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De pronto sonó su ordenador, había recibido un mensaje de correo. Procedente de Estados Unidos.

Volvió a sentarse frente al ordenador para responder al mensaje.

De vuelta en la comisaría Knutas llamó a Agneta Larsvik a Estocolmo. Tuvo suerte y la sorprendió entre dos reuniones.

– Eso del modus operandi… -comenzó Knutas-. ¿Puede tener algo que ver con la religión?

– ¿A qué te refieres?

– Tanto Martina Flochten como Staffan Mellgren estaban interesados en la época vikinga, participaban en las excavaciones de un puerto de ese período cuando fueron asesinados. La religión en aquel tiempo era la creencia en Asatru, ya sabes, los antiguos dioses Thor, Odín y todos esos. Los vikingos hacían sacrificios, ofrendas a las divinidades y esas cosas de las que uno ha oído hablar. Tú dijiste que el modo de actuar era ritual. ¿Podría tener algo que ver con el Asatru, quiero decir, con sus ofrendas a los dioses?

– La verdad es que no lo sé -respondió ella vacilante-. Lo siento pero no estoy muy puesta en ese tema, pero no parece descabellado. ¿Puedes esperar un momento?

– Sí, claro.

Knutas oyó cómo dejaba el auricular y hojeaba papeles al fondo. Unos minutos más tarde volvió a ponerse al teléfono.

– ¿Sigues ahí? Conozco a un profesor de historia de las religiones en la Universidad de Estocolmo especializado en religión y mitología nórdicas antiguas. Se llama Malte Moberg, seguro que él podrá ayudarte.

Knutas apuntó su número de teléfono y en menos de medio minuto ya tenía al profesor de historia de las religiones al otro lado del teléfono. Le contó el motivo de su llamada y le describió escuetamente cómo habían muerto las víctimas.

Malte Moberg hablaba lentamente con voz seca y áspera.

– Hay algo que se llama «la triple muerte», es decir, que uno le quita la vida a su víctima de tres maneras distintas. Se cree que esa forma de matar tiene su origen en la religión de algunas tribus celtas y germánicas, y se utilizó entre el 300 a. de C. y el 300 d. de C. Cuando la víctima era sometida a una triple muerte: por ahorcamiento, apuñalamiento y ahogamiento, se pensaba que cada una se ofrendaba a uno de los tres principales dioses.

La pieza más importante del rompecabezas encajaba. Así de sencillo. Knutas se exaltó tanto que apenas si podía seguir sentado.

– ¿Y qué tiene eso que ver con la antigua religión nórdica? -le preguntó agitado.

– Entre los pueblos del norte, antes de la llegada del cristianismo, el sacrificio era un aspecto central de la religión. En la mitología nórdica el relato de la creación comienza con el sacrificio del gigante Ymer, con cuyo cuerpo se creó el mundo. Odín sacrificó uno de sus ojos para conseguir sabiduría e incluso a sí mismo para desentrañar el secreto de las runas. Normalmente ofrecían comida y bebida a los dioses, pero también animales y, en casos excepcionales, personas. La forma de matar que describe en esos asesinatos se daba también en la antigua religión escandinava. «La triple muerte» es un sacrificio dedicado a Odín, Thor y Frey, es decir, a los tres dioses más poderosos del antiguo panteón nórdico, que era el predominante en la época vikinga. En la mitología nórdica hay tres familias de dioses: Ases, Vanes y Elfos. Los Ases, a los que pertenecen Odín y Thor, se relacionaban sobre todo con el poder y la guerra, y los Vanes, a los que pertenece Frey, con la fertilidad. No sé si está usted versado en mitología nórdica.

– Esas cosas las estudiaba uno en la escuela, pero hace cien años de aquello. Refrésquemelas un poco.

– Odín es el dios más importante, el creador de todo para muchos, el que más poder tenía y mandaba sobre los demás dioses Ases, además de ser la máxima deidad para los hombres. Era el más anciano y el más sabio, y vivía en la fortaleza de Valhalla, que es el dios de la guerra, pero también el de la poesía y es el creador de las runas. Thor es el hijo de Odín y es también dios de la guerra, pero es conocido sobre todo como el dios del trueno. Thor tiene un martillo llamado Mjölner y cuando golpea con él truena y relampaguea. Bueno, seguro que eso le suena. Finalmente, Frey es el principal dios de la fertilidad, también se le rendía culto para obtener una buena cosecha, paz, amor y abundante ganado.

