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Su cabina está limpia y es austera, con pocos muebles; no hay pinturas, ni esculturas de luz, nada que halague al sentido de la vista; sólo unas pequeñas estatuillas de bronce, un suave bloque ovalado de piedra verde, y algunos objetos evidentemente elegidos por sus ricas texturas: una banda de trozos de tejido extendidos a través de un marco, un análisis pétreo de galopín marino, una colección de fragmentos bastos de piedra arenisca. Todo está meticulosamente dispuesto. ¿Le ayuda alguien a mantener en orden el lugar?

Ella se mueve con serenidad de un lado a otro de la pequeña habitación, no corriendo nunca peligro de tropezar con nada; la confianza que tiene en sus movimientos acobarda al capitán del año, que permanece pacientemente sentado, en espera de que ella haga lo mismo. Noelle está pálida, aunque muy elegante, con su pelo oscuro peinado apretadamente hacia atrás a partir de la frente y sujetado con un complicado broche de marfil. Sus labios son abultados y la nariz redondeada. Lleva puesto un suave vestido ondulante. Su cuerpo resulta atractivo; la ha visto en los baños y conoce sus pechos, erguidos y llenos, la amplia curva de sus caderas, su piel cremosa y perfecta. Por lo que ha oído decir hasta ahora, no ha tenido ninguna relación amorosa a bordo. ¿Será porque es ciega?

Quizá tienda uno a no pensar en una ciega como una compañera sexual en potencia. ¿Por qué debe ser así? Quizá porque dude uno de aprovecharse de una ciega en una relación sexual, se sugiere a sí mismo, e inmediatamente se contiene, asombrado, preguntándose por qué razón ha tenido que pensar en una relación sexual en la que se aproveche uno de alguien. Bueno, entonces quizás sea porque la compasión para con su ceguera se interpone en las sensaciones eróticas; la lástima se convierte con facilidad en protectora y mata el deseo. Rechaza esa teoría: es poco sincera, nada plausible. ¿Podría ser que la gente temiera aproximarse a ella, sospechando que es capaz de leer los pensamientos más íntimos? Ella ha negado repetidamente cualquier capacidad para penetrar las mentes de otras personas, excepto la de su hermana. Además, si uno no tiene nada que ocultar, ¿por qué dejarse derrotar por su telepatía?

No, tiene que ser algo más, y ahora que lo piensa, ha logrado aislarlo: Noelle es tan independiente, tan serena, se halla tan envuelta en su ceguera, en su poder mental y en su insondable comunicación con su distante hermana, que nadie se atreve a romper las barricadas cristalinas que protegen su yo interno. Nadie se ha aproximado a ella, porque parece inabordable; su extraña perfección anímica la aisla, manteniendo a los demás a esa distancia a que la extraordinaria belleza física puede mantener a veces a los demás. No despierta deseo porque no parece ser humana. Ella brilla. Es como una máquina impecable, como una parte integral de la nave.

Él despliega el texto del informe de hoy a la Tierra.

—No es que haya nada nuevo que decirles —comenta—, pero supongo que, de todos modos, tenemos que cumplir con el comunicado diario.

—Sería cruel si no lo hiciéramos. Significamos mucho para ellos.

—Lo dudo.

—¡Oh, sí! Yvonne dice que toman los mensajes de ella en cuanto llegan, y los transmiten por todos los canales disponibles. Las palabras que les llegan de nosotros son terriblemente importantes para ellos.

—Como una diversión, nada más. Algo así como la última novedad: «Intrépidos exploradores aventurándose por las zonas no exploradas del no-espacio interestelar»…

Su voz suena dura incluso para él, y su forma de hablar es ronca. Las palabras le sorprenden a él mismo; no sabía que fuera capaz de sentir de este modo con respecto a la Tierra. Sin embargo, continúa:

—Eso es todo lo que representamos: novedad, aventura experimentada por otros, un momento de entretenimiento.

—¿Lo dices en serio? ¡Suena tan terriblemente cínico!

—Dentro de otros seis meses —dice, encogiéndose de hombros—, se sentirán completamente aburridos de nosotros y de nuestras comunicaciones. Quizás incluso antes. Dentro de un año se habrán olvidado de nosotros.

