Knutas percibió un ligero olor a alcohol en el aliento de Majvor Jansson.
– ¿Cuándo fue la última vez que vio a Fanny? -le preguntó una vez sentados a la mesa de la cocina.
– Ayer por la mañana. Desayunamos juntas antes de que ella se fuera a la escuela. Yo no entraba a trabajar hasta las cinco de la tarde, pero siempre se va a las cuadras cuando sale de clase, así que casi no nos vemos por la tarde.
– ¿Cómo la vio?
– Cansada. Siempre está cansada por las mañanas, sobre todo últimamente. Seguro que es porque no come en condiciones, está muy delgada.
– ¿De qué hablaron?
– De nada especial, no hablamos mucho por la mañana. Se comió una tostada para desayunar como de costumbre y luego se fue.
– ¿Cómo era la relación entre ustedes?
– Como siempre -respondió Majvor Jansson con la voz apagada, al tiempo que lo miró con ojos suplicantes, como si él pudiera decirle dónde se encontraba su hija.
– ¿Qué dijo al marcharse?
– Sólo adiós.
– ¿Echa algo de menos en la casa: ropa, el neceser, dinero?
– No lo creo.
– Y Fanny no ha dejado ninguna nota, ¿está segura?
– Sí, he buscado en todos los rincones.
– Cuénteme cómo era la vida de Fanny, ¿cómo se sentía?
– Pues, no sé, ¿cómo se sienten los jóvenes de esa edad? No habla mucho, pero creo que no se siente muy bien en la escuela, ha empezado a faltar bastante a clase. Puede que se sienta sola, no lo sé, nunca trae amigos a casa.
– ¿Y eso por qué?
– Ni idea, será porque es demasiado tímida.
– ¿Ha hablado de ese problema con su hija?
Majvor se quedó sin saber qué decir. Como si nunca se le hubiera ocurrido pensar que ella era responsable de su hija y no al revés.
– La verdad, no es tan fácil sacar tiempo para hablar cuando no tienes a nadie y trabajas fuera de casa y todo eso. No tengo un marido que me ayude, tengo que hacerlo todo yo sola.
– Ya me hago cargo -dijo Knutas evitando ahondar en el tema.
En ese momento ella se vino abajo y ocultó la cara entre las manos.
– ¿Quiere que hagamos una pausa? -preguntó Knutas con deferencia.
– No, será mejor acabar con esto cuanto antes para que puedan empezar a buscarla.
– ¿Ha hablado con alguien de la escuela de esta falta de asistencia a las clases?
– Sí, hace sólo unos días llamó a casa un profesor. Me dijo que Fanny llevaba varias semanas sin asistir a sus clases. Hablamos del tema, pero, al parecer, él creía que se trataba sólo de que está cansada de la escuela. Yo le dije a Fanny que tenía que ir a clase y me prometió que lo haría.
– ¿Le ha hablado Fanny de algún cambio en su vida, alguna persona nueva a la que haya conocido, quizá?
– No -respondió pensativa-. No lo creo.
– ¿Hay alguna persona con la que mantenga una relación especial?
– No, a decir verdad no tenemos un círculo de amistades muy amplio.
– ¿Y familiares?
– Mi madre es muy mayor y está en Eken, la residencia de ancianos, pero está tan ida que es casi imposible hablar con ella. Luego tengo una hermana en Vibble.
– ¿Vive sola?
– No, está casada y tiene dos hijos. Bueno, el hijo es de su marido, de un matrimonio anterior.
– Por lo tanto, ¿ellos son los únicos primos de Fanny? ¿Cuántos años tienen?
– Lena vive en Estocolmo, tiene treinta y dos años, creo, y Stefan tiene cuarenta. Él vive aquí en Gotland, en Gerum. Pensé que Fanny a lo mejor estaba en casa de mi hermana.
Los sollozos de Majvor se intensificaron. Knutas le dio unas palmaditas en el brazo.
– ¡Vamos, vamos! -la consoló-. Haremos cuanto podamos por encontrarla. Seguro que aparece pronto, ya lo verá.
El mensaje que había en el contestador automático era largo. Con la voz entrecortada y apagada Emma le contaba que Olle lo sabía todo y que ella, de momento, vivía en casa de su amiga Viveka. Le pedía que no se pusiera en contacto con ella, y le prometía llamar cuando se sintiera con fuerzas. Johan consiguió encontrar el número de teléfono de Viveka sólo para oír cómo ésta le explicaba que tenía que respetar la decisión de Emma y debía dejarla en paz.
