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Jacob imaginó cómo sería encontrarse con una nave de Pila.

—A veces huir debe de ser terriblemente difícil.

—Sí, pero tenemos una forma secreta de enfriarnos. —Helene sonrió levemente. Por un momento, aquellos atractivos hoyuelos volvieron a aparecer en sus mejillas—. Es uno de lo motivos principales por los que las tripulaciones están compuestas sobre todo por mujeres.

—Vamos. La probabilidad de que una mujer le dé un puñetazo a alguien que le ha insultado debe de ser igual que la de un hombre. No creo que sea una gran garantía.

—No, normalmente no. —Volvió a mirarle con aquella atractiva expresión. Por un momento pareció a punto de continuar. Luego se encogió de hombros.

—Vamos a sentarnos —dijo—. Quiero mostrarle algo.

Le guió alrededor de la cúpula y a través de la cubierta a una parte de la nave donde no había nadie y la cubierta circular flotaba a dos metros del casco de la nave.

El brillo chispeante de la cromosfera se refractaba extrañamente donde la pantalla de estasis se curvaba bajo sus pies. El estrecho campo de suspensión permitía que pasara la luz, pero la desviaba un poco. Desde donde se encontraban, podía verse parte de la Gran Mancha; su configuración había cambiado considerablemente desde la última inmersión. Donde intervenía el campo, la mancha solar titilaba y ondulaba con nuevas pulsaciones que se añadían a las suyas propias.

Helene bajó lentamente a la cubierta y luego se acercó al borde. Por un instante se sentó con los pies a milímetros del temblequeo, con las rodillas bajo la barbilla. Entonces se puso las manos a la espalda y dejó que sus piernas entraran en el campo.

Jacob tragó saliva.

—No sabía que se podía hacer eso —dijo.

La contempló mientras ella giraba las piernas lánguidamente. Éstas se movían como en un denso almíbar, y la tensa cobertura de su traje ondulaba como algo animado.

Estiró las piernas por encima del nivel de la cubierta, con aparente facilidad.

—Hmmm, parece que están bien. Pero no puedo sumergirlas mucho. Supongo que la masa de mis piernas crea un agujero en el campo de suspensión. Al menos no las siento al revés cuando lo hago. —Las bajó de nuevo.

Jacob sintió que las rodillas se le aflojaban.

—¿Quiere decir que nunca había hecho esto?

Ella le miró y sonrió.

—¿Estoy alardeando? Sí, supongo que intentaba impresionarle. Pero no estoy loca. Después de lo que nos dijo sobre Bubbacub y la aspiradora, repasé cuidadosamente las ecuaciones. Es perfectamente seguro. ¿Por qué no me acompaña?

Jacob asintió, aturdido. Después de tantos milagros y cosas inexplicables, esto era poca cosa. Decidió que el secreto era no pensarlo.

Parecía en efecto un denso almíbar que aumentaba su viscosidad mientras empujaba hacia abajo. Era gomoso y respondió.

Y las piernas del traje de Jacob parecieron desconcertantemente vivas.

Helene no dijo nada durante un rato. Jacob respetó su silencio. Obviamente, tenía algo en mente.

—¿Es cierta la historia de la Aguja Finnilia? —preguntó por fin, sin mirarle.

—Sí.

—Debió de ser toda una mujer.

—Sí, lo fue.

—Quiero decir, además de valiente. Tuvo que ser valiente para saltar de un globo a otro, a treinta y cinco kilómetros de altura, pero…

—Intentaba distraerlos mientras yo desactivaba el detonador. No tendría que haberla dejado. —Jacob oyó su propia voz, remota y apagada—. Pero pensé que podría protegerla al mismo tiempo… Tenía un aparato…

—Pero ella debió de ser una, gran persona en otros aspectos. Me gustaría haberla conocidó.

Jacob advirtió que no había dicho nada en voz alta.

—Sí, Helene. Le habría gustado a Tania. —Se estremeció. Esto no les llevaba a ninguna parte—. Pero creí que estábamos hablando de otra cosa, de la proporción de hombres y mujeres en las naves estelares, ¿no?

Ella se miró los pies.

