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Le gritó directamente al mar, ahogando el fragor de las olas.

– ¡Os oigo! ¡Os oigo! ¡Estoy aquí, os pertenezco! Soy vuestro eterno servidor, sacrifico mi sangre, mi vida!

Pero le respondieron pronto y claro. No era su sangre lo que querían.

La alarma llegó a la policía a las nueve y cuarto de la tarde. Un alterado Ambjörnsson le refirió de manera entrecortada al policía de guardia lo de la cabeza de caballo en la caseta. Este se puso inmediatamente en contacto con Anders Knutas, quien a su vez llamó a Karin. Puesto que ella vivía cerca de la calle Norra Murgatan, quedaron en verse allí.

Cuando Knutas llegó, su colega ya estaba esperando junto a la valla. Encontraron a Ambjörnsson, a quien Knutas conocía ligeramente, sentado en una silla en el jardín envuelto con una manta. Estaba hablando nerviosamente con una agente. Cuando vio aparecer a Knutas se levantó.

– Anders, esto es una locura. Venid, ya veréis.

Caminó delante de los policías hacia la caseta, en una esquina del jardín.

Karin cogió un pañuelo para estar preparada ante la visión que le aguardaba y se lo apretó contra la boca.

Con todo, se le revolvió el estómago al descubrir lo que se había encontrado Ambjörnsson una hora antes. Una cabeza de caballo hinchada y sanguinolenta clavada en una gruesa estaca de madera apoyada contra la puerta. Habían introducido el palo desde abajo a través de la faringe. Tenía la boca abierta de par en par y los ojos vidriosos miraban fijamente a los dos policías. Pasaron unos segundos sin que ninguno de ellos dijera nada.

– ¿Ves lo que yo veo? -preguntó Knutas con la voz apagada.

Karin asintió despacio detrás de su gran pañuelo. Apenas podía mirar.

– ¿Qué? -Ambjörnsson parecía ahora despavorido.

– ¿Has oído hablar del caballo que apareció degollado a principios del verano?

Ambjörnsson asintió en silencio.

– Esta cabeza -afirmo Knutas- no es del mismo caballo.

Viernes 9 de Julio

Al día siguiente del hallazgo, a las seis y media de la mañana Knutas cerraba la puerta de su casa para dirigirse al trabajo. Había pasado en vela la mayor parte de la noche y a las cinco desistió ya de la posibilidad de conciliar el sueño. Nada más salir fuera se animó. El aire de la mañana era fresco y claro, y la ciudad aún estaba en silencio.

La noche anterior le dieron las once antes de abandonar la casa de Klinten. Ambjörnsson fue trasladado al hospital a regañadientes para que le hicieran una revisión médica. Padecía del corazón desde hacía muchos años y le habían puesto medicación. Posteriormente la policía lo acompañó a la granja de su novia en Stånga. No quisieron permitirle que pasara la noche en su casa solo. La cabeza del caballo clavada en una estaca sólo podía interpretarse como una amenaza.

El ambiente era tenso en la sala de reuniones cuando los miembros de la Brigada de Homicidios ocuparon sus asientos. Flotaba cierta expectación en el aire, sin lugar a dudas lo que había ocurrido se salía de lo corriente.

– Buenos días -saludó Knutas a sus colaboradores y pasó a referir la espeluznante escena vivida la noche anterior en casa del político local Gunnar Ambjörnsson.

Cuando les contó que la cabeza clavada en el extremo del palo no pertenecía al caballo de Petesviken, se hizo un profundo silencio.

– ¿Qué… qué has dicho? -A Martin Kihlgård le costaba articular las palabras.

– Que no es la misma cabeza. La que ha aparecido en casa de Ambjörnsson pertenece a un caballo «media sangre», y el de Petesviken era un poni de Gotland.

– Lo cual significa que en algún lugar hay otro caballo degollado, aquí en Gotland -constató Karin.

– Exactamente -confimó Knutas-. Anoche interrogamos a Ambjörnsson y declaró que no entiende en absoluto de qué se trata. Que él sepa no tiene cuentas pendientes con nadie. Pero creo que debemos interpretarlo como una amenaza, ¿qué opináis?

