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Sintió cómo las lágrimas asomaban en sus ojos. Esto era más de lo que podía sobrellevar.

Estuvo a punto de pegar un salto cuando llamaron a la puerta. La voz de Olle al otro lado:

– Emma, ¿te falta mucho?

– No, espera un momento.

Tiró el dispositivo y la caja vacía a la papelera. No podía decir nada ahora. Necesitaba tiempo para pensar. Se lavó las manos a toda prisa y abrió la puerta.

– ¿Qué te pasa? Estás muy pálida.

Olle la miró preocupado.

– ¿Estás enferma?

– Quizá podría llamarse así. Estoy embarazada.

Jueves 13 de Diciembre

La catedral de Visby estaba a rebosar aquella mañana del día de Santa Lucía. Knutas estaba sentado junto a Line y Nils en el tercer banco a la derecha del pasillo central. La alta bóveda del crucero y los magníficos arcos lanzaban sombras alargadas a la luz de cientos de velas encendidas. Los asistentes susurraban expectantes en voz baja, sólo alguna que otra tos o taconeo rompía el suave murmullo en las hileras de bancos.

El desfile de Santa Lucía en la iglesia era una de las celebraciones más importantes del año. Petra era una de las acompañantes de la Virgen. Cantaba en el coro de jóvenes de la catedral y ellos eran los encargados de realizar la procesión de Santa Lucía ese año, al igual que todos los demás, desde tiempos inmemoriales. Knutas echaba un vistazo al folleto informativo del santuario mientras esperaban a que diera comienzo la celebración. La catedral de Santa Maria se empezó a construir en el siglo XII con la recaudación de los aranceles que pagaban los barcos alemanes que arribaban al puerto de Visby. Al principio estaba pensada sólo para los comerciantes germanos, pero luego se convirtió en el templo para toda la colonia alemana y, después de la reforma, en la catedral de todos. Desde la Edad Media, el edificio no había sufrido ninguna transformación importante, y se notaba, pensaba Knutas allí sentado mientras admiraba la altura del techo, los ventanales bellamente pintados y el pulpito, probablemente importado de la ciudad germana de Lübeck en el siglo XVII.

De pronto se oyeron unas tenues voces a través de la nave y todas las miradas se volvieron hacia atrás, hacia la entrada. Las voces que entonaban la canción de Santa Lucía cobraron intensidad y la figura blanca de la santa hizo su aparición en la puerta de la catedral. Avanzó despacio vestida de blanco y con una corona de velas ciñéndole la cabeza. Detrás, en parejas, iban sus acompañantes con espumillón alrededor de la cintura y una vela en las manos, y cerraban el cortejo los niños, los cuales llevaban capirotes de papel decorados con estrellas en la cabeza.

A la luz de las velas, aquélla era una representación mágica con los niños de blanco cantando con sus voces claras. Uno de los infantes, que no tendría más de diez u once años, cantó con voz cristalina tan bello y tan alto que a Knutas se le humedecieron los ojos. En medio de un solo vibró su móvil en el bolsillo interior. Sacó el teléfono con discreción y se lo llevó a la oreja. Era difícil entender lo que le decía Karin en el otro extremo. Consiguió abrirse paso entre la gente del banco y salió agachándose hasta el atrio.

– Será mejor para ti que sea importante, estoy en la catedral en mitad de la representación de Santa Lucía en la que mi hija es acompañante.

– Han encontrado muerta a Fanny Jansson en el páramo de Lojsta.

Tardaron casi una hora en llegar al lugar. Karin y Knutas tomaron la carretera 142 que bajaba hacia Hejde y siguieron en dirección al páramo de Lojsta. Junto al cruce que conducía hacia el bosque había una vieja casa de piedra caliza. Un rebaño de lanudas ovejas negras, que estaban apiñadas junto a la cerca, se quedó mirándolos cuando pasaron por delante.

