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– Vienen dos en cada caja y se cuentan como una dosis, por lo que tengo entendido. Lo cual significa que se ha tomado cuatro píldoras o, lo que es lo mismo, dos dosis.

– ¿Dónde consigue uno esas cosas? ¿En la farmacia? ¿Puede entrar una chica de catorce años y comprarlas? ¿No hay que tener por lo menos quince?

Nadie alrededor de la mesa pudo responder a la pregunta de Karin.

– ¡Bah! -suspiró-. Llamaré al Centro de Salud para Jóvenes.

Sus colegas se mostraron aliviados al librarse de que Karin siguiera haciéndoles preguntas comprometidas de las que no conocían la respuesta. Sohlman continuó:

– En la colcha de la cama se han encontrado manchas de sangre y pelos, que no pueden ser suyos. Son cabellos cortos, oscuros y gruesos. También hemos encontrado esperma y vello púbico, pero no sabemos aún a quién pertenece. Lo hemos enviado todo al laboratorio. Lo mismo hemos hecho con las cosas que su madre no reconoce y que no sabe de dónde han salido.

Leyó una lista.

– Un frasco de perfume, un collar, anillos, un jersey, un vestido y dos conjuntos de ropa interior. Bastante refinados -añadió y tosió-. En la bicicleta no hemos hallado ni una sola huella interesante.

Cuando Sohlman dejó de hablar, una atmósfera pesada cayó sobre la sala de reuniones. En el transcurso de su explicación habían aumentado los temores de que a Fanny le hubiera ocurrido alguna desgracia. Wittberg rompió el silencio.

– ¿Qué puñetas vamos a hacer? -suspiró resignado-. ¿Qué pistas tenemos?

– Hay mucho que hacer -intervino Knutas-. Mientras esperamos el resultado de las pruebas tendremos que ampliar la zona de rastreo. Está llegando información de la gente y hay que comprobarla.

– ¿Cómo vamos a repartirnos el trabajo entre la investigación del asesinato de Dahlström y ésta? -quiso saber Norrby.

– Tendremos que trabajar paralelamente, ya lo hemos hecho antes. No olvides tampoco que aún no sabemos lo que ha pasado con Fanny Jansson. Puede que aparezca mañana.

Cuando Johan volvió a casa después del trabajo el miércoles por la tarde, se encontró para su sorpresa a Emma sentada en la escalera. Estaba pálida y ojerosa y llevaba su cazadora acolchada de color amarillo.

– Emma, ¿qué haces aquí? -exclamó.

– Perdona que me enfadara tanto ayer, Johan. Es sólo que no sé lo que voy a hacer.

– Entra.

Lo siguió y se sentó silenciosa en el sofá.

– Estoy a punto de perder pie y hundirme completamente. Olle no me deja todavía hablar con los niños. Había pensado ir a su colegio ayer, pero la asistente social de la escuela me lo desaconsejó. Cree que debo esperar. He hablado con sus profesores y parece que los niños se encuentran bastante bien. Al parecer, todo lo que saben es que nosotros estamos pasando una crisis y que yo estoy de baja.

Emma se retiró el flequillo de la frente.

– ¿Puedo fumar?

– Sí, claro, fuma. ¿Quieres beber algo?

– Sí, por favor, un vaso de vino o una cerveza si tienes.

Johan llevó dos cervezas del frigorífico y se sentó a su lado.

– ¿Qué piensas hacer?

– Eso es precisamente lo que no sé -dijo irritada.

Johan le rozó la mejilla.

– ¿Qué has dicho en el trabajo?

– He llamado para decir que estaba enferma. No me sentía con fuerzas para dar explicaciones. El trabajo me parece lo de menos en estos momentos.

– Olle se tranquilizará, ya lo verás. No te preocupes por eso. A su debido tiempo podréis volver a hablar el uno con el otro.

– Es sólo que no comprendo que haya reaccionado de una forma tan violenta. Con lo poco que se ha ocupado de mí y de nuestra relación los últimos años, no debería sorprenderle tanto. Él me importa un bledo, en lo único que puedo pensar es en Sara y en Filip. No te imaginas lo duro que es.