– Los políticos siempre están amenazados de una u otra manera -resopló Wittberg-. Está más claro que el agua que Ambjörnsson tiene motivos para tener miedo, estamos hablando de métodos al más puro estilo mafioso. Me hace pensar en asuntos de drogas.

– ¿Pero cómo va a estar el comedido Ambjörnsson metido en asuntos de drogas? ¿No crees que estás exagerando un poco?

Karin miró con desconfianza a su colega.

– Eso mismo digo yo. -Norrby meneó la cabeza-. La mafia italiana en Visby. Thomas, has visto demasiadas películas de acción. Esto es Gotland, la vida real.

– El crimen es refinado, en eso estaremos todos de acuerdo -terció Sohlman-. Dejadme que comente los aspectos técnicos. El delincuente introdujo la estaca a través de la faringe del caballo, por debajo del hueso de la mandíbula inferior, y de esa manera la cabeza encajó perfectamente. No necesitó nada más para clavarla, ni cuerdas ni nada por el estilo. El palo estaba dispuesto de manera que cayó hacia delante en los brazos de Ambjörnsson cuando éste abrió la puerta de la caseta. El hombre padece del corazón, es increíble que no le diera un infarto. La cabeza siguió clavada en el palo incluso después de que éste cayera al suelo, lo cual demuestra que el criminal sabía lo que hacía. Llamamos al veterinario Åke Tornsjö, que examinó anoche la cabeza. En su opinión, el caballo probablemente fue decapitado de la misma manera que el que apareció degollado en Petesviken, pero no podrá asegurarlo hasta que no examine el resto del cuerpo. Por desgracia, no tenemos ni idea de dónde se encuentra. En cualquier caso, esta cabeza ha estado congelada y posteriormente la han descongelado antes de colocarla en el palo. Eso se nota porque está hinchada y tiene la carne más suelta de lo que lo habría estado si no hubiera sido así. Lo que resulta imposible de precisar es cuánto tiempo la ha conservado congelada el autor de los hechos, en principio, podríamos estar hablando de un período de tiempo indefinido. Hemos encontrado una serie de huellas en el terreno de Ambjörnsson: pisadas, una colilla que no es suya y un botón que él no reconoce. El césped está pisoteado en algunos sitios, lo cual parece indicar que, con toda probabilidad, el autor anduvo primero buscando el lugar apropiado en donde colocar la cabeza del caballo. Esta, por lo demás, ha sido transportada a la clínica del veterinario para practicarle un reconocimiento más exhaustivo.

– ¿Cómo ha accedido el delincuente al terreno? Lo normal es que allí arriba, en Klinten, las propiedades estén cerradas, ¿no? -preguntó Wittberg.

– Ha forzado la cerradura de la puerta de la valla que da a la calle, lo cual es bastante sencillo. Ambjörnsson ni siquiera lo notó cuando la abrió.

Sohlman retiró su silla de la mesa.

– Si no tenéis más preguntas que hacer, me gustaría volver allí.

– Sí, vete -dijo Knutas.

Sohlman hizo un gesto de despedida con la cabeza y salió apresuradamente.

– Que la cabeza pertenezca a un caballo diferente del que apareció en Petesviken es, por no decir otra cosa, desconcertante. Además, tampoco hemos recibido notificación de que haya desaparecido ningún caballo o de que haya aparecido otro degollado -continuó Knutas-. Por lo que se refiere a Ambjörnsson, es un hombre soltero, nacido en 1942 y sin hijos. En cambio, tiene muchos familiares; un montón de hermanos y sobrinos esparcidos por toda la isla. Los padres fallecieron hace algunos años. No es una persona polémica y, que yo recuerde en este momento, no ha estado involucrado en ninguna bronca política importante, pero lógicamente es algo que debemos investigar. Ahora está en Stånga, en casa de su novia. Resulta que tenía planeado viajar al extranjero y lo cierto es que, si interpretamos lo de la cabeza del caballo como una amenaza, el viaje no puede ser más oportuno. Pasado mañana, es decir, el domingo, viajará a Marruecos, donde pasará tres semanas.