– ¿Qué se sabe de Helena? -preguntó Karin-. ¿Qué tipo de vida llevaba?
Knutas miró su bloc de notas.
– Llevaba una vida normal, según parece. Nació el 5 de julio de 1966, así que tenía treinta y cuatro años. Nacida y criada en Gotland. La familia se trasladó a vivir a Estocolmo en 1986, cuando Helena tenía veinte años. Conservaron la casa de veraneo en Fröjel, adonde venían un par de veces al año. Solían pasar aquí todos los veranos. Se había formado como analista de sistemas en la Universidad de Estocolmo y trabajaba para una empresa de informática desde hacía tres años. Tenía muchos amigos. Antes de conocer a Bergdal no había mantenido ninguna relación amorosa especialmente larga, según parece. Nunca estuvo casada ni prometida. Según Bergdal, tuvo una relación con ese tal Kristian que estuvo en la fiesta. Pero también puede ser pura fantasía. Por lo que sabemos, el novio es muy celoso, aunque ninguno de los amigos ha podido confirmar que sea cierto. Y lo más lógico es que alguno de ellos hubiera sabido una cosa así. A Kristian Nordström aún no le hemos podido interrogar, porque se trasladó a Copenhague al día siguiente de la fiesta. Sus padres viven allí. He hablado con él por teléfono y volverá mañana.
– ¿Helena Hillerström tenía algún tipo de antecedente policial? -inquirió Wittberg.
– No. La cuestión es qué vamos a hacer ahora. Interrogaremos a todos los que estuvieron en la fiesta. Sobre todo, quiero hablar con Kristian Nordström. Alguien tendrá que ir a Estocolmo para interrogar a la familia de Helena, a sus compañeros de trabajo, a los amigos y demás personas de su entorno. Deberíamos hacerlo lo antes posible. Hemos de trabajar sin hipótesis, no tenemos pruebas de que sea Bergdal. Si no es él, no sabemos si el asesino es de la isla o si la ha seguido desde la Península. O si se trata de alguien a quien la víctima ni siquiera conocía, alguien a quien se encontrara por casualidad.
– Yo puedo desplazarme a Estocolmo -dijo Karin-. Tenemos que hablar cuanto antes con quienes la conocían. Puedo viajar esta tarde.
– Está bueno -dijo Knutas.
Sus colegas ya sabían que Knutas a veces utilizaba giros y expresiones de su mujer danesa.
– Llévate a alguien. Hay mucho que hacer en Estocolmo y muchas personas a las que interrogar. Sin duda, allí tendrás ayuda de la Policía Nacional, pero me parece que deberíais ir dos.
– Yo puedo viajar con ella -se ofreció Wittberg.
Karin lo miró agradecida.
– Está bien. Por lo demás, seguiremos a la espera de lo que diga el SKL. Mientras tanto, iremos confeccionando una lista de la red de amigos y conocidos que tenía Helena aquí, en la isla. ¿Con qué gente se relacionaba cuando estaba aquí? Además de su mejor amiga, claro. Tenemos que interrogar a los vecinos una vez más. Quiero tener un interrogatorio más en profundidad con Emma Winarve. ¿Qué hizo Helena los días anteriores a su muerte? Conversaciones a través del móvil, mensajes de SMS… El novio dice que apagaron los móviles apenas desembarcar. De todos modos, tendremos que comprobar tanto su teléfono como el del novio. ¿Qué podemos hacer para buscar la ropa? Aumentaremos el perímetro alrededor del lugar donde fue hallada, tanto en lo que se refiere a la búsqueda sobre el terreno, como a preguntar a los vecinos. Bien, todo esto es lo que creo que podemos ir haciendo de momento. ¿Qué os parece? -preguntó Knutas para terminar.
Nadie tuvo nada que objetar y se repartieron las tareas.
Después de comer con algo de retraso, Johan y Peter regresaron en el coche hasta la comisaría de policía para mantener la entrevista con el comisario. Querían que les confirmara los nuevos datos acerca del perro antes de preparar el reportaje para el informativo de la tarde.
En la puerta de cristal que daba acceso a la sección de la policía judicial, Johan se tropezó con una mujer con el cabello cortado en media melena, de color arena, y unos ojos oscuros, que miraban de frente.
