C.A.: Sin embargo las tonterías funcionaron cuando el material nuevo fracasó.
P.K.: En justicia, comisionado, tengo que decir que fue un golpe de suerte. El saboteador creía que no servían para nada, así que al principio no intentó estropearlos. Le negaron una oportunidad de corregir su error.
Comisionado Montes: Hay una cosa que no comprendo, doctor Kepler. Estoy seguro de que algunos de mis colegas presentes comparten mi perplejidad. Tengo entendido que la capitana de la Nave Solar empleó el Láser Refrigerador para salir de la cromosfera. ¡Pero al hacerlo tuvo que proporcionar una aceleración mayor que la gravedad superficial del sol! Pudieron escapar mientras los campos de gravedad interna aguantaron. ¿Pero qué sucedió cuando éstos fallaron? ¿No quedaron sujetos inmediatamente a una fuerza que los aplastaría?
P.K.: Inmediatamente, no. El fallo se produjo por etapas: primero los campos sintonizados empleados para mantener el túnel del bucle de gravedad al hemisferio de los instrumentos, la zona invertida, luego el ajuste automático de turbulencias, y finalmente una pérdida gradual del campo mayor que compensaba internamente la atracción del sol. Para cuando este último falló, ya habían alcanzado la corona inferior. La capitana DeSilva estaba preparada cuando esto sucedió.
»Sabía que subir derecho después de que la compensación interna fallara sería un suicidio, aunque consideró hacerlo así para que pudiéramos conseguir sus archivos. La alternativa era dejar caer la nave, frenando sólo lo suficiente para permitir a los ocupantes unos tres ges.
Afortunadamente, hay una forma de caer hacia un pozo gravitatorio y escapar. Lo que Helene hizo fue intentar una órbita de escape hiperbólica. Casi todo el impulso del láser fue destinado a dar a la nave una velocidad tangencial mientras caía.
»En la práctica, duplicó el programa que había sido considerado para las inmersiones tripuladas décadas antes al contacto: una órbita poco profunda, usando láseres para impulso y refrigeración, y campos electromagnéticos para protección. Sólo que esta inmersión no fue intencional, ni tampoco muy poco profunda.
C.A.: ¿Hasta dónde llegaron?
P.K.: Bueno, recordarán que cayeron dos veces antes en medio de toda la confusión: la primera cuando falló el impulso gravitatorio, y la segunda cuando los solarianos soltaron la nave. Durante la tercera caída se acercaron más a la fotosfera que en ninguna de las ocasiones anteriores. Literalmente, rozaron su superficie.
C.A.: ¿Pero y las turbulencias, doctor? Sin gravedad interna o tempo-compresión, ¿por qué no se estrelló la nave?
P.K.: Aprendimos mucho de física solar durante esta inmersión inintencionada, señor. Al menos en esta ocasión la cromosfera fue menos turbulenta de lo que nadie esperaba, nadie excepto un par de colegas a los que debo una disculpa… Pero creo que el factor más significativo fue el pilotaje de la nave. Helene hizo sencillamente lo imposible. El autograbador está siendo estudiado ahora por la gente del TAASF. Lo único que supera su satisfacción con las cintas es su frustración por no poder darle una medalla.
General Wade: Sí, el estado de la tripulación fue causa de gran desazón para el equipo de rescate del TAASF. ¡Parecía que la nave había vuelto con Napoleón durante la retirada de Moscú! Sin nadie vivo para decir qué había sucedido, comprenderán nuestra perplejidad hasta que se estudiaron las cintas.
Comisionado Nguyen: Puedo imaginarlo. Uno no espera recibir un cargamento especial de bolas de nieve del infierno. ¿Podemos asumir, doctor, que la comandante de la nave cargó el sistema de bombeo de calor en la zona fría por la razón obvia?