– ¿Y lo de que el asesino ha desangrado a las víctimas, tiene algo que ver con la mitología nórdica?

– Desde luego, la sangre era importante en el rito de las ofrendas. Mataban animales, como por ejemplo cerdos, caballos y toros, y recogían la sangre en cuencos. Una característica del culto a los dioses Ases era que pintaban representaciones de divinidades con sangre.

A Knutas se le escapó un prolongado suspiro.

– Entonces todo coincide -dijo-. El modus operandi, la recogida de la sangre, todo.

Sólo quedaba una cosa por preguntar. Los incidentes con las cabezas de los caballos no habían salido aún en los medios y Knutas le contó a Malte Moberg lo de las dos cabezas de caballo clavadas en estacas y colocadas en las casas de Mellgren y Ambjörnsson.

El auricular se quedó en silencio. Tanto tiempo que Knutas llegó a pensar que se había interrumpido la comunicación. Entonces volvió a oír a Moberg, pero su voz tenía un tono diferente.

– Lo que me está contando se llama nidstång, una cabeza de caballo clavada en una estaca, por lo general de madera, que se coloca en el exterior de la casa de la persona amenazada. Se trata de un rito mágico terriblemente poderoso, una maldición pronunciada contra alguien. Colocarle una nidstång a alguien supone una amenaza grave contra esa persona.

– El responsable de las excavaciones, Staffan Mellgren, fue asesinado dos días después de que se encontrara la nidstång en su casa.

– ¿Y el otro hombre al que le han puesto la nidstång?

– No estamos seguros de dónde se encuentra -respondió Knutas algo críptico.

– ¿No me diga? Si estuviera en su lugar trataría de localizarlo cuanto antes. Por lo demás, les aconsejaría que averiguaran cuanto antes qué personas cercanas a las víctimas están interesadas en el culto a los Ases.

Nada más terminar la conversación con Malte Moberg, Knutas llamó a Susanna Mellgren para preguntarle si su marido había mostrado algún interés por los antiguos dioses vikingos. La respuesta fue negativa, no sabía nada de eso. Reconoció que salía algunas tardes, e incluso festivos, sin que ella supiera muy bien adónde iba, pero dio por supuesto que se veía con otras mujeres.

La misma respuesta obtuvo de la novia de Gunnar Ambjörnsson, según ella, Ambjörnsson era ateo.

Knutas reunió a la Brigada de Homicidios y les refirió su conversación con el profesor de historia de las religiones de Estocolmo.

– ¿Cómo íbamos a imaginarnos que esto tenía que ver con la religión? -exclamó Kihlgård-. ¿Pero quiénes rinden culto a los dioses antiguos? Me parece una cosa muy extraña.

– Pues no es más extraño que creer en Jesús o en Mahoma o en lo que sea -objetó Karin-. A mí el culto a Asatru me interesa, me gusta la idea de que haya varias divinidades y el que las diosas sean tan importantes como los dioses.

– Ahora no nos vamos a dedicar a discutir nuestros puntos de vista en materia de creencias, sino la nueva pista que hemos descubierto, que espero nos conduzca a la resolución del caso -dijo Knutas impaciente-. El asesino se encuentra probablemente aquí en la isla y me sorprendería que actuara solo. Debe de tener al menos un cómplice.

– Como parece que tiene experiencia en matar animales y en manejarlos después de muertos, hemos controlado a todos los empleados de las carnicerías de Gotland y, lamentablemente, no hemos obtenido ningún resultado que parezca interesante -terció Karin-. Tampoco entre los veterinarios y sus ayudantes.

Knutas parecía abatido.

– Bueno, al menos sabemos que el modus operandi del asesino está inspirado en algo que se llama «la triple muerte» y que se practicaba en la antigua tradición nórdica. ¿A quién pueden atraerle semejantes cosas?