– Me cuesta trabajo creerlo, es demasiado joven. Los suicidios entre las chicas de catorce años son raros, suelen producirse en muchachas por lo menos un par de años mayores. Además, no parecía que estuviera particularmente deprimida, aunque, claro está, la situación puede ser mucho peor de lo que parece desde fuera. Las tres personas a las que hemos entrevistado en las cuadras me parecen fiables, aunque el jockey era tremendamente irritante.
– Sí -afirmó Karin-. A mí no me ha dado mala espina ninguno de ellos.
Por la tarde, Fanny aún no había aparecido. Su madre llamó a Knutas para saber cómo iba la búsqueda. Estaba desesperada, y su hermana, que vivía en Vibble, justo al sur de Visby, se había hecho cargo de ella. Knutas tomó la decisión de empezar a rastrear los alrededores de su casa, de la escuela y de la zona de las cuadras.
Las radios locales emitieron un comunicado de búsqueda y atrajeron enseguida el interés de los medios locales. Radio Gotland y los dos periódicos locales, Gotlands Tidningar y Gotlands Allehanda, solicitaron reunirse con él.
Knutas trató de ser generoso con la prensa y aceptó concederles una entrevista corta. Despachó a un periodista tras otro, que le formularon, a grandes rasgos, las mismas preguntas. Se mantuvo reservado con la información. Sólo contó cuándo desapareció Fanny, dónde la habían visto la última vez y les facilitó una descripción de la chica. Les pidió que informaran de que la policía solicitaba la colaboración de los ciudadanos.
El rastreo dio resultado. Una persona que pasaba por allí encontró la bicicleta de Fanny tirada en la cuneta, a poco más de un kilómetro de la cuadra. La recogieron de inmediato para realizar una inspección técnica.
Johan Berg también llamó.
– Hola, ¿molesto?
– Estoy bastante ocupado en estos momentos.
– Te llamaba por lo de la desaparición de ésa chica, acaba de llegar por la Agencia de Noticias TT. ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Knutas le facilitó la misma información que les había dado a los demás periodistas, pero le contó también lo de la bicicleta. Le parecía que estaba en deuda con Johan.
– ¿Sospecháis que se trata de un crimen?
– De momento, no.
– ¿Creéis que se ha suicidado?
– No podemos descartar esa posibilidad, evidentemente.
– ¿Cómo es su situación familiar?
– Vive sola con su madre en un piso, aquí, en Visby.
– ¿Es hija única?
– Sí.
– Según la descripción es negra. ¿Es adoptada o su madre es extranjera?
– El que es caribeño es su padre.
– ¿Dónde está?
– Vive en Estocolmo con su familia. No mantienen ninguna relación.
– Puede que haya venido aquí.
– Hemos hablado con el padre, lógicamente, y no está allí.
– De todos modos, puede que haya venido a Estocolmo -insistió Johan.
– Sí, claro.
– ¿Ha cogido dinero o el pasaporte?
– Nada hace pensar que sea así. Todas sus pertenencias continúan en casa -contestó Knutas impaciente. «¿Por qué Johan Berg nunca podía conformarse con la misma información que daba al resto de los periodistas? Sus preguntas no tenían fin.»
– El hecho de que la bicicleta apareciera tirada a un lado puede dar a entender que se subió a un coche. ¿Estaba al lado de una carretera?
– Efectivamente. Ahora tengo que dejarte.
– Comprendo que tienes que estar hasta arriba de trabajo. Además, tenéis que investigar el asesinato al mismo tiempo. ¿Hay algún indicio de que la chica haya caído en manos del mismo asesino que Dahlström?
– En estos momentos, no.
Knutas meneó la cabeza al colgar el auricular. Qué tipo más obstinado.
Enseguida volvió a sonar el teléfono. Desde la centralita le comunicaron que una mujer del Centro de Salud para Jóvenes de Visby quería hablar con él. Knutas atendió la llamada.
– Hola, me llamo Gunvor Andersson y soy comadrona. La chica a la que creo que buscan ha estado aquí recientemente.
