El reverendo hizo una pausa. Dejó que durante unos instantes el silencio que impregnaba todo se espesara y aumentase sus solemnes efectos y añadió:
-Aparentemente esto sólo puede haber ocurrido de una manera. Yo les pregunto a estos caballeros: -¿Ha habido cohesión, acuerdo? 'Un suave murmullo se insinuó entre el público; su significado era: «Los ha acorralado…
Billson no estaba acostumbrado a estas situaciones, se quedó sentado, con la cabeza gacha. Pero Wilson era abogado. Se puso de pie con esfuerzo, pálido y afligido, y dijo:
-Solicito la indulgencia del público mientras explico este penoso asunto. Lamento decir lo que voy a decir, !tiesto que ofenderé de forma irreparable al señor Billson, a quien he estimado y respetado siempre hasta ahora, y en cuya invulnerabilidad a la tentación creí siempre a pie juntillas como todos ustedes. Pero debo hablar en defensa de mi propio honor. y con franqueza. Confieso avergonzado y les suplico me perdonen que le dije al forastero arruinado todas las palabras contenidas en la frase, incluidas las últimas ofensivas. [Suspiro entre el público. Cuando los periódicos hablaron de esto, las recordé y resolví reclamar el talego de dinero, ya que me sentía con derecho al mismo desde todos los puntos de vista. Ahora les pido a ustedes que tengan en cuenta este punto y lo mediten bien: que la gratitud del forastero para mí esa noche no tenía límites, que él mismo manifiesto no encontrar palabras adecuadas para exhumarla y que, si podía hacerlo, me devolvería algún día el favor centuplicado. Y bien… Ahora les pregunto: ¿Podía esperar…, podía creer…, podía siguiera imaginar remotamente que, dados tales sentimientos, ese hombre cometería un acto tan desagradecido como añadir a su prueba las quince palabras completamente: innecesarias, tendiéndome una trampa, haciéndome aparecer como difamador de mi propia ciudad ante mis propios convecinos reunidos en un salan público? Era absurdo, era imposible. Su prueba contendría solamente la bondadosa cláusula inicial de mi observación. Yo no dudaba lo más mínimo. Ustedes habrían pensado lo mismo en mi lugar No habrían esperado tan vil traición de un lumbre a quien protegieran y a quien no agraviaran en modo alguno. Y por eso, con perfecta confianza, con perfecta buena fe, escribí sobre un trozo de papel las palabras iniciales, terminando con un Váyase y refórmese, y las firmé. Cuando me disponía a poner la carta en un sobre, me llamaron para que fuera a un despacho de mi oficina y, sin pensarlo, dejé la carta abierta sobre mi escritorio. Wilson se detuvo, volvió lentamente la cabeza hacia Billson, esperó un momento y añadió:
-Les pido que tomen nota de esto: cuando volví, poco después, el señor Billson salía por la puerta principal de mi oficina. [Suspiros.]Inmediatamente Wilson se puso de pie y gritó: -¡Es mentira! -¡Es una mentira infame!
PRESIDENTE: -¡Siéntese, señor! El señor Wilson no ha acabado aún.
Los amigos de Wilson lo obligaron a sentarse y lo calmaron. Wilson prosiguió:, Éstos son los hechos escuetos. Mi carta, cuando volví, estaba colocada en un lugar distinto del escritorio. Me di cuenta del hecho, pero no le di importancia, creyendo que la había cambiado de sitio una corriente de aire. No podía ocurrírseme que el señor Billson leyera una carta privada: se trataba de un hombre honorable y debía estar por encima de eso. Permítanme observar que su palabra extra, mucho, se explica perfectamente: cabe atribuirla a un defecto de memoria. Yo era el único hombre del mundo que podía proporcionar aquí los detalles de la frase con medios honorables. He terminado., Nada hay más adecuado en el mundo que un discurso persuasivo para confundir la máquina mental y trastornar las convicciones y seducir las emociones y de un público inexperto en las tretas y engaños de ,la oratoria. Wilson se sentó victorioso. Los presentes, lo ahogaron en oleadas de aprobatorios aplausos; los amigos se pusieron a su alrededor y le estrecharon la mano y le felicitaron. A Wilson lo obligaron a callar a gritos y no se le permitió decir una sola palabra. El presidente descargó golpes y más golpes con su maza y no hizo más que gritar: ¡prosigamos, caballeros! -¡Prosigamos!
