El paquete estaba escondido en el conducto de la ventilación. Nadie se había preocupado de mirar allí, ni el asesino ni la policía.
El asesino desaparece del lugar tras cometer el crimen. Tira el arma y la cámara en un bosquecillo algo alejado del lugar. Probablemente tenía el coche aparcado más allá, en el siguiente bloque de viviendas.
Knutas picoteó lo que había, albóndigas con macarrones recalentados. Echó más ketchup y revolvió la comida sin prestar atención. Bebió un trago de leche. En el cuarto de estar estaban callados como en misa, la película debía de ser sumamente interesante.
Y después estaba el asesinato de Fanny. Aunque, en realidad, debería uno concentrarse en ese extremo, ya que ahí fue donde empezó todo. La aventura con una chica de catorce años. ¿Cómo se había puesto el asesino en contacto con ella? Tenía que pertenecer a su entorno cercano.
Knutas dejó esa pregunta para más adelante y siguió el hilo de sus reflexiones. Aquel hombre la utilizaba sexualmente, no cabía duda. ¿Cuánto tiempo habría durado aquella situación? Todos cuantos la conocían ignoraban que se veía con alguien. El comisario dudaba mucho de que se tratara de una relación amorosa normal y corriente. El hombre podía haberla amenazado, o también podía ser que la muchacha dependiera de alguna manera de él. ¿Pero qué fue lo que hizo que la matara? Ya se había deshecho de Dahlström y se había librado de sus exigencias.
Corría un riesgo enorme al cometer otro asesinato. Claro que también podía haber sucedido sin que lo planeara, posiblemente como consecuencia de algún juego sexual. En las fotografías parecía que Fanny estaba atada. Quizá el asesino la había estrangulado sin querer y luego había depositado el cuerpo en el bosque.
Era una posibilidad; otra era que Fanny hubiese empezado a darle tantos problemas que al hombre le hubiera parecido necesario matarla. Quizá lo amenazó con descubrirlo todo, o sencillamente quería romper su relación.
Knutas empezó a pensar dónde podían haberse visto. Era poco probable que se vieran en casa de Fanny, eso era demasiado arriesgado. Lo extraño era que nadie había notado nada, ni una sola persona.
Su corazón se retorció de pena al pensar en el cuerpo sin vida en el bosque. Se le pasaron por la cabeza las caras de diferentes personas. La madre de Fanny, ¿qué responsabilidad tenía en lo que había ocurrido? ¿Por qué no se había preocupado más de su hija? Fanny estaba sola con sus problemas. Se sentía tan mal que incluso se había autolesionado. Sólo tenía catorce años y era todavía una niña.
Sin embargo, ninguna persona mayor se había ocupado de ella, ni siquiera su propia madre.
Y en la escuela, igual. Aunque los profesores habían notado que Fanny se sentía mal, nadie hizo nada. Estuvo allí, a la vista de todos, pero nadie la vio.
Jueves 20 de diciembre
Knutas estaba sentado en su despacho tomando el café de la mañana cuando llamaron a su puerta y Karin asomó la cabeza.
– ¡Buenos días! Es increíble cómo puede olvidar la gente las cosas y luego recordar en un pispas información de lo más interesante.
Se dejó caer en la silla enfrente de Knutas y puso los ojos en blanco.
– Ese tal Jan Olsson que trabaja en la cuadra ha llamado y ha dicho que Fanny estuvo en casa de Tom Kingsley
– ¿Ah, sí?
– En otoño Jan Olsson tuvo que pasar una vez por casa de Tom para dejarle una cosa.
– ¿Qué cosa? -preguntó Knutas con curiosidad.
– Eso no lo dijo -respondió Karin impaciente-. Escucha esto. La bicicleta de Fanny estaba fuera de la casa de Tom y Jan Olsson se dio cuenta de que la cazadora de la chica estaba colgada en la entrada.
– ¿No la saludó?
– No. Tom no lo invitó a entrar.
– Está bien. Es suficiente para detener a Kingsley. Voy a llamar a Birger para que nos expida una autorización para registrar su casa.
Knutas alargó el brazo hasta el teléfono para llamar al fiscal.
– Claro, sólo hay un problema -constató Karin.
