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…¿ángeles?…

Angeles. ¡Oh! Luminosidad. Fortaleza. Magnetismo. Sí. Conciencia ahora de una poderosa masa de energía concentrada, muy cerca. Una masa en movimiento, ejerciendo una terrible presión sobre el tejido del cosmos: el ángel tiene un momento angular. Gira pesadamente sobre su colosal eje. ¿Quién habría imaginado que un ángel pudiera ser tan enorme? Noelle se siente oprimida por el desplazamiento de peso a medida que realiza su lento giro axial.

Ella se acerca más. ¡Oh! Se siente aturdida. ¡Demasiada luz! ¡Demasiada energía!Retrocede, abrumada por la intensidad del rendimiento del otro ser. Es una mente tan poderosa que ella se siente enormemente empequeñecida. Si la toca con su mente, será destruida. Debe descender gradualmente por la abertura, establecer alguna clase de transformador que la proteja contra toda la explosión de energía que procede de él. Eso requiere tiempo y disciplina. Ella trabaja con firmeza, haciendo ajustes, dominando nuevas técnicas, descubriendo capacidades que ni siquiera sabía que poseyera. Y ahora… sí. Vuelve a intentarlo. Con lentitud, despacio, muy despacio, con el máximo cuidado. Hacia fuera va su extensión de pensamiento.

Sí.

Aproximándose al ángel.

¿Ves? Aquí estoy yo. Noelle. Noelle. Me acerco a ti llena de amor y temor. Tócame ligeramente. Sólo tócame…

Un ligero contacto…

Contacto…

¡Oh! ¡Oh!

Te veo. La luz… ojo de cristal… fuentes de lava… ¡oh! La luz… tu luz… Comprendo… comprendo…

¡Oh! Como un dios…

…y Semele deseó contemplar a Zeus en toda su luminosidad, y Zeus la había desanimado; pero Semele insistió y Zeus, que la amaba, no pudo rechazarla; así es que se acercó a ella con toda su majestuosidad y Semele fue consumida por su gloria, de modo que sólo quedaron cenizas de ella; pero el hijo concebido con Zeus, el pequeño Dionisos, no quedó destruido y Zeus salvó a Dionisos y se lo llevó, herméticamente cerrado en un muslo, volviéndolo a traer después y otorgándole la divinidad…

…¡Oh, Dios, yo soy Semele!…

Ella se vuelve a retirar. Descansa, reagrupa sus poderes. La fuerza de este ser es aterradora. Pero hay formas de aislarse a sí misma contra la destrucción, de permitir que el superflujo de energía se disipe por sí mismo. Lo intentará una vez más. Sabe que se encuentra al borde del mayor milagro de todos. Ahora. Ahora. La mente interrogante se extiende hacia adelante.

Yo soy Noelle. Me acerco a ti llena de amor, ángel.

Contacto.

El universo está ardiendo. Explosiones de una feroz luz plateada atraviesan la bóveda metálica del cielo. Las palabras se convierten en cenizas. Los muros se derrumban y se transforman en cenizas llameantes. Hay contacto. Un danzante resplandor solar… una corriente de fuego líquido… una marea de brillante resplandor, irresistible, sin fin, introduciéndose en ella, rodeándola, penetrándola. Luz por todas partes.

…Semele.

El ángel sonríe y ella tiembla. Ábrete a mí, grita la vasta voz, y ella se abre y la fuerza penetra por completo, inundándola.

Ella ha estado en coma durante días, errante en su delirio. Preocupado, temeroso, el capitán mantiene una sombría vigilia a la cabecera de la cama. A veces, ella parece despertar a la conciencia; balbucea unas palabras inteligibles, incluso frases enteras, procedentes de su sueño. Habla de luz, de un brillo blanco insoportablemente brillante, de arcos de energía, de intensas erupciones solares. Una estrella me retiene, murmura. Le dice al capitán que ha estado conversando con una estrella. ¡Qué poético!, piensa el capitán; ¡qué metáfora tan maravillosa! Hablando con una estrella. Pero ¿dónde está ella? ¿Qué le está sucediendo?

