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Así que lloré un poco, lo cual es natural, supongo, para alguien de mi edad y después de descansar tomé una cesta y partí hacia un sitio en el borde extremo del círculo, donde las estrellas estaban cerca del suelo y podía recogerlas con las manos, lo que sería mejor, en todo caso, porque podría recogerlas entonces con ternura y no romperlas. Pero era más lejos de lo que pensaba y al fin tuve que abandonar; estaba tan cansada que no podía arrastrar los pies un paso más; y además los tenía lastimados y me dolían mucho.

No podía regresar a casa; era demasiado lejos y empezaba a hacer frío; pero encontré algunos tigres y me anidé entre ellos y fue adorablemente cómodo y su aliento era dulce y agradable, porque viven de frutillas. Nunca había visto un tigre antes, pero los reconocí en un minuto por las rayas. Si pudiera tener una de esas pieles, me haría una tánica preciosa.

Hoy me estoy manejando mejor con las ideas sobre las distancias. Estaba tan ansiosa por aferrar cada cosa bonita que trataba de alcanzarla atolondrada, a veces cuando estaba demasiado lejos y a veces cuando no estaba a más de quince centímetros pero parecía un pie: ¡ay, con espinas entremedio! Aprendí una lección; también elaboré un axioma, con mi propia cabeza. Era el primero de todos para mi: El experimento arañado evita la espina. Creo que es muy bueno para venir de alguien tan joven.

Ayer por la tarde seguí al otro Experimento, a cierta distancia, para ver para qué podía servir, si podía. Pero no pude distinguirlo. Creo que es un hombre. Nunca había visto un hombre, pero parecía uno y me sentí segura de que es lo que es. Advierto que siento más curiosidad por él que por cualquiera de los demás reptiles. Si es un reptil y supongo que lo es; porque tiene cabello desaliñado y ojos azules y parece un reptil. No tiene caderas; está rematado en punta como una zanahoria cuando se para, aparta los pies como una grúa; así que creo que es un reptil, aunque puede ser arquitectura.

Al principio le tuve miedo y empezaba a correr cada vez que se daba vuelta, porque creí que iba a perseguirme; pero pronto descubrí que sólo estaba tratando de apartarse, así que después de eso ya no era tímida y en cambio le seguí los pasos, varias horas, a unos veinte metros, lo que lo ponía nervioso y desdichado. Al fin estaba muy preocupado y trepó a un árbol. Esperé un buen rato, después abandoné y me fui a casa.

Hoy pasó lo mismo. Lo hice subir de nuevo al árbol.

Domingo. Todavía sigue ahí arriba. Descansando, al parecer. Pero eso es un subterfugio: el domingo no es el día de descanso; el sábado está señalado para eso. Me parece una criatura que está más interesada en descansar que en cualquier otra cosa. Me cansaría descansar tanto. Me cansa sólo estar sentada y vigilar el árbol. Me pregunto para qué es; nunca lo veo hacer algo.

Devolvieron la luna anoche, ¡y me sentí tanfeliz! Creo que es muy honesto por parte de ellos. Se deslizó hacia abajo y cayó otra vez, pero no me sentí inquieta; no era necesario preocuparse cuando uno tiene ese tipo de vecinos; la volverán a colocar. Me gustaría poder hacer algo para mostrar mi aprecio. Me gustaría enviarles algunas estrellas, porque tenemos más de las que podemos usar. Quiero decir yo, no nosotros, porque puedo ver que al reptil no le importan nada esas cosas.

Tiene gustos ordinarios y no es bondadoso. Cuando fui allí ayer al anochecer se había escurrido hacia abajo y estaba tratando de atrapar los pequeños peces manchados que juegan en la charca y tuve que arrojarle un terrón para hacerlo subir otra vez al árbol y que los dejara en paz. ¿Será que sirve para eso? ¿No tiene corazón? ¿No tiene ninguna compasión por esas pequeñas criaturas? ¿Puede ser que esté pensado y fabricado para un trabajo tan desagradable? Tiene ese aspecto. Uno de los terrones le dio atrás de la oreja y empleó el lenguaje. Me dio un escalofrío, porque era la primera vez que yo oía el habla, salvo la mía. No entendí las palabras, pero parecían expresivas.

