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Abajo, en la sala, la gente está cantando. Son voces bulliciosas: Elliot, Chiang, León.

Viajando, iba un hombre espacial que saltó al tubo del no-espacio…

El capitán se vuelve, mira a Noelle, la aprieta contra sí. Nota su temblor. La consuela, cuando hace apenas un momento ella le estaba consolando a él.

—Sí, sí… —le murmura.

Con el brazo en los hombros de ella, se vuelve, de modo que los dos quedan frente al ventanal visor. Como si ella pudiera ver. El no-espacio baila y se retuerce a un par de centímetros de su nariz. Siente como un viento cálido soplando a través de la nave: el khamsin, el siroco, el simún, el leveche; un viento bochornoso, un viento mortal surge del extraño gris…, y se obliga a sí mismo a no temer a ese viento. Es un viento de vida, se dice a sí mismo; un viento de alegría, un viento frío y dulce, el mistral, la tramontana. ¿Por qué iba a pensar que habría algo que temer en el reino situado más allá de la plancha del visor? ¡Qué hermoso es lo que hay ahí fuera, qué estáticamente hermoso! ¡Qué triste que no se lo podamos contar a nadie, excepto a nosotros mismos!

Inesperadamente, una extraña paz desciende sobre él. Todo va a estar bien, insiste para sí mismo. De lo que ha sucedido no se derivará daño alguno. Y quizá pueda derivarse algún bien. El beneficio se esconde en los lugares más oscuros.

Ella juega obsesivamente al Go, derrotándolos a todos. Parece como si viviera en la sala durante veinte horas al día. A veces se enfrenta al mismo tiempo a dos contrincantes —un hecho increíble, considerando que debe retener en su memoria los intrincados y constantes cambios que se producen en ambos tableros—, y derrota a los dos: dos días después de haber perdido el contacto a nivel verbal con Yvonne, triunfa simultáneamente sobre Roy y Heinz ante un grupo de treinta compañeros que contemplan las partidas. Parece sentirse animada y alegre; tiene mucho cuidado en mantener oculta la pena que debe sentir por la pérdida del contacto. Los otros sospechan que la expresa sólo a través de su maníaco jugar al Go.

El capitán es uno de sus más frecuentes adversarios, ocupando su turno ante el tablero durante el tiempo que debería haber dedicado a componer y dictar los comunicados para la Tierra. Había pensado que hacía años que el Go se había terminado para él, pero también está jugando obsesivamente ahora, construyendo muros y esas fortalezas inasaltables conocidas como ojos. Se siente una cierta confianza escuchando el sonido familiar de las piedras negras y blancas chocando contra el tablero. Noelle le gana todas las partidas; cubre el tablero de ojos.

¿Quién puede explicar la interferencia? Nadie cree que el problema sea función de algo tan evidente como la distancia. Noelle se ha mostrado muy convencida al respecto: una señal que se propaga perfectamente durante los primeros dieciséis años luz de un viaje no debería deteriorarse tan repentinamente. Se tendrían que haber producido al menos signos previos de deterioro, y no hubo ninguna atenuación; sólo ruidos que interferían y que, finalmente, destruyeron la señal. Alguna fuerza está interviniendo entre las dos hermanas, pero ¿qué puede ser? Al final hubo que rechazar la idea de que se trate de algún efecto físico análogo a la estática producida por las manchas solares, el producto de la radiación emitida por alguna estrella gigantesca. No hay energía de superficie de contacto entre el espacio real y el no-espacio, no existe oportunidad de que se produzca intrusión electromagnética de ninguna clase. Eso ya había sido ampliamente demostrado mucho antes de que se emprendiera cualquier viaje tripulado. El tubo de no-espacio es una pared impermeable; nada que tenga masa o carga puede saltar la barrera existente entre el universo de los fenómenos aceptados y el capullo de la nada que ha tejido el mecanismo de impulsión de la nave alrededor de ellos. Ni siquiera un fotón puede atravesarlo, ni siquiera un neutrino deslizante.

