La inhumanidad del hombre para el hombre
Hace llorar a miles incontables
Les contaré una linda historia que tiene un toque patético. Un hombre se volvió religioso, y preguntó a un sacerdote qué podía hacer para volverse digno de su nuevo estado. El sacerdote dijo:
"Imita a Nuestro Padre que está en el Cielo, aprende a ser como Él." El hombre estudió la Biblia con diligencia, comprensión y debilidad, y luego de haber rogado al Cielo que lo guiara inició sus imitaciones. Hizo caer por las escaleras a su mujer, que se rompió la columna; entregó a su hermano en manos de un estafador, que le robó cuanto poseía y lo dejó en e] asilo de pobres; inoculó parásitos intestinales a uno de sus hijos, la enfermedad del sueño a otro, y gonorrea al otro; hizo que su hija se contagiara escarlatina y llegará así a la adolescencia sorda, ciega y muda para siempre; y después de ayudar a un canalla a que la sedujera, le cerró las puertas de su casa y la hija murió maldiciéndolo en un prostíbulo. Luego se presentó ante el sacerdote, que le dijo que esa no era la forma de imitar al Padre Celestial. El converso preguntó en qué había fallado, pero el sacerdote cambió de tema y le preguntó cómo estaba el tiempo por su pueblo.
Carta VIII
El hombre es sin duda el tonto más interesante que existe. También el más excéntrico. No tiene una sola ley escrita, en su Biblia o fuera de ella, que tenga otra intención u otro propósito que éste: limitar u oponersea la ley de Dios.
Pocas veces saca de un hecho sencillo algo que no sea una conclusión equivocada. No puede evitarlo; es la forma en que está hecha esa confusión que él llama su mente. Consideren lo que acepta, y todas las curiosas conclusiones que saca de ello.
Por ejemplo, acepta que Dios hizo al hombre. Lo hizo sin deseo ni conocimiento del hombre.
Esto parece hacer indisputable y claramente a Dios y solamente a Dios responsable por los actos del hombre. Pero el hombre niega esto.
Acepta que Dios hizo a los ángeles perfectos, sin mácula e inmunes al dolor y a la muerte, y que podría haber sido igualmente bondadoso con el hombre si lo hubiera querido, pero niega que tuviera ninguna obligación moral de hacerlo.
Acepta que el hombre no tiene derecho moral a castigar al hijo que engendra con crueldades voluntarias, enfermedades dolorosas o la muerte, pero rehúsa limitar los privilegios de Dios de la misma manera hacia los hijos que Él engendra.
La Biblia y los estatutos del hombre prohíben el homicidio, el adulterio, la fornicación, la mentira, la traición, el robo, la opresión y otros crímenes, pero sostienen que Dios está libre de esas leyes y que tiene derecho a romperlas cuando quiere.
Acepta que Dios da a cada hombre su temperamento, su disposición, al nacer; acepta que el hombre no puede por medio de ningún proceso cambiar este temperamento, sino que debe permanecer siempre bajo su dominio. Pero si en el caso de un hombre está lleno de pasiones tremendas, y totalmente privado de ellas en el caso de otro hombre, es justo y racional castigar a uno por sus crímenes; y recompensar al otro por abstenerse de cometerlos.
A ver, consideremos estas curiosidades.
Temperamento (Disposición):
Tomemos dos extremos de temperamento: la cabra y la tortuga.
Ninguna de esas dos criaturas hace su propio temperamento, sino que nace con él, como el hombre, y como el hombre, no puede cambiarlo.
El temperamento es la Ley de Dios escrita en el corazón de cada ser por la propia mano de Dios, y debe ser obedecido, y lo será a pesar de todos los estatutos que lo restrinjan o prohíban, emanen de donde emanaren.
Muy bien, la lascivia es el rasgo dominante del temperamento de la cabra, la Ley de Dios para su corazón, y debe obedecerla y la obedece todo el día durante la época de celo, sin detenerse para comer o beber. Si la Biblia ordenara a la cabra "No fornicarás, no cometerás adulterio", hasta el hombre, ese estúpido hombre, reconocerla la tontería de la prohibición, y reconocería que la cabra no debe ser castigada por obedecer la Ley de su Hacedor. Sin embargo, cree que es apropiado y justo que el hombre sea colocado bajo la prohibición. Todos los hombres. Todos de igual modo.
A juzgar por las apariencias esto es estúpido, porque, por temperamento, que es la verdadera Ley de Dios, muchos hombres son cabras y no pueden evitar cometer adulterio cuando tienen oportunidad; mientras que hay gran número de hombres que, por temperamento, pueden mantener su pureza y dejan pasar la oportunidad si la mujer no tiene atractivos. Pero la Biblia no permite el adulterio en absoluto, pueda o no evitarlo la persona. No acepta distinción entre la cabra y la tortuga, la excitable cabra, la cabra emocional, que debe cometer adulterio todos los días o languidecer y morir; y la tortuga, esa puritana tranquila que se da el gusto sólo una vez cada dos años y que se queda dormida mientras lo hace y no se despierta en sesenta días. Ninguna señora cabra está libre de violencia ni siquiera en el día sagrado, si hay un señor macho cabrío en tres millas a la redonda y el único obstáculo es una cerca de cinco metros de alto, mientras que ni el señor ni la señora tortuga tienen nunca el apetito suficiente de los solemnes placeres de fornicar para estar dispuestos a romper el descanso de la fiesta por ellos. Ahora, según el curioso razonamiento del hombre, la cabra gana su castigo y la tortuga encomio.
"No cometerás adulterio" es un mandamiento que no establece distingos entre las siguientes personas. A todos se les ordena obedecerlo:
Los niños recién nacidos.
Los niños de pecho.
Los escolares.
Los jóvenes y doncellas.
Los jóvenes adultos.
Los mayores.
Los hombres y mujeres de 40 años.
De 50.
De 60.
De 70.
De 80.
De 90.
De 100.
El mandamiento no distribuye su carga en forma pareja, ni puede hacerlo.
No es difícil para los tres grupos de niños.
Es difícil - más difícil- más difícil para los tres grupos siguientes difícil hasta la crueldad.
Felizmente se suaviza para los tres grupos.
Ya ha hecho todo el daño que Podía hacer, y podría suprimírselo. Pero con una imbecilidad cómica se prolonga aún y pone bajo su aplastante prohibición a las cuatro edades siguientes. Pobres viejos arruinados, aunque trataran no podrían desobedecerlo. ¡Y piensen ustedes - reciben loas porque se abstienen santamente de adulterarse