P.K.: Con toda honestidad, comisionado, no creo que podamos. Creo que su razonamiento fue mantener frío el interior para que los archivos pudieran sobrevivir. Si el sistema del Láser Refrigerador erraba demasiado, se habrían abrasado. Creo que su única idea era proteger esas cintas. Probablemente esperaba salir del sol con la consistencia de la mermelada.
»No creo que tuviera en mente los efectos biológicos de la congelación.
»Verán, Helene era un poco inocente en muchos aspectos. Se mantuvo al día en su especialidad, pero no creo que conociera los avances en criocirugía que hemos hecho desde su época. Creo que va a sorprenderse mucho, dentro de un año, cuando se despierte.
»Los otros lo tomarán como un milagro rutinario. A excepción del señor Demwa, desde luego. No creo que le sorprenda nada, ni que considere milagrosa su resurrección. Ese hombre es indestructible. Creo que incluso ahora, dondequiera que vague su consciencia en su sueño congelado, lo sabe.
31. PROPAGACIÓN
En primavera, las ballenas regresan al norte.
Varias de las corcovadas grises que resoplaban y chapoteaban en la distancia no habían nacido la última vez que vio pasar una migración desde la costa de California. Se preguntó si alguna de las ballenas grises cantaba todavía «La Balada de Jacob y la Esfinge».
Probablemente no. De todas formas, nunca fue una canción favorita de las grises. La canción era demasiado irreverente… ballena blanca para su sobrio temperamento. Las grises eran esnobs complacientes, pero de todas formas él las amaba.
El aire resonaba con el ruido de las olas que rompían contra las rocas a sus pies. Estaba empapado de agua salada, y llenaba sus pulmones de la paradójica sensación de hambre y saciedad que otros experimentaban en una panadería. Había una serenidad que procedía del pulso del océano, más la expectación de que la marea siempre provocara cambios.
En el hospital de Santa Bárbara le habían dado una silla, pero Jacob prefería el bastón. Le confería menos movilidad, pero el ejercicio acortaría su convalecencia. Tres meses después de despertar en la antiséptica fábrica de órganos le habían llenado de desesperación por volver a ponerse de pie y experimentar algo que fuera agradable y naturalmente sucio.
Como la forma de hablar de Helene. Desafiaba toda lógica que una persona nacida en la cúspide de la vieja Burocracia tuviera una boca tan desinhibida como para hacer que un ciudadano de la Confederación se sonrojase. Pero cuando Helene sentía que estaba entre amigos su lenguaje se volvía impresionante y su vocabulario sorprendente. Decía que era debido a su educación en un satélite. Entonces sonreía y se negaba a explicar nada más hasta que él correspondía con actos que todavía no podía ejecutar. ¡Como si ella pudiera!
Faltaba un mes para que los médicos retiraran los supresores de hormonas, después de que quedara completo el grueso del crecimiento celular. Y otro mes más para que tuvieran permiso para hacer algo tan riguroso como un vuelo espacial. ¡Y sin embargo ella insistía en leer aquella copia del Sutra de la NASA, y le mortificaba preguntándose si él tendría fuerzas!
Bueno, los doctores decían que la frustración ayuda a la recuperación. Agudiza la voluntad de volver a la normalidad, o alguna tontería por el estilo.
¡Si Helene sigue insistiendo mucho más, todos van a llevarse una sorpresa! De todas formas, Jacob no creía mucho en los horarios.
¡Ifni! ¡Ese agua tiene buen aspecto! Hermosa y fría. ¡Tiene que haber un medio de que los nervios crezcan más rápido! Algo que sea mejor que la autosugestión.
Se apartó de las rocas y regresó lentamente al patio de la enorme mansión de su tío. Usaba el bastón de forma liberal, quizá más de lo necesario, disfrutando del toque dramático. Servía para que el estar enfermo fuera un poco menos desagradable.
Como de costumbre, el tío James estaba flirteando con Helene. Ella le animaba desvergonzadamente.