El rostro de Noelle aparece encendido; sus ojos se mueven con rapidez de un lado a otro, precipitándose como peces atrapados bajo los párpados cerrados. De mente a mente, murmura, la estrella y yo, de mente a mente. Empieza a tararerar algo… es un sonido agudo, que asciende hasta hacerse casi inaudible, cercano a la alta frecuencia. Al capitán le produce dolor escucharlo: una dura radiación áurea. Después, ella permanece en silencio.

Su cuerpo se pone rígido. ¿Una convulsión de alguna clase? No. Se está despertando. El capitán observa rayas de percepción relampagueando a través de la temblorosa musculatura de Noelle, como una rana galvanizada, retorciéndose en sus extremidades. Sus pestañas tiemblan. Produce un pequeño sonido, como un gemido.

Abre los ojos y le mira.

Con suavidad, el capitán le dice:

—Tienes los ojos abiertos, Noelle. Creo que ahora puedes verme. Tus ojos me están siguiendo, ¿verdad?

—Puedo verte, sí.

Su voz es vacilante, se desvanece, resulta ajena por un momento, como si fuera una voz extraña; pero después se hace más su propia voz, cuando pregunta:

—¿Cuánto tiempo he estado fuera?

—Ocho días de navegación. Estábamos preocupados.

—Tienes un aspecto exactamente igual a como me lo imaginaba —dice ella—. Tu rostro es duro, pero no es sombrío. No es un rostro hostil.

—¿Quieres hablar sobre dónde estuviste, Noelle?

—Estuve hablando… —sonríe—…con un ángel.

—¿Ángel?

—En realidad, no es un ángel, capitán. No es un ser físico tampoco, ni nada de una especie extraña. Se trata más bien de las criaturas energéticas de las que habla Heinz. Pero mayores. Mucho mayores. No sé lo que es, capitán.

—Me dijiste que estabas hablando con una estrella.

—…¡una estrella!

—En tu delirio. Eso fue lo que dijiste.

Los ojos de Noelle brillan, llenos de excitación.

—¡Una estrella! ¡Sí! ¡Sí, capitán! Creo que hablé con ella, ¡sí!

—¿Pero qué significa eso de hablar con una estrella?

—Pues —dice, sonriendo—, significa hablar con una estrella, capitán. Una enorme bola de gas, y tiene una mente, tiene una conciencia. Creo que eso es lo que es. Ahora estoy segura. ¡Estoy segura!

—¿Pero cómo puede una…?

La luz desaparece abruptamente de los ojos de Noelle. Vuelve a estar viajando; ya no está con él.

El capitán espera, junto a la cabecera de la cama. Transcurre una hora, dos. Medio día. ¿En qué poderoso reino ha penetrado Noelle? Su respiración es distante, con una monotonía impersonal. Ahora se halla tan lejos, tan lejos de cualquier lugar que él sea capaz de comprender… Finalmente, los ojos de Noelle vuelven a parpadear. Los abre. Su rostro parece transfigurado. Al capitán le parece que ella sigue estando parcialmente en ese otro mundo situado más allá de la nave.

—Sí —dice ella—. No es un ángel, capitán. Es un sol. Un sol vivo e inteligente —los ojos de Noelle están radiantes—. Un sol, una estrella, un sol —murmura—. He tocado la conciencia de un sol. ¿Cree lo que le digo, capitán? He encontrado una red de estrellas que viven, que piensan, que tienen mentes, que tienen almas. Que se comunican. Todo el universo está vivo.

—Una estrella —dice él sordamente—. Las estrellas, ¿tienen mentes?

—Sí.

—Todas ellas? ¿Incluyendo a nuestro propio sol?

—Todas ellas. Hemos llegado al lugar de la galaxia donde vive esta estrella y está emitiendo en mi misma longitud de onda, y su energía empezó a perturbar mi conexión con Yvonne. Esa era la interferencia, capitán. La gran estrella estaba emitiendo.

Esta conversación ha tomado para él la textura de un sueño. Ahora, pregunta tranquilamente:

—¿Y por qué el sol de la Tierra no se interfirió entre tú e Yvonne cuando estabais allí?