Выбрать главу

—Pero Fagin, mi mente…

—Tu mente está bien. Simplemente tienes demasiada imaginación. Eso es todo. ¡De verdad, Jacob, inventas unas fantasías tan elaboradas! ¡Nunca he conocido a un hipocondríaco como tú!

La mente de Jacob se desbocó. O bien el kantén estaba siendo amable, o estaba equivocado, o… o tenía razón. Hasta entonces Fagin no le había mentido, especialmente en lo referente a asuntos personales.

¿Era posible que Mister Hyde no fuera una neurosis, sino un juego? De niño creaba universos lúdicos tan detallados que apenas podían ser distinguidos de la realidad. Sus mundos habían existido. Los terapeutas neo-reichianos simplemente sonrieron y le acreditaron con una poderosa imaginación no patológica porque los tests siempre mostraban que sabía que estaba jugando, cuando importaba que lo supiera.

¿Podía ser Mister Hyde una entidad lúdica?

Es cierto que hasta ahora nunca ha causado ningún daño real. Fue una molestia continua, pero siempre hubo una razón válida para las cosas que le «obligaba» a hacer. Hasta ahora, en efecto.

—No estuviste sano durante una temporada cuando te conocí, Jacob. Pero la Aguja te curó. La cura te asustó, así que te introdujiste en un juego. No conozco los detalles de tu juego: guardas muy bien tus secretos. Pero sé que ahora estás despierto. Llevas despierto unos veinte minutos.

Jacob se puso serio. Tuviera razón Fagin o no, no tenía tiempo para pensar en ello. Sólo le quedaban minutos para salvar la nave. Si era posible.

Fuera, la cromosfera titiló. La fotosfera se alzó sobre sus cabezas. Los senderos de polvo del láser-P entrecruzaban el interior del casco.

Jacob intentó chascar los dedos, y dio un respingo de dolor.

—¡LaRoque! Suba y traiga su encendedor. ¡Rápido!

LaRoque dio un paso atrás.

—Lo tengo aquí mismo —dijo—. ¿Pero para qué…?

Jacob se dirigió hacia el Íntercomunicador. Si Helene tenía alguna reserva de energía que hubiera estado conteniendo, ahora era el momento de utilizarla. ¡Necesitaba un poco de tiempo! Sin embargo, antes de que pudiera conectar, una alarma inundó la nave.

—Sofontes —resonó la voz de Helene—. Por favor, prepárense para acelerar. En breve dejaremos el sol.

La voz de la mujer parecía divertida, incluso burlona.

—Teniendo en cuenta nuestra inminente marcha, recomiendo a todos los pasajeros que se pongan ropa de abrigo. Puede hacer mucho frío en el sol en esta época del año.

28. EMISIÓN ESTIMULADA

Una ráfaga de aire frío volaba continuamente de los conductos de ventilación del Láser Refrigerador. Jacob y LaRoque se agazaparon alrededor de su fuego, intentando protegerse del aire helado.

—Vamos, nena. ¡Arde! —Un montón de espuma-piel humeaba sobre la cubierta. Cuando apilaron más material, las llamas crecieron lentamente.

—¡Ja, ja! —rió Jacob—. Cuando se es cavernícola una vez, se es cavernícola para siempre, ¿eh, LaRoque? ¡Los hombres llegan hasta el sol y luego encienden un fuego para calentarse!

LaRoque sonrió débilmente, y siguió apilando cada vez más espuma. El locuaz periodista había dicho muy poco desde que Jacob le liberó de su asiento. Sin embargo, de vez en cuando murmuraba algo, enfurecido, y escupía.

Jacob introdujo una antorcha en las llamas. Estaba hecha de un trozo de espuma-piel colocada en el extremo de un li-quitubo. El extremo empezó a desprender un denso humo negro. Era hermoso.

Pronto tuvieron varias teas. El humo inundó el aire, llenándolo de mal olor. Tuvieron que retirarse para poder respirar. Fagin se acercó al bucle de gravedad.

—Muy bien. ¡Vamos! —dijo Jacob. Saltó por la escotilla, a la izquierda, y lanzó una de las antorchas a la cubierta, hasta donde pudo. Tras él, LaRoque hacía lo mismo en la dirección opuesta.