Los viajeros se sienten excitados por numerosas especulaciones. La única fuerza que puede atravesar la barrera, señala Roy, es el pensamiento: intangible, inconmensurable, ilimitado. ¿Qué pasaría si el sector de espacio real correspondiente a esta región del no-espacio estuviera habitado por seres de poderosa capacidad telepática, cuyas transmisiones, fluyendo hacia el exterior a través de una esfera con un radio de muchos años luz, fueran capaces de cruzar la barrera con la misma facilidad que las transmisiones de Yvonne? Roy supone que las extrañas emanaciones mentales estarían sofocando la señal procedente de la Tierra.

Heinz amplía esta teoría hacia una posibilidad diferente: que la interferencia sea causada por alienígenas del no-espacio. Existe una aparente paradoja en esto, puesto que se ha demostrado matemáticamente que el tubo de no-espacio tiene que estar completamente libre de materia, a excepción de la nave que viaja a través de él; de otro modo, un cuerpo que se moviera a velocidades superiores a las de la luz generaría resonancias destructoras a medida que su masa excediera la infinitud. Pero quizá las ecuaciones hayan sido comprendidas de un modo imperfecto. Heinz imagina gigantescos seres incorpóreos, tan grandes como asteroides, tan grandes como planetas, como masas de energía pura e incluso de fuerza mental pura que se desplazan libremente a través del tubo. Estos seres pueden ser la fuente de las transmisiones biopsíquicas que perturban el circuito Yvonne-Noelle, o quizás estén alimentándose de la energía mental de las hermanas, postula Heinz. Les llama «ángeles». Se trata de un concepto poco plausible, pero extraño, que fascina a todos durante varios dias.

La cuestión de si los «ángeles» viven dentro del tubo, como propone Heinz, o en algún otro mundo situado en el exterior, como imagina Roy, es algo que no tiene importancia por el momento; en la nave todo el mundo está de acuerdo en que la interferencia es obra de una inteligencia extraña, y eso despierta admiración en todos ellos.

¿Qué hacer? León, que se inclina por la hipótesis de Roy, propone que abandonen inmediatamente el no-espacio y busquen el mundo o mundos donde habitan los «ángeles». El capitán se opone, observando que el plan del viaje les obliga a alcanzar una distancia de cien años luz de la Tierra antes de iniciar su búsqueda de planetas habitables. Roy y León argumentan que el plan es una simple guía, concebida arbitrariamente, y no una orden por escrito; tienen libertad para dejar de cumplirla si se presenta alguna razón con la suficiente urgencia. Heinz, que apoya al capitán, observa que en realidad no hay necesidad alguna de abandonar e! no-espacio, al margen de cuál pueda ser la fuente de las transmisiones extrañas; si los pensamientos de tales criaturas pueden llegar desde más allá del tubo, quiere decir que los pensamientos de Noelle pueden avanzar seguramente por el tubo hacia ellos, y que se puede establecer contacto sin necesidad de desviarse del plan. Después de todo, si la interferencia es obra de seres que comparten el tubo con ellos y los viajeros los buscan inútilmente fuera del tubo, puede resultarles imposible encontrarlos de nuevo cuando la nave regrese al no-espacio.

Esta aproximación a la cuestión pareció razonable, y se le planteó a Noelle la pregunta: ¿puedes intentar establecer un diálogo con estos seres?

—No garantizo nada —dice ella, echándose a reír—. Nunca he intentado hablar antes con ángeles. Pero lo intentaré, amigos míos. Lo intentaré.

Ella nunca ha hecho nada similar antes. Parece casi un acto de infidelidad, esta apertura de su mente hacia algo o alguien que no es Yvonne. Pero se tiene que hacer. Extiende una tenue prolongación de pensamiento que tantea, como un lento riachuelo de mercurio. A través de la pared de la nave, en todo lo gris que les rodea, hacia arriba, hacia fuera, hacia, hacia…