– ¿Ah, sí? ¿Cómo sabe que era ella?
– La reconocí por la descripción que oí en la radio. Estuvo aquí hace dos meses y quería píldoras anticonceptivas.
– ¿Les explicó por qué?
– Dijo que tenía una relación estable con un chico. Yo le pregunté si se sentía realmente madura para mantener relaciones sexuales, que nosotros normalmente no recomendamos el uso de la píldora anticonceptiva a chicas tan jóvenes. Me dijo que ya las habían tenido. Le informé de que tenía menos de quince años y que por lo tanto era ilegal mantener relaciones sexuales con ella, pero no podemos negarle la píldora a una muchacha que quiere protegerse. Solemos exigir la conformidad de los padres cuando se trata de chicas tan jóvenes, pero cuando le dijimos que teníamos que llamar a su madre, no quiso quedarse. De hecho, se levantó y se fue. Bueno, traté de evitarlo y le dije que podíamos hablar un poco más del tema, pero desapareció por la puerta en un santiamén.
– ¿Pudieron averiguar quién era su novio?
– Lamentablemente, no. No quiso contar nada de él.
Tras acabar la conversación, Knutas llamó a Majvor Jansson.
– ¿Sabía que Fanny tiene novio?
– No, la verdad, no creo que lo tenga.
– Ha estado en el Centro de Salud para Jóvenes para pedir píldoras anticonceptivas.
– ¿Es eso cierto?
– Sí, acabo de recibir una llamada del centro. Estuvo hace un par de meses y quería que le recetaran píldoras anticonceptivas, pero cuando le dijeron que tenían que ponerse en contacto con usted, se largó de allí, sin más. Quiero que haga memoria. ¿No hubo nada que indicara que se había echado novio? ¿Salía con alguien?
El auricular se quedó un rato en silencio.
– No me ha contado nada de eso. Y, además, es difícil comprobarlo, porque trabajo de noche y soy madre soltera. Lo tiene fácil para salir con alguien por la tarde, cuando yo tengo que irme al trabajo.
Notaba que Majvor Jansson estaba a punto de ponerse a llorar.
– Había pensado solicitar otro turno en el trabajo ahora que empieza a hacerse mayor, pero creía que aún no había ningún peligro. ¡Si sólo tiene catorce años!
– Gracias, no la molesto más -se despidió Knutas-. Seguro que la encontraremos pronto, ya lo verá. A lo mejor sólo se ha escapado con su novio.
Paralelamente, se estaba llevando a cabo la búsqueda. Cientos de voluntarios se habían apuntado a las batidas que se habían organizado en diferentes sitios. La preocupación por lo que podía haberle ocurrido a Fanny aumentaba a medida que transcurrían las horas.
A las ocho de la tarde se reunió la Brigada de Homicidios en la comisaría. El ambiente era tenso. Knutas les informó de la conversación que había mantenido con la comadrona del Centro de Salud para Jóvenes y del fallido intento de Fanny para conseguir píldoras anticonceptivas. Sohlman, que parecía agotado, informó de lo que había dado de sí el registro de la habitación de Fanny.
– Hemos encontrado tres cajas con la píldora del día después en el armario, escondidas entre la ropa de Fanny. Dos de las cajas están vacías y la otra contiene aún las dos píldoras. Lo cual demuestra que ha mantenido relaciones sexuales con alguien.
– Bueno, esa conclusión no es particularmente avispada -interrumpió Karin con acritud-. ¿Pero la píldora del día después? ¿No se toma sólo en caso de extrema necesidad? No es algo que se utilice como si fuera un anticonceptivo normal, ¿no?
Miró con expresión inquisitiva a su alrededor y al observar la cara de póker de sus colegas se dio cuenta de que trabajaba con un hatajo de hombres de mediana edad, cortados todos por el mismo patrón y que, con toda seguridad, no tenían ni puñetera idea de cómo funcionaba la píldora del día después.
– ¿Cuántas píldoras ha tomado? -preguntó Karin volviéndose hacia Sohlman.