Les saludó de forma apresurada y desapareció por el pasillo con el bolso colgado al hombro. Alta y guapa, llevaba unos pantalones vaqueros y calzaba botas.
– ¿Quién era? -preguntó Johan, antes siquiera de saludar.
– Una amiga de la mujer asesinada -contestó Knutas escuetamente-. Pasad. Bien, ¿qué queréis? -preguntó algo cansado, sentándose pesadamente tras el escritorio-. Estoy muy ocupado.
Johan se sentó en una de las sillas dispuestas para las visitas. Decidió ir directo al grano.
– ¿Por qué no habéis dicho nada del perro?
Knutas no se inmutó.
– ¿Decir qué?
– Que el asesino había cortado la cabeza al perro de la chica, o poco menos. Que el perro fue encontrado cerca del cadáver.
A Knutas empezaron a salirle manchas rojas en el cuello.
– No puedo confirmar lo que estás diciendo. Ésos son tus datos, y tendrás que responder de ellos.
– ¿Qué conclusiones sacáis de ello?
– Puesto que no puedo confirmar ni desmentir lo que dices, tampoco puedo sacar ninguna conclusión.
– Sabemos por dos fuentes distintas que la mataron con un hacha. Ya se ha publicado y ha estado en todas las portadas de los periódicos. ¿No sería mejor que lo confirmaras?
– No importa la cantidad de fuentes que tengas, no voy a decir nada para no entorpecer la investigación. Te ruego que lo aceptes -respondió Knutas con impaciencia contenida.
– De todos modos, tengo que hacerte otra entrevista.
– Sí, claro, pero no voy a decir más de lo que ya he dicho. Por nuestra parte, no estamos dispuestos a decir más en la situación actual. El sospechoso no está de momento en prisión y el fiscal no ha presentado ante el juzgado ninguna solicitud de prisión preventiva. Por eso, para no entorpecer la investigación, no podemos confirmar lo que dices acerca del perro. Puede ser que el asesino ande suelto y, en tal caso, es importante que la información sensible no salga a la luz. Espero que seáis lo bastante sensatos como para no contar eso y esperéis hasta que sepamos más -dijo Knutas mirándoles serio.
Después de una entrevista incómoda para ambas partes, Johan y Peter se apresuraron a volver a la redacción. Estuvieron trabajando un par de horas para montar tres reportajes que se diferenciaran lo suficiente como para satisfacer a las distintas redacciones de Televisión Sueca.
Los programas de noticias no podían parecerse unos a otros, en absoluto.
De acuerdo con Grenfors, decidieron contar lo del perro y emitir la entrevista con Svea Johansson. Los datos les parecían relevantes, porque de alguna manera daban cuenta de la índole del asesino. Además, pensaron que podía ser interesante para los espectadores oírselo relatar a la hermana del hombre que había encontrado el cadáver
Grenfors estaba satisfecho de que hubieran conseguido entrevistar a la hermana, quien no dudó en dar su consentimiento para que la entrevista se emitiera en TV. Cuando Johan le advirtió del impacto que podía tener su emisión, se limitó a responder que las cosas ocurrieron así, que no había ninguna razón para que la gente no pudiera saber lo sucedido. «Esta vieja tenía que haber sido periodista», pensó Johan.
Cuando acabaron de montar el reportaje, llamó a Knutas para explicarle que iban a emitir la entrevista con Svea Johansson, en la que ella hablaba del perro. Sabía lo importante que era no ponerse a malas con la policía, porque en tal caso resultaría más difícil obtener información en adelante. Knutas no se enojó, parecía más bien que se rendía. A modo de compensación, Johan le prometió que incluiría en el reportaje que la policía aceptaba agradecida cualquier información que pudieran facilitar los ciudadanos.
Fueron paseando hasta el hotel en aquella tarde cálida de principios de verano. Peter le propuso a Johan dar una vuelta y cenar en alguna terraza, en lugar de volver directamente al hotel.
Johan conocía bien Gotland. Había estado en la isla muchos veranos. Sobre todo con la bicicleta, en los años ochenta, cuando estuvo realmente de moda que todo el mundo recorriese la isla en bicicleta en verano. Familias, clases de escolares, jóvenes, parejas de enamorados… Se preguntaba qué habría sido de aquello. La isla continuaba siendo igual de buena para ello, con su terreno llano, con las cunetas repletas de flores y las largas playas de arena fina junto a las carreteras.