Finalmente, hubo un relativo silencio y el sombrerero dijo:
-Pero, -¿qué hay que proseguir, señor, sino a entregar el dinero?
VOCES: -¡Eso es! -¡Eso! -¡Adelante, Wilson!
SOMBRERERO: Pido tres vítores para el señor Wilson, símbolo de la típica virtud de…
Los vítores estallaron antes de que el sombrerero pudiese terminar, y en medio de los vítores y también del clamor de la masa varios entusiastas subieron a Wilson sobre los hombros de un corpulento amigo y se dispusieron a llevarle en triunfo al estrado. Entonces la voz del presidente se elevó por encima del tumulto…
-¡Orden! -¡Cada uno a su sitios Ustedes olvidan que falta aún por leer un documento.
Cuando se hubo restablecido el silencio, el reverendo tomó el documento y se disponía ya a leerlo, pero lo abandonó nuevamente, diciendo:
-Lo olvidaba… Esto no debe leerse antes de leer todas las comunicaciones escritas recibidas por mí.
Burgess sacó un sobre del bolsillo, extrajo su contenido, arrojó sobre él una rápida mirada, pareció sorprendido y se quedó contemplándolo fijamente.
Veinte o treinta voces gritaron:
-¿Qué dice ese papel?
-¡Léalo!
-¡Léalo!
Y el reverendo Burguess lo leyó… lentamente y con tono vacilante:
-La indicación que le hice al forastero
[Voces: -¡Eh! -¿Qué es eso? fue la siguiente: Usted dista de ser un hombre malo. VOCES: ¡Santo Dios!») Váyase y refórmese. [UNA vez: ¡Que me condenen!»)
Firmado par el señor Pinkerton, el banquero.
El barullo de carcajadas que se desató entonces fu e de los que pueden arrancarles lágrimas a los más sosegados. Los que carecían de puntos vulnerables rieron hasta que se les saltaron las lágrimas., los reporteros, en espasmos de risa, anotaron, garabatos indescifrables y un perro dormido se levantó de un salto, asustadísimo, y ladró sin parar ante. el tumulto. Entre el tumulto general, se oían todo tipo de gritos: Nos estamos enriqueciendo'. ;Dos Símbolos de incorruptibilidad! -¡Eso, sin contar con Billson!~ -¡Tres! -¡Cuenten a Tabla rasa! -¡Hay lugar puro todos!, „-¡Muy bien! -¡Billson es el elegido! Hay pobre Wilson, víctima de dos ladrones!»
VOZ POTENTE: ¡Silencio! El presidente acaba de sacar algo del bolsillo.
VOCES: ¡Hurra! -¿Algo nuevo? -¡Léalo! -¡Léalo! -¡Léalo!
PRESIDENTE: [Leyendo]: La indicación que le hice , etcétera. Usted dista de ser¡un hombre malo. Váyase…, etcétera. Firmado, Gregory Yates.
TUMULTO DE VOCES: -¡Cuatro Símbolos! ¡Hurra por Yates! -¡Saque otro!
En el salón había muchas ganas de hacer jaleo y estaban decididos a disfrutar de todo el placer que pudiese brindar la oportunidad. Varios de los diecinueve ciudadanos importantes, con aire pálido y afligido, se pusieron en pie y empezaron a abrirse camino hacia los pasillos, pero se oyeron numerosos gritos: -¡Las puertas, las puertas! -¡Cierren las puertas!