—Estamos hablando del mismo tema —dijo suavemente.

—¿Sí?

—Claro. ¿Recuerda que dije que había una forma de hacer que una tripulación con mayoría femenina fuera más cautelosa en el trato con los alienígenas, una forma de garantizar que huirían en vez de luchar?

—Sí, pero…

—Hasta ahora la humanidad ha podido fundar tres colonias, pero los costes de transporte son demasiado grandes para llevar a tantos pasajeros, de modo que aumentar el acervo genético de una colonia aislada es todo un problema. —Hablaba con rapidez, como avergonzada—. Cuando regresamos la primera vez y descubrimos que la Constitución imperaba de nuevo, la Confederación hizo que las mujeres fueran voluntarias al siguiente Salto en vez de obligatoriamente. Sin embargo, la mayoría de nosotras nos presentamos.

—Yo… no comprendo.

Ella le miró y sonrió.

—Bueno, tal vez ahora no sea el momento. Pero tendría que darse cuenta de que voy a partir en la Calypso dentro de unos pocos meses y hay algunos preparativos que tengo que hacer de antemano.

»Y puedo ser tan selectiva como quiera.

Le miró directamente a los ojos.

Jacob sintió que tenía la boca abierta.

—¡Bien! —Helene se frotó las manos en el regazo y se dispuso a incorporarse—. Supongo que será mejor que volvamos. Ya estamos muy cerca de la Región Activa, y debería estar en mi puesto para supervisarlo todo.

Jacob se puso rápidamente en pie y le ofreció la mano. Ninguno de los dos vio nada gracioso en el arcaísmo.

De camino al puesto de mando, Jacob y Helene se detuvieron para examinar el Láser Paramétrico. El jefe Donaldson alzó la cabeza cuando se acercaron.

—¡Hola! Creo que todo está a punto. ¿Quiere echar un vistazo?

—Claro.

Jacob se agachó junto al láser. Su armazón estaba vuelto hacia la cubierta. Su cuerpo largo, fino y multicilíndrico giraba en un contenedor esférico.

Jacob sintió que el suave tejido que cubría la pierna derecha de Helene rozaba levemente su brazo cuando se acercó. No era algo que le ayudara a concentrarse.

—Éste es el Láser Paramétrico —empezó a decir Donaldson—, mi contribución al intento de contactar con los Espectros Solares. Consideré que el psi no nos estaba llevando a ninguna parte, y me planteé comunicar con ellos de la forma en que ellos se comunican con nosotros, es decir, visualmente.

»Bien, como probablemente ya saben, la mayoría de los láseres operan sólo en una o dos bandas espectrales muy estrechas, sobre todo en transiciones moleculares y atómicas concretas. Pero éste podrá hacerlo en cualquier longitud de onda que quieran, sólo con marcarla en este control —señaló el control central de los tres que había en la cara del armazón.

—Sí —dijo Jacob—. Entiendo algo de Láseres Paramétricos, aunque nunca he visto uno. Supongo que tiene que ser suficientemente poderoso para penetrar nuestras pantallas y seguir pareciendo brillante a los Espectros.

—En mi otra vida… —dijo deSilva irónicamente (a menudo hablaba de su pasado, antes de saltar con la Calypso, con defensivo sarcasmo)—, podíamos crear láseres multicolores y sintonizables con tintes ópticos. Producían gran cantidad de energía, eran eficaces e increíblemente simples. —Sonrió—. Es decir, a menos que se te cayera el tinte. ¡Entonces, vaya lío! ¡Nada me hace apreciar más la Ciencia Galáctica que saber que nunca tendré que limpiar del suelo un charco de Rhodamina 6-G!

—¿Podían sintonizar de veras a través de todo el espectro óptico con una sola molécula? —Donaldson mostró su incredulidad—. De todas formas, ¿cómo cargaban un «láser teñido»?

—Oh, a veces con lámparas. Normalmente con una reacción química interna usando moléculas de energía orgánica, como azúcares.

»Había que usar varios tintes para cubrir todo el espectro visible. Se usaba mucho cumarina polimetílica para el azul y el verde. Y rhodamina y otros similares para los colores rojos.