– ¿Qué problema?
– Tom Kingsley está fuera. Está de vacaciones en Estados Unidos.
– ¿Cuánto tiempo va a estar fuera?
– Tiene que empezar a trabajar de nuevo el lunes, según el propietario de la cuadra. Pero ha viajado en vuelo regular con el billete de vuelta abierto y aún no ha reservado, así que no sabemos cuándo regresará.
– No importa, entraremos en su casa de todas maneras.
La residencia de Tom Kingsley estaba en un claro del bosque, no muy lejos del hipódromo. En realidad era una casa de campo que tenía alquilada desde que llegó a Gotland.
El camino que conducía hasta la vivienda no era mucho más ancho que un camino rural. Los coches de policía avanzaban dando tumbos. Knutas y Karin iban delante, Kihlgård y Wittberg conducían detrás de ellos. El fiscal Smittenberg había autorizado el registro del domicilio sin dilación. En un caso normal, Tom Kingsley tenía que haber sido informado previamente, pero nadie sabía dónde se encontraba.
Todas las ventanas estaban a oscuras. Cuando se bajaron del coche, observaron que no había estado nadie en la casa desde hacía algún tiempo. El manto de nieve estaba intacto.
La llave se la había dado el propietario de la casa, Karin se había pasado la mañana tratando de localizarlo.
La planta baja constaba de un pequeño vestíbulo y un cuarto de estar a la derecha desde el que se accedía a una reducida cocina. Estaba amueblada con sencillez, pero limpia: una mesa junto a la ventana, una chimenea y pegado a la pared del fondo había un viejo sofá de madera con los cojines forrados con tela de rayas. Entre la cocina y el cuarto de estar había una estufa. La cocina, cuya ventana daba al bosque, tenía pocos muebles: una encimera con armarios debajo, una fresquera, una vieja cocina eléctrica y un frigorífico pequeño colocado directamente en el suelo.
Una estrecha escalera de caracol conducía al piso de arriba, que disponía de dos dormitorios pequeños y un pasillo. Todo estaba ordenado y limpio. Knutas levantó la colcha de las camas. La ropa de cama estaba quitada y debajo de los cobertores sólo estaban los viejos colchones. Empezaron a registrar sistemáticamente cajones y armarios. Kihlgård y Karin se ocuparon del piso de arriba; Knutas y Wittberg del de abajo. No había pasado mucho tiempo cuando Wittberg gritó:
– ¡Venid a ver esto!
Estaba sujetando con las pinzas un pequeño papel que parecía un prospecto.
– ¿A que no adivináis qué es?
Los demás negaron con la cabeza.
– Es un prospecto de la píldora del día después.
Viernes 21 de Diciembre
El hallazgo del prospecto en casa de Tom Kingsley, junto con el hecho de que había negado rotundamente haber mantenido una relación más íntima con Fanny, hicieron que el fiscal solicitara su ingreso en prisión. Cuando comprobaron que las huellas dactilares de Fanny aparecían en el prospecto, la policía estuvo totalmente convencida de que Kingsley era el hombre a quien buscaban. En una investigación de las compañías aéreas se comprobó que había viajado con SAS hasta Chicago una semana antes. Se avisó a la policía de Estocolmo y se instó al departamento de reservas de SAS para que permaneciera atento y diera la voz de alarma cuando Kingsley reservara el vuelo de vuelta.
Knutas se sintió aliviado, aunque no supieran dónde se encontraba Kingsley. Ahora sólo tenían que esperar a que volviera.
Mientras tanto, podría disfrutar durante el fin de semana de un merecido descanso. Alejado de todo lo que fuera su trabajo como policía. Leif y él iban a viajar a la casa de veraneo que la familia Almlöv poseía en Gnisvärd, unos veinte kilómetros al sur de Visby como hacían siempre los días previos a la Navidad. Realmente, a causa de la investigación, hasta el último momento había dudado de si podría ir en esta ocasión. Pero puesto que había una orden de detención contra Kingsley y no podían hacer nada hasta que volviera a Suecia, Knutas pensó que podía irse. Iba a estar a tan sólo veinte minutos en coche de Visby y estaba localizable en el móvil en caso de que ocurriera algo.