Si fue correspondido o no, de eso no sé nada. Después de las semanas de clases teóricas el curso se trasladó a Fröjel y no he vuelto a ver a Martina desde entonces.

Karin y Knutas hicieron una pausa para tomar un café antes de que llegara la hora del siguiente interrogatorio. Ambos sentían claramente que necesitaban una pausa después de la conversación con Aron Bjarke.

En los pasillos se cruzaban los estudiantes que participaban en el curso y los profesores de la universidad que entraban y salían de las salas de interrogatorios. Había muchas personas a las que era preciso descartar cuanto antes.

– Después de lo que ha contado el profesor, va a ser muy interesante saber lo que han dado de sí los demás interrogatorios -comentó Karin mientras esperaban frente a la máquina de café a que se llenaran sus tazas-. ¿Te ha parecido creíble?

– ¿Quién sabe?, pero es innegable que no tiene pelos en la lengua. Lo cual siempre me resulta sospechoso.

– Y eso ¿por qué? Creía que te gustaba la sinceridad -dijo Karin sonriendo.

El interrogatorio con el alumno americano, Mark Feathers, lo dirigió Karin, el inglés de Knutas, una vez más, resultaba insuficiente.

A primera vista a ella le pareció que Mark Feathers tenía el aspecto del típico chico americano: cabello corto, amplias bermudas y una camiseta arrugada y demasiado grande que le colgaba por fuera. En los pies llevaba un par de calcetines de tenis con el borde azul y las zapatillas de deporte de rigor. Era grande y musculoso, de expresión agresiva, y recordaba más a un jugador de béisbol que a alguien que se dedica pacientemente a las excavaciones arqueológicas.

Parecía alterado.

– No puedo comprender que esté muerta. Esto es una locura. ¿Qué ha hecho con ella ese cabrón?

Mark Feathers hablaba con voz alta y contundente, y miraba a Karin con agresividad.

– Lo siento, pero no puedo revelar cómo ha muerto Martina.

– ¿La han violado? ¿Se trata de un asesinato de carácter sexual?

– No, creemos que no, aunque es demasiado pronto para afirmarlo con total seguridad.

– Si agarro a esa bestia…

Apretó el puño en un gesto amenazador.

– Comprendemos que estés conmocionado, pero tendrás que tranquilizarte -le advirtió Karin-. Lo importante ahora es que obtengamos la mayor información posible de Martina y de lo que hizo los últimos días antes de su desaparición. ¿Puedes ayudarnos?

– Sí, claro -contestó algo más dócil.

– ¿Cómo describirías a Martina?

– Lista, divertida, guapa, especialista en todo lo relacionado con la época vikinga, era la que más sabía de todos. Estaba llena de energía, bueno, seguro que era la que más trabajaba de todos nosotros. Pero sobre todo era estupenda, como amiga.

– ¿Era coqueta o provocativa en su manera de comportarse?

Mark tardó un poco en responder.

– Yo no diría eso. Era alegre y abierta, pero provocativa… no.

– ¿Notaste últimamente algún cambio en su manera de actuar?

– No. Estaba como siempre.

– ¿No ocurrió nada especial el tiempo anterior a su desaparición?

El joven negó con la cabeza.

– ¿Sabes si tenía algún novio aquí?

– No estoy seguro, pero creo que sí.

– ¿Por qué lo crees?

Mark miró circunspecto a los dos policías.

– Jonas y yo dormimos en la habitación que está al lado de la de Martina y Eva. Todos los días, al terminar los trabajos de excavación, un autobús nos lleva de vuelta a Warfsholm. Después de trabajar ocho o nueve horas bajo el calor y en medio de toda esa suciedad, todos estamos realmente deseosos de darnos una ducha y cambiarnos. Sin embargo, con frecuencia Martina se largaba en cuanto llegábamos al albergue.

– ¿Adónde?

– Ni idea.

– ¿Viste en qué dirección iba?

– Sí. El autobús nos llevaba hasta la misma puerta del albergue y todos entrábamos corriendo para llegar los primeros a las duchas. Al principio no reparé en que Martina no entraba con nosotros; tardé unos días en descubrirlo. En vez de eso se dirigía al hotel.

– ¿Le preguntaste adónde iba?

– Una vez. Me dijo que fue a comprarse un helado. Hay un puesto de helados al lado del restaurante.

– ¿Solía marcharse sola?

– Nunca vi que fuera acompañada.

– ¿Y crees que se encontraba con alguien?

– Sí, porque luego volvía al albergue siempre a la misma hora, unas dos horas más tarde.

– ¿Hablaste de esto con los demás?

– Con Jonas, claro, mi compañero de habitación. Nadie le prestaba tanta atención a Martina como él.