Acometió el aseo diario de forma mecánica. Los chorros de la ducha caían sobre su cuerpo febril, sin que sintiera que la refrescaran. La piel era como una gruesa coraza, que no tenía nada que ver con lo que había dentro. El contacto entre su exterior y su interior se había roto.
Olle había llevado a los niños a la escuela antes de irse al trabajo. Se ofreció a quedarse en casa, pero ella había rechazado rotundamente su ofrecimiento, quería estar sola. Se puso unos vaqueros y un jersey y fue descalza hasta la cocina. Siempre andaba descalza en casa, incluso en invierno. Después de un café bien cargado y un par de tostadas se sintió algo mejor. Pero la sensación de irrealidad se agitaba dentro de ella. ¿Cómo había podido ocurrir aquello? Su mejor amiga asesinada en «su» playa. Donde habían jugado con el cubo y la pala; donde habían galopado a los doce años, cuando estaban locas por los caballos; donde habían paseado y hablado de sus problemas en la adolescencia; donde habían conducido la moto y pillado su primera borrachera. Ella incluso perdió la virginidad en la playa.
El teléfono interrumpió sus pensamientos. Era el comisario Knutas.
– Siento tener que molestarte, pero me gustaría que charláramos un rato lo antes posible. También quería comunicarte que Per Bergdal ha sido detenido esta mañana. ¿Te va bien que pase por tu casa después del almuerzo?
Se quedó helada. Per detenido. No podía ser cierto. «La policía tiene que saber todo lo que pasó durante la pelea», pensó.
– ¿Por qué lo han detenido?
– Hay varias razones, te las explicaré cuando nos veamos.
Conmocionada y perpleja como estaba, no quería tener a ningún policía en medio de su infierno particular. Lo mejor sería verse en terreno neutral.
– ¿Podemos vernos en la comisaría? ¿A las dos?
– Estupendo. Lo dicho, siento tener que molestarte pero es importante -repitió Knutas.
– Está bien -aceptó con la voz apagada.
Knutas tomó un trago de café de una jarrita de porcelana decorada con el emblema del club de fútbol AIK. Un regalo de su hermano que sacaba de quicio a su colega Erik Sohlman, hincha del Djurgárden desde que nació.
Echó una ojeada al reloj de la pared. Las doce menos cuarto. Le hacía ruidos el estómago. Había dormido poco, y cuando dormía poco tenía que compensarlo con comida. Menos mal que pronto sería la hora de comer.
El grupo que llevaba la investigación se habá reunido para repasar la información de que disponían hasta el momento. El fiscal también se encontraba allí.
En el cuarto hacía calor y olía a cerrado. Wittberg abrió la ventana que daba al aparcamiento de la policía. Los rayos de sol jugaban al escondite entre las hojas de color verde claro de los árboles. La bandera sueca ondeaba al viento. Un remolque lleno de bulliciosos estudiantes con sus gorras blancas de bachilleres pasaba por la calle Birkagatan. Fin de curso y fiesta nacional. Y ellos allí dentro, hablando del que quizá fuera el peor asesinato ocurrido en Gotland.
– Estamos aquí para recapitular la situación -dijo Knutas-. Melena Hillerström fue asesinada entre las 8.30 y las 12.30. Las pisadas, la sangre y las huellas del arrastramiento, abajo en la playa, demuestran que la muerte se produjo en Gustavs, así que el cuerpo no fue trasladado hasta allí desde ningún otro sitio. El informe preliminar del forense dice que murió a consecuencia de los violentos golpes que recibió en la cabeza. El tipo de lesiones del cráneo induce a pensar que se produjeron por los golpes asestados con un arma de filo, probablemente un hacha. El cuerpo también presentaba varios cortes de hacha. Además, el asesino le introdujo las bragas en la boca. Helena Hillerström estaba desnuda. Si fue violada o no, aún no lo sabemos, no hay ningún indicio externo de violencia sexual. Tampoco se ha apreciado ningún tipo de violencia dirigida contra los órganos sexuales. El cuerpo va camino de la Unidad de Medicina Legal del hospital de Solna. Parece que tardaremos un par de días en conocer el resultado preliminar de la autopsia. Las bragas han sido enviadas al Laboratorio Nacional de Ciencias Forenses, SKL, para su análisis. Los expertos no han podido encontrar restos de semen ni en el cuerpo, ni en las bragas. Veremos lo que dicen los análisis. El resto de su ropa no ha aparecido.