Había un coche de la policía esperándolos para guiarlos hasta el sitio. Avanzaron dando tumbos por la pésima carretera que se adentraba en el bosque, por la que normalmente sólo transitaban tractores. Aquí el manto de nieve permanecía intacto entre los árboles y no corría el viento. El sotobosque estaba cubierto de matorrales, helechos marchitos, brezos y matas de hierbas. Por aquí y por allí relucían arándanos solitarios y abandonados como rojos puntos de luz entre los arbustos cubiertos de nieve. Al final del camino se abría un claro donde había otro coche de policía aparcado. Un poco más arriba, en lo alto de una pendiente, se veía la cinta del cordón policial. El aire era cortante y frío.

El cuerpo de Fanny yacía en una hondonada bajo unos frondosos abetos, cubierto con una gruesa capa de musgo.

Se encontraba relativamente bien conservado. La chica estaba completamente vestida; llevaba unos pantalones oscuros de montar a caballo, una cazadora corta, cerrada, y un jersey marrón de lana roto en el cuello. Su tez oscura resaltaba contra la nieve. Su melena, larga y hermosa, ondeaba en el suelo y parecía curiosamente viva flotando alrededor de la chica muerta. Sus ojos, abiertos de par en par, miraban fijamente al cielo. Cuando Knutas se acercó un poco más vio que tenía manchas rojas. Alrededor del cuello se veían oscuros moratones.

El cuerpo lo había encontrado una mujer que estaba dando un paseo a caballo y se había caído al suelo cuando éste reculó al ver a una zorra. El animal la había llevado hasta el claro. A la mujer le dolía la espalda a consecuencia de la caída, y además estaba tan conmocionada que la habían trasladado al hospital de Visby.

En el camino de vuelta a la ciudad empezó a sonar el móvil.

La tercera llamada era de Johan.

– ¿Qué es lo que ha ocurrido? -Knutas reconoció inmediatamente la voz de Johan.

– Fanny Jansson ha sido hallada muerta -dijo Knutas cansado.

Karin conducía el coche, así que podía concentrarse en responder a las preguntas.

– ¿Dónde?

– En una zona boscosa en el páramo de Lojsta.

– ¿Cuándo?

– Esta mañana, en torno a las ocho y media.

– ¿Quién la ha encontrado?

– Una mujer que estaba dando una vuelta a caballo.

– ¿Ha sido asesinada?

– Sí, todo apunta a eso.

– ¿Cómo?

– No puedo dar detalles.

– ¿Llevaba mucho tiempo muerta?

– Eso tendrá que decirlo el forense, no puedo contestar a más preguntas. Más tarde a lo largo del día daremos una rueda de prensa.

– ¿Cuándo?

– Creo que será por la tarde. Aún estás a tiempo de venir.

Johan y Peter aterrizaron en el aeropuerto de Visby justo después del mediodía. El viaje en taxi hasta el centro era corto.

La comisaría de policía de Visby había cambiado totalmente desde la última vez que ellos estuvieron allí. Habían pintado la antigua fachada de color azul con un revoque de tono beis. Las salas eran claras y espaciosas, y la decoración, suave, en el típico estilo nórdico a base de materiales naturales y colores discretos, azules y blancos.

La antigua sala medio cochambrosa donde antes se celebraban las ruedas de prensa no era más que un recuerdo. Ahora los condujeron a una amplia estancia ubicada en la planta baja con hileras de sillas de acero inoxidable y una tribuna enfrente. Sobre las ventanas, que daban hacia una pared monótona, colgaban unas ligeras cortinas. La prensa ya había empezado a montar sus micrófonos en la tribuna. Johan contó hasta cuatro reporteros de cadenas de la competencia.

Estaba satisfecho de que le hubieran confiado a él la tarea de informar para toda la Televisión Sueca. Nadie había manifestado la menor indecisión al respecto. Tras la admirable cobertura informativa que hizo Johan de los asesinatos del verano anterior, los redactores de las noticias nacionales no albergaban ninguna duda: Johan Berg daba la talla. A él le encantaba el hecho de que su reportaje fuera a emitirse en todos los noticiarios de la tarde. Lo embargaba una gran satisfacción por el hecho de llegar a tantas personas, de tener semejante impacto.