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»Podemos acomodar ambas cosas orientando la nave para que el borde de la cubierta se alinee hacia el objeto que queremos observar. Resultó ser una solución excelente pues la gravedad no supone ningún problema; podemos ladearnos en cualquier ángulo y conseguir que el punto de vista de los observadores mecánicos e inteligentes sea el mismo para hacer comparaciones posteriores.

Jacob trató de imaginar la nave, inclinada y sumergida en las tormentas de la atmósfera del sol, mientras que los pasajeros y la tripulación observaban tranquilamente.

—Hemos tenido algunos problemas con esta disposición — continuó Kepler—. Esta nave más nueva y más pequeña que llevará Jeff tiene algunas modificaciones, así que esperamos que pronto… ¡Ah! Aquí vienen algunos amigos…

Culla y Jeffrey salieron por la puerta, el rostro medio simio medio humano del chimp deformado por su expresión de desprecio.

Palpó la pantalla de su pecho.

«LR MAREADO AL SUBIR LA RAMPA. CAMISA BASTARDO.»

Culla habló con suavidad al chimpancé. Jacob apenas pudo oírlo.

—Habla con reshpeto, Amigo-Jeff. El sheñor LaRoque esh humano.

Jeffrey tecleó acalorado, con bastantes faltas de ortografía, a la que tenía tanto respeto como el que más, pero que no estaba dispuesto a someterse a cualquier humano exigente, sobre todo uno que no había tenido nada que ver con la Elevación de su especie.

¿TIENES QUE SOPORTAR TODA ESA MIERDA DE BUBBACUB SÓLO PORQUE SUS ANTEPASADOS ICIERON UN FABOR A LOS TULLOS HACE MEDIO MILLÓN DE AÑOS?

Al pring le brillaron los ojos y hubo un destello de blanco entre sus gruesos labios.

—Por favor, Amigo-Jeff, shé que pretendesh lo mejor, pero Bubbaccub esh mi Tutor. Losh humanosh han dado libertad a tu raza. Mi raza debe shervir. Esh la forma en que eshtá eshtructurado el mundo.

Jeffrey hizo una mueca.

—Ya veremos —gruñó.

Kepler se llevó a Jeffrey aparte, tras pedirle a Culla que enseñara a Jacob los alrededores. Culla guió al humano al otro lado de la semiesfera para mostrarle la máquina que permitía que la nave funcionara como una batisfera en el plasma semifluido de la atmósfera solar. Desmontó varios paneles para mostrarle a Jacob las unidades de memoria holográfica.

El Generador de Estasis controlaba el flujo de tiempo y espacio a través del cuerpo de la Nave Solar, de forma que sus ocupantes sintieran las violentas sacudidas de la cromosfera como un suave bamboleo. Los científicos de la Tierra aún no comprendían más que parcialmente la física fundamental del generador, aunque el gobierno insistía en que fuera construido por manos humanas.

A Culla le brillaban los ojos, y su voz susurrante reveló el orgullo por las nuevas tecnologías que la Biblioteca había traído a la Tierra.

Los bancos de lógica que controlaban el generador parecían un amasijo de filamentos cristalinos. Culla explicó que las varillas y fibras almacenaban mucha más información óptica que la tecnología terrestre anterior, y además respondían con más rapidez. Mientras observaban, pautas de interferencia azul corrieron arriba y abajo por la varilla más cercana, paquetes fluctuantes de datos centelleantes. A Jacob le pareció que había algo casi vivo en la máquina. El láser de entrada y salida se hizo a un lado bajo el contacto de Culla, y los dos contemplaron durante varios minutos el crudo pulso de la información que era la sangre de la máquina.

Aunque debía de haber visto las entrañas del ordenador cientos de veces, Culla parecía tan embelesado como Jacob, meditando fijamente con aquellos ojos brillantes que nunca parpadeaban.

Por fin Culla volvió a colocar la tapa. Jacob advirtió que el extraterrestre parecía cansado. Debía de estar trabajando demasiado. Hablaron poco mientras recorrían lentamente el camino de regreso para reunirse con Jeffrey y Kepler.

Jacob escuchó con interés, pero sin comprender demasiado, cómo el chimpancé y su jefe discutían sobre algún detalle menor del enfoque de una de las cámaras.