– ¿Y el arma del crimen? -preguntó Wittberg.
– Tampoco ha aparecido -replicó Sohlman-. Hemos rastreado detenidamente la zona donde apareció el cadáver. No se ha encontrado nada de interés, salvo unas colillas de cigarrillos que también hemos remitido a SKL para que sean analizadas. Hemos entrevistado a los vecinos de la zona, nadie oyó nada, nadie ha visto nada. La única pista importante que tenemos hasta ahora son las huellas de los zapatos. Las misma huellas aparecen tanto en la playa como en el bosquecillo, unos zapatos deportivos de marca desconocida, del número 45. Tienen que ser del asesino.
Se levantó. Desplegó con cierta dificultad un mapa y lo fijó en la pared. Era un mapa de la playa de Gustavs y sus alrededores. Se secó el sudor de la frente con un pañuelo y señaló el lugar donde había aparecido el cadáver.
– Aquí estaba el cuerpo. Las huellas muestran que la víctima hizo este recorrido a lo largo de la playa. Después debió de regresar y recorrer el mismo camino de vuelta. En uno de los extremos de la playa, desde el que salió Helena, la hierba está pisoteada. Parece como si el asesino hubiera estado allí, esperándola. Puede que supiera qué camino iba a seguir y la alcanzara antes de que tuviera tiempo de llegar al camino. No hay ninguna huella de coche, de modo que el asesino tuvo que llegar hasta allí andando. Lo más probable es que la matase allí. Las manchas de sangre en el suelo parecen indicar eso. Después, arrastró el cuerpo hasta el pequeño bosque.
– ¿Y el perro? -intervino Karin Jacobsson.
– Tiene que habérselo quitado de encima antes. Según el novio, era un perro guardián atento y obediente, que siempre se mantenía cerca de su dueña, dispuesto a defenderla. Fue golpeado en la cabeza y el cuello con un hacha. La cabeza estaba prácticamente seccionada. Además, le cortó una pata. Me pregunto cuál sería el motivo.
Los presentes se removieron en sus sillas. Karin hizo un gesto de desagrado.
– ¿Cuántas personas sabían que se encontraba en la isla? -preguntó Norrby.
– Unas treinta personas, si he contado bien -contestó Karin rebuscando entre sus papeles-. Su familia, los compañeros del trabajo y un par de amigos en Estocolmo, su amiga Emma Winarve, los vecinos más cercanos y, claro, los invitados a la fiesta.
– ¿Qué induce a pensar que haya sido el novio? -quiso saber Wittberg, y se volvió hacia el fiscal.
– La pelea que se produjo entre él y Helena en la fiesta y que terminó con que él le pegó -contestó Smittenberg-. Se puso celoso. Ella estaba bailando con un antiguo compañero de clase, Kristian Nordström. A Bergdal le pareció que ese tal Kristian se estaba propasando y que ella lo consentía. Entonces sacó a Helena fuera, empezaron a discutir y él le dio un bofetón. Bergdal tenía arañazos y la señal de una mordedura que le hizo ella. La trifulca duró sólo un momento. Luego salió Nordström para hablar con Bergdal. También recibió un puñetazo. Los amigos intervinieron y no llegó a producirse una pelea. Dicen que todo estaba tranquilo cuando dejaron la casa. Bergdal se había dormido y Helena incluso se había acostado a su lado. Los agravantes en su caso son que fue la última persona que vio a Helena con vida y el hecho de que se pelearan la noche anterior al asesinato. A mí me parece que es suficiente para detenerlo en las circunstancias actuales. Sin embargo, para poder solicitar su prisión preventiva necesito algo más. Si no conseguís más pruebas, como por ejemplo pruebas técnicas, tendré que dejarlo en libertad. Disponéis de tres días, a lo sumo.