Fagin les siguió con un pesado agitar de ramas. El kantén salió de la escotilla por el extremo opuesto de la cubierta para actuar de vigía y atraer el fuego de Culla si era posible. Había rehusado cubrirse de espuma-piel.

—Todo está despejado —silbó el kantén suavemente—. No se ve a Culla.

Eso era a la vez bueno y malo. Localizaba a Culla. También significaba que el alienígena estaba probablemente trabajando para destruir el Láser Refrigerador.

¡Empezaba a hacer frío!

Una vez comenzado, el plan de Helene tuvo un sentido perfecto para Jacob. Ya que todavía tenía control sobre las pantallas que rodeaban a la nave (la tripulación estaba viva para demostrarlo), podía dejar entrar calor del sol al ritmo que deseara. Este calor podía ser enviado directamente al Láser Refrigerador y devuelto a la cromosfera, más el calor residual de los motores de la nave. Sólo que esta vez el flujo era un torrente, y dirigido hacia abajo. El impulso había detenido su caída y habían empezado a ascender.

Manipular de aquella forma el sistema de control automático de la nave tenía que resultar forzosamente impreciso. Helene debía de haber programado el mecanismo para que errara en la dirección del frío. En esa dirección los errores se corregirían más fácilmente.

Era una idea brillante. Jacob esperaba poder decírselo. Ahora mismo, su trabajo era asegurarse de que tuviera una posibilidad de funcionar.

Avanzó por el borde de la cúpula hasta que alcanzó el punto donde la visión de Fagin quedaba interrumpida. Sin mirar alrededor, lanzó dos antorchas más a zonas diferentes de la cubierta ante él. El humo brotó de cada una de ellas.

La cámara se estaba volviendo brumosa por el humo liberado hasta ahora. El trazo del láser-P titilaba brillantemente en el aire. Algunos trazos más débiles desaparecían, atenuados por el paso acumulado a través del humo.

Jacob regresó junto a Fagin. Todavía le quedaban tres antorchas. Volvió a la cubierta y las lanzó en ángulos diferentes por encima de la cúpula central. LaRoque se unió con él y lanzó también las suyas.

Una de las teas pasó directamente por encima del centro de la cúpula. Entró en el rayo x del Láser Refrigerador y se desvaneció en una nube de vapor.

Jacob esperaba que no hubiera deflectado mucho el rayo. Los rayos x coherentes pasaban a través del casco con contaminación casi cero. Pero el rayo no estaba diseñado para encargarse de objetos sólidos.

— ¡Muy bien! —susurró.

LaRoque y él corrieron hacia la pared de la cúpula, donde estaban almacenados componentes de repuesto de los instrumentos de grabación. LaRoque abrió un archivador y subió cuanto pudo; luego le ofreció la mano.

Jacob subió tras él.

Ahora eran vulnerables. ¡Culla reaccionaría a la amenaza obvia que implicaban las antorchas! La visibilidad estaba ya por debajo de lo normal. La cámara estaba llena de mal olor y a Jacob le costaba cada vez más trabajo respirar.

LaRoque afianzó su hombro en la batiente superior del archivador, y luego ofreció sus manos a Jacob. Éste aprovechó el asidero y se subió al hombro del periodista.

La cúpula se curvaba, pero la superficie era lisa, y Jacob sólo tenía tres dedos en vez de diez. La cobertura de espuma-piel ayudaba, pero era algo pegajosa. Después de dos intentos infructuosos, Jacob se concentró y saltó desde el hombro de LaRoque, con tanta fuerza que casi derribó al otro hombre.

La superficie de la cúpula era como mercurio. Tuvo que aplastarse contra ella y moverse con rapidez para ganar cada centímetro.

Cerca de la cima tuvo que preocuparse por el Láser Refrigerador. Pudo ver el orificio mientras descansaba. A dos metros de distancia zumbaba suavemente; el aire lleno de humo titilaba y Jacob se preguntó a qué distancia de seguridad estaba de la boca letal.

Se volvió para no tener que pensarlo.

No podía silbar para indicar que lo había conseguido. Tendrían que confiar en el soberbio oído de Fagin para seguir sus movimientos, y para cronometrar la maniobra de distracción. Todavía quedaban al menos unos segundos de espera. Jacob decidió correr el riesgo. Rodó de espaldas y contempló la Gran Mancha.