Jeffrey se marchó entonces, tras decir que tenía cosas que hacer en el suelo de la Caverna, y Culla le siguió poco después. Los dos hombres se quedaron allí unos minutos, hablando de la maquinaria. Entonces Kepler indicó a Jacob que se adelantara mientras regresaban alrededor del bucle.

Cuando Jacob estaba a medio camino, escuchó una súbita conmoción arriba. Alguien gritaba, furioso. Intentó ignorar lo que le decían sus ojos sobre el curvado bucle de gravedad y aceleró el ritmo. Sin embargo, el sendero no estaba hecho para ser tomado con rapidez. Por primera vez sintió una confusa mezcla de sensaciones de gravedad mientras diferentes porciones del complicado campo tiraban de él.

En lo alto del arco, el pie de Jacob tropezó con una placa suelta, que se dispersó junto con algunos tornillos por la cubierta curva. Luchó por conservar el equilibrio, pero la enervante perspectiva, a mitad de camino del sendero curvo, le hizo tambalearse. Cuando llegó a la escotilla del lado superior de la cubierta, Kepler le había alcanzado.

Los gritos procedían de fuera de la nave.

En la base de la rampa, Fagin agitaba las ramas, trastornado. Varios miembros del personal de la base corrían hacía LaRoque y Jeffrey, que estaban enzarzados en un violento abrazo.

Con la cara completamente roja, LaRoque resoplaba y se esforzaba mientras intentaba soltar la mano de Jeffrey de su cabeza. Descargó un puñetazo, sin ningún efecto aparente. El chimpancé gritó repetidas veces y enseñó los dientes mientras pugnaba por agarrar mejor la cabeza de LaRoque y hacerla llegar al nivel de la suya. Ninguno de los dos advirtió el corrillo que se había reunido a su alrededor. Ignoraron los brazos que intentaban separarlos.

Mientras se apresuraba hacia abajo, Jacob vio que LaRoque liberaba una mano y buscaba la cámara que colgaba de un cordón en su cintura.

Jacob se abrió paso hasta los combatientes. Sin detenerse, hizo que LaRoque soltara la cámara tras propinarle un duro golpe con el canto de una mano, y con la otra agarró el pelaje de la nuca del chimpancé. Tiró hacia atrás con todas sus fuerzas y lanzó a Jeffrey a los brazos de Kepler y Culla.

Jeffrey se debatió. Los grandes y poderosos brazos del simio lucharon contra la tenaza de sus captores. Echó atrás la cabeza y aulló.

Jacob sintió movimiento a sus espaldas. Giró y plantó una mano sobre el pecho de LaRoque cuando el hombre se abalanzaba hacia adelante. Los pies del periodista resbalaron y el hombre aterrizó en el suelo.

Jacob agarró la cámara del cinturón de LaRoque, justo cuando el otro intentaba cogerla. El cordón se partió con un chasquido. Los hombres contuvieron a LaRoque cuando éste intentaba ponerse en pie.

Jacob alzó las manos.

— ¡Ya basta! —gritó. Se colocó de forma que ni LaRoque ni Jeffrey pudieran verse bien. LaRoque se acarició la mano, ignorando a los hombres que le contenían, y le miró airado.

Jeffrey todavía intentaba soltarse. Culla y Kepler lo agarraron con más fuerza. Tras ellos, Fagin silbaba, indefenso.

Jacob cogió la cara del chimpancé en sus manos. Jeffrey le miró.

—¡Chimpancé-Jeffrey, escúchame! Soy Jacob Demwa. Soy un ser humano. Soy supervisor del Proyecto Elevación. Te estás comportando de una manera indigna… ¡Estás actuando como un animal!

Jeffrey sacudió la cabeza como si le hubieran abofeteado. Miró aturdido a Jacob durante un instante. En su rostro se dibujó media mueca, y luego los profundos ojos marrones se desenfocaron. Se hundió flaccido en los brazos de Culla y Kepler.

Jacob agarró la peluda cabeza con una mano y con la otra colocó en su sitio el pelaje agitado. Jeffrey se estremeció.

—Ahora relájate —dijo suavemente—. Intenta recuperarte. Todos te escucharemos cuando nos digas qué ha sucedido.