Johan alargó el brazo y le acarició la mejilla.

Emma le cogió la mano, se la besó y se la llevó al pecho. Cuando él la besó, su reacción fue apasionada. Fue como si tuviera hambre de él, de contacto físico, de consuelo. Johan quería transmitirle su fuerza y darle la energía que ella tanto necesitaba. Había algo desesperado en su forma de hacer el amor con él aquella noche.

Después se quedó dormida, acurrucada como una niña en sus brazos. Johan permaneció mucho tiempo despierto a oscuras, observando el perfil de Emma y escuchando su respiración.

Jueves 29 de Noviembre

El interés de los periodistas por la desaparición de Fanny Jansson iba en aumento a medida que transcurrían las horas. Cada vez se apuntaba más gente para participar en las batidas y la búsqueda de la policía con helicópteros y con cámaras térmicas se intensificó alrededor de los bosques de Visby. El jueves por la mañana los dos periódicos vespertinos publicaban a doble página la noticia de la chica desaparecida. Su foto ocupaba las portadas.

Cuando Johan entró en la redacción de Noticias Regionales, Grenfors lo recibió agitando los diarios entre las manos.

– ¿Qué coño es esto? -rugió. Tenía la cara roja de ira-. Tanto Aftonbladet como Expresen publican a doble página la noticia de la chica que ha desaparecido. ¿No tenías tú que ocuparte de esto?

– ¿Puedo quitarme primero la cazadora? -le espetó Johan. Se había pasado veinte minutos en la estación de Hornstull esperando un metro que no llegó. La línea roja volvía a tener problemas y encima la empresa municipal SL tenía el valor de subir el precio de los abonos mensuales.

Grenfors fue tras él pisándole los talones, mientras se dirigía a su mesa de trabajo.

– ¿Cómo es posible que nosotros no hayamos podido contar nada? -continuó diciendo detrás de Johan.

Dado que Johan era consciente de que últimamente se había centrado demasiado en Emma y demasiado poco en el trabajo, lamentablemente no tenía ninguna buena respuesta que darle. Emma había vuelto a casa en avión por la mañana y ahora tardarían en volver a verse.

– Voy a llamar para averiguarlo -respondió.

– Puede que exista también alguna relación con el asesinato de ese alcohólico. De hecho, el asesino aún anda suelto.

– ¿Crees que debería ir allí? -preguntó Johan esperanzado.

– Depende de lo que consigas.

Buscó los diarios locales en el montón de los periódicos del día y escuchó las noticias matinales de Radio Gotland a través de Internet. Efectivamente, informaban de que seguía sin saberse el paradero de Fanny Jansson, pero que la policía trabajaba ya tras una serie de nuevas pistas. También los periódicos contaban cómo se estaban llevando a cabo los trabajos de búsqueda y que había aparecido la bicicleta.

Qué putada que él no hubiera estado al tanto de la investigación, ahora Noticias Regionales se había quedado atrás de verdad. Era una gran desventaja no estar en el lugar de los hechos, en Gotland, siguiendo el desarrollo de los acontecimientos. Los dos periódicos vespertinos, claro está, especulaban con la posibilidad de que el asesino del alcohólico hubiera atacado de nuevo.

Levantó el auricular dando un suspiro y marcó el número de Knutas. No hubo respuesta, tenía el móvil apagado. Qué putada. Intentó hablar con Karin Jacobsson, con quien también tuvo bastante relación el verano anterior. Parecía estresada.

– Sí, Jacobsson.

– Hola, soy Johan Berg, de Noticias Regionales. Quería saber cómo va la búsqueda de Fanny Jansson.

La voz al otro lado del teléfono se suavizó. Johan sabía que la policía de Visby lo trataba con una cierta consideración, al menos de momento.

– Hemos puesto en marcha un amplio dispositivo. En estos momentos continúan los rastreos por los alrededores de la escuela, de su casa y también del hipódromo, donde fue vista por última vez, pero hasta ahora los resultados han sido más bien flojos. Hemos encontrado la bicicleta, eso ya lo sabrás.

– Sí, ¿hay alguna huella en ella?