—No tiene la edad suficiente —contesta ella, encogiéndose de hombros—. Se tarda… no lo sé, miles de millones de años… hasta que han madurado, hasta que pueden transmitir. Nuestro sol aún no tiene la edad suficiente, capitán. Ninguna de las estrellas cercanas a la Tierra tiene la edad suficiente. Pero aquí…
—¿Estás ahora en contacto con él?
—Sí. Con él y con muchos otros. Y con Yvonne.
—¿Con Yvonne también?
—Ella ha vuelto a establecer contacto conmigo. Está en el circuito —Noelle se detiene un momento—. Puedo hacer entrar a otros en el circuito. Podría conectarte a ti, capitán.
—¿A mí?
—Sí, a ti. ¿Te gustaría tocar una estrella con tu mente?
—¿Qué me ocurrirá? ¿Me hará daño?
—¿Acaso me ha hecho daño a mí, capitán?
—¿Seguiré siendo yo mismo después?
—¿Sigo siendo yo misma ahora, capitán?
—Tengo miedo.
—Ábrete a mí. Inténtalo. Observa lo que sucede.
—Tengo miedo.
—Toca una estrella, capitán.
Él coloca su mano sobre la de ella.
—Adelante —dice el capitán.
Y su alma se convierte en un solarium.
Después, con las pulsaciones solares aún reverberando en los espejos de su mente, con destellos blanco-azulados saltando en sus sinapsis, el capitán dice:
—¿Qué hay de los otros?
—También les pondré en contacto.
Él nota un parpadeo de resentimiento momentáneo. No desea compartir la iluminación. Pero rechaza ese resentimiento en el mismo instante en que lo concibe. Que ellos también entren.
—Toma mi mano —dice Noelle.
Todos extienden las manos. Uno tras otro, se van tocando entre sí. Roy. Sylvia. Heinz. Elliot. El capitán siente a Noelle agitándose en tándem con él, siente a Yvonne, siente presencias mayores, luminosas, eternas. Todo está unido. Nave-hermana, estrella-hermana: todo se convierte en una sola cosa. El capitán se da cuenta de que los días del juego al Go se han terminado. Ahora son todos una sola persona; todos están más allá de los juegos.
—Y ahora —susurra Noelle—. Ahora nos extenderemos hacia la Tierra. Pondremos nuestra fuerza en Yvonne, y ella…
Yvonne conecta a los siete mil millones de seres de la Tierra con la red.
La nave avanza como un rayo a través del tubo de no-espacio.
Dentro de poco, el capitán iniciará la búsqueda de un planeta habitable. Si descubren uno, se instalarán allí. Si no, continuarán, y no importará en absoluto, y la nave y sus siete mil millones de pasajeros seguirá su curso eternamente, calentada por la luz amiga de las estrellas.