Cuando descubrí que podía hablar sentí un interés nuevo por él, porque me encanta hablar; hablo todo el día y en sueños, también, y soy muy interesante, pero si tuviera otro con quien hablar podría ser dos veces más interesante y nunca me detendría, silo deseara.

Si este reptil es un hombre, ¿no es un eso, verdad? Eso no sería gramatical, verdad? Creo que sería un el. Eso creo. En ese caso uno lo analizaría gramaticalmente así: nominativo, él; dativo, paraél; posesivo, deél. Bueno, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que resulte ser alguna otra cosa. Esto será más útil que tener tantas incertidumbres.

El domingo de la semana siguiente. Toda la semana lo seguí pisándole los talones y traté de que nos conociéramos. Tuve que encargarme de las palabras, porque él era tímido, pero no me importó. Parecía complacido de tenerme a su alrededor y empleé el "nosotros" sociable con mucha frecuencia, porque ser incluido parecía halagarlo.

Miércoles. Nos estamos llevando muy bien realmente, ahora y conociéndonos cada vez más, lo cual es un buen signo y muestra que a él le gusta tenerme con él. Eso me agrada y estudio para serle útil en cada modo que pueda, como para aumentar su consideración.

Durante el último día o dos le saqué de las manos todo el trabajo de nombrar las cosas y eso ha sido un gran alivio para él porque en ese sentido no tiene ningún don y es evidente que se siente muy agradecido. No puede pensar en un nombre racional para salvarlo, pero le dejo ver que soy consciente de su defecto. Cada vez que aparece una criatura nueva la nombro antes de que él tenga tiempo de exponerse con un silencio embarazoso. No tengo defecto como el de él. En cuanto pongo los ojos sobre un animal sé qué es. No tengo que reflexionar un instante; el nombre correcto brota de inmediato, como si fuera una inspiración, como sin duda lo es, porque estoy segura de que no estaba en mí un minuto antes. Parezco saber, sólo por la forma de la criatura y el modo en que actúa, de qué animal se trata.

Cuando apareció el dodo, él pensó que era un gato montés: se lo vi en la mirada. Pero lo salvé. Y tuve el cuidado de no hacerlo de un modo que pudiera herirle el orgullo. Sólo me expresé en un modo del todo natural de sorpresa complacida y no como si estuviera soñando en comunicar información y dije: "¡Bueno, caramba, que me digan si ese no es el dodo!" Expliqué, sin parecer que explicaba, cómo lo conocía como un dodo y aunque pensé que tal vez él estaba un poco irritado porque yo conociera a la criatura cuando él no, era del todo evidente que me admiraba. Eso fue muy agradable y pensé en eso más de una vez con gratificación antes de dormirme. ¡Qué cosa pequeña puede hacernos feliz cuando sentimos que nos lo hemos ganado!

Jueves. Mi primera pena. Ayer me evitó y pareció desear que no hablara con él. No podía creerlo y pensé que había algún error, porque me encantaba estar con él, me encantaba oírlo hablar y por lo tanto ¿cómo podía ser que pudiera sentirse poco amable conmigo cuando yo no le había hecho nada? Pero al fin parecía cierto, así que me aparté y me senté a solas en el lugar donde lo vi por primera vez la mañana en que fuimos hechos y no sabía qué era él y me sentía indiferente hacia él; pero ahora era un sitio lúgubre y cada pequeña cosa hablaba de él y sentía el corazón muy lastimado. No sabía por qué con claridad, porque era un sentimiento nuevo; no lo había experimentado antes y era todo un misterio y yo no podía desenredarlo.