—No te concibo como un hombre cínico —observa ella—. Y, sin embargo, a menudo dices esas… —titubea—… esas cosas tan…

—¿Tan francas? Supongo que soy un realista. ¿Significa eso lo mismo que ser cínico?

—No trates de etiquetarte a ti mismo, capitán del año.

—Sólo trato de considerar las cosas de un modo realista.

—No sabes qué es lo real. No sabes lo que eres, capitán.

De repente, la conversación parece haber perdido el controclass="underline" demasiado densa, demasiado íntima. Ella nunca había hablado así antes. Es como si hubiera una malsana electricidad en el aire, un campo algo malhumorado que distorsionara sus personalidades normales, convirtiéndoles en sujetos antinaturalmente tensos y agresivos. Él siente pánico: si perturba el delicado equilibrio de conciencia de Noelle, ¿seguirá siendo capaz de establecer contacto con la lejana Yvonne? Pero no puede dejar de defenderse.

—¿Sabes entonces lo que soy yo?

—Eres un hombre en busca de sí mismo —le dice ella—. Ésa es la razón por la que te presentaste voluntario para llegar hasta aquí.

—¿Y por qué te presentaste tú voluntaria, Noelle? —pregunta, sin poderlo evitar.

Ella deja que los párpados se cierren lentamente sobre sus ojos invidentes, y no ofrece ninguna respuesta. Y él trata de salvar las cosas un poco diciendo, algo más tranquilamente, en medio del tenso silencio de ella:

—No te enojes. No era mi intención molestarte. ¿Transmitimos el informe?

—Espera.

—Muy bien.

Noelle parecía estar concentrándose. Al cabo de un momento dijo, con un tono menos cortante:

—¿Cómo crees que nos ven a nosotros, allá en casa? ¿Como seres humanos ordinarios que hacen un trabajo insólito, o como criaturas sobrehumanas comprometidas en un viaje épico?

—En estos momentos, como criaturas sobrehumanas en un viaje épico.

—Y más tarde, ¿seremos más ordinarios ante sus ojos?

—Más tarde, nos convertiremos en nada para ellos. Nos olvidarán.

—¡Qué triste! —el tono de Noelle muestra una graciosa nota de ironía; puede que se esté riendo de él—. ¿Y tú, capitán del año? ¿Te imaginas a ti mismo como un ser ordinario o sobrehumano?

—Algo intermedio. Algo bastante más que ordinario, pero sin llegar a un semidiós.

—Yo me considero a mí misma como una persona bastante ordinaria, exceptuando dos aspectos —dice, con dulzura.

—Uno de ellos es tu comunicación telepática con tu hermana, y el otro… —duda, sintiéndose misteriosamente incómodo al tener que nombrarlo—. El otro es tu ceguera.

—Desde luego —confirma ella, sonriente, radiante—. ¿Transmitimos el informe ahora?

—¿Has establecido contacto con Yvonne?

—Sí. Está esperando.

—Muy bien, entonces —mirando sus notas empieza a leer lentamente—: Dia de navegación 117. Velocidad… Situación aparente…

Ella se echa a dormir un rato después de cada transmisión. Eso la agota; estaba empezando a desvanecerse incluso antes de que él llegara al final del mensaje de hoy. Ahora, al salir al pasillo, sabe que se habrá quedado dormida antes de que cierre la puerta. Se marcha con el ceño fruncido, preocupado por la extraña tensión surgida entre ellos, así como por su misterioso ataque de «realismo».

¿Con qué derecho dice él que la Tierra se irá aburriendo de los viajeros? Durante todos los años de preparación de este primer viaje interestelar no descendió nunca el interés del público; de hecho, ese mismo interés estimuló a los propios viajeros cuando sus interminables rutinas de entrenamiento, en ocasiones, amenazaban con aburrirles a ellos. Los mensajes de la Tierra, transmitidos por Yvonne a Noelle, vibraban de ansiosas preguntas; la curiosidad demostrada por el mundo hogar ha sido abrumadora desde el principio: ¡Cuéntanos! ¡Cuéntanos! ¡Cuéntanos!