Aquello era un terror psicológico difícil de soportar. Jugaba al floorball y no podía dejar de pensar en Emma ni un minuto. Iba al cine y abandonaba la sala sin saber de qué había tratado la película.
El martes por la tarde lo llamó.
– ¿Por qué no quieres hablar conmigo? -le preguntó Johan.
– Toda mi vida se ha ido al garete, ¿no es suficiente explicación? -le dijo enojada.
– Pero yo sólo quiero ayudarte. Comprendo que tiene que ser terriblemente duro. Es sólo que me pongo tan nervioso cuando no tenemos contacto.
– En estos momentos no puedo hacerme cargo de tu inquietud. Tengo más que suficiente con la mía.
– ¿Cómo se enteró?
– Por tu mensaje. Lo enviaste cuando yo estaba en la ducha y él lo leyó.
– Perdón, Emma. De verdad que lo siento, no debería haberte mandado un mensaje un domingo por la mañana. Fue una estupidez.
– Lo peor es que aún no he podido hablar con los niños. No responde al teléfono y ha desconectado el contestador. He ido a casa, pero allí no había nadie. Me ha quitado también las llaves, así que no he podido entrar ni una sola vez.
Se le quebró la voz.
– Tranquila -la consoló-. Me imagino que necesitará desahogarse. Estará desquiciado. ¿No puede hablar alguien con él, tus padres por ejemplo?
– ¿Mis padres? Imposible. ¿Sabes lo que ha hecho? Ha llamado a todos nuestros amigos y a todos los familiares y les ha contado que estoy con otro. ¡Hasta a mi abuela que vive en Lycksele! Mis padres están supercabreados conmigo. He intentado hablar con ellos, pero están de parte de Olle. No pueden comprender cómo he podido portarme tan mal con él. Y los niños, ¿por qué no he pensado en Sara y en Filip? Tengo a todos en contra, no sé cómo voy a poder soportarlo.
– ¿No puedes venirte aquí? Así podrías alejarte de todo.
– No, no puede ser.
– ¿Quieres que vaya yo entonces? -insistió Johan-. Puedo cogerme unos días libres.
– ¿De qué serviría? Ahora lo primero que tengo que hacer es tratar de conseguir ponerme en contacto con mis hijos. ¿Es que no comprendes cómo me siento al no poder hablar con ellos? Ya te dije que necesitaba estar tranquila un par de meses para pensar bien las cosas. Pero tú no pudiste respetarlo, no fuiste capaz de darme ese tiempo. Me llamaste, insististe, aunque te había dicho que no lo hicieras. ¡Y mira lo que ha pasado! ¡Joder, muchas gracias!
– ¿Así que todo ha sido culpa mía? ¿Y tú? ¿Tú eres totalmente inocente? ¿Acaso te he obligado? Tú también querías verme.
– Tú sólo piensas en ti mismo, porque no tienes que pensar en nadie más. Pero yo sí. Ahora necesito que me dejes en paz -le espetó y le colgó de golpe el teléfono.
Johan no pudo dejar de constatar que era la segunda vez que lo hacía últimamente.
Los trabajos para averiguar lo que hizo Fanny Jansson los últimos días antes de su desaparición se iniciaron formalmente después del mediodía y se llevaron a cabo en diversos frentes. La policía interrogó a todo el personal de las cuadras y a todos los familiares. Visitaron la escuela, hablaron con los compañeros de clase y con los profesores. La imagen de Fanny iba aflorando cada vez con más nitidez.
Una chica que se encontraba muy sola y que iba a cumplir los quince años el día de Nochebuena. Sus compañeros dijeron que no mostraba ningún interés por relacionarse con ellos. Al empezar el ciclo superior, algunos la habían invitado a que participara en diferentes cosas, pero siempre decía que no y, al final, se cansaron. Al parecer siempre tenía prisa para volver a casa después de la escuela, hasta que empezó a trabajar con los caballos, entonces, en cambio, quería llegar allí cuanto antes. Realmente nadie tenía nada malo que decir de ella, seguro que era una buena chica, pero nunca se preocupó por hablar con los demás y por eso se quedó sola. Era culpa suya. Parecía que le daba igual y eso también irritaba un poco. Era como si no hubiera manera de acercarse a ella.