»Podría haber recompensas inmediatas para la humanidad en este acto, pero sería a cambio de la enemistad eterna de los pil. Su psicología no funciona de esa forma. Podrían suspender sus intentos de «adoptar» a la humanidad. Podrían estar dispuestos a aceptar restricciones en las reparaciones que insistirán en pagar por el crimen de Bubbacub, pero a la larga eso no ganará su amistad. Estar en deuda con la humanidad sólo aumentará su odio.
»Además está el hecho de que muchas de las especies más «liberales», en cuya protección ha confiado hasta ahora la humanidad, no aprecien que proporcionen a los pila con un casus belli para otra de sus jihads. Los tymbrimi podrían retirar su consulado en la luna.
»Finalmente está la cuestión ética. Tardaría tiempo en discutir todos los motivos. Probablemente no comprenderían algunos de ellos. Pero el Instituto del Progreso está ansioso de que los pring no sean devastados. Son jóvenes e impulsivos. Casi tanto como la humanidad. Pero muestran grandes promesas. Sería una tragedia terrible que toda su especie sufra depredaciones porque unos cuantos de sus miembros están enzarzados en un plan para acabar con cien milenios de servidumbre.
»Por estas razones, recomiendo que los crímenes de Culla sean mantenidos en secreto. Ciertamente, los rumores se extenderán pronto. Pero los soro no harán caso a rumores divulgados por los hombres.
Las hojas de Fagin tintinearon suavemente cuando una brisa entró por la ventana. Nielsen miraba el suelo.
—¡No es extraño que Culla intentara matarse junto con todos los ocupantes de la nave cuando Jacob lo descubrió! Si los pila reciben testimonio oficial de sus acciones, los pring estarán condenados.
—¿Qué cree que hará la Confederación? —preguntó Jacob.
—¿Hacer? —El hombre se rió sin ganas—. Ofrecerán la evidencia a los pila de rodillas, por supuesto. ¡Ifni! ¡Es una oportunidad para evitar que nos «den» todo un sector de la Sucursal de la Biblioteca y diez mil técnicos para ocuparla! Es una oportunidad para impedir que nos «den» naves modernas que ningún ingeniero humano podría comprender y ninguna tripulación humana podría pilotar sin «consejeros». ¡Pospondría indefinidamente todos esos malditos «procesos de adopción»! — Extendió los brazos—. ¡Y está muy claro que la Confederación no se jugará el cuello por la raza de un sofonte que mató a uno de nuestros pupilos, casi destruyó nuestro proyecto más ambicioso, e intentó que los humanos quedaran como idiotas ante los pueblos de la galaxia!
»Y bien pensado, ¿se les puede reprochar?
El tío de Jacob se aclaró la garganta para llamar la atención.
—Podemos intentar mantener en secreto todo el episodio — sugirió—. No carezco de influencias en ciertos círculos. Si los puedo convencer…
—No puedes convencer a nadie, Jim —dijo Jacob—. En cierto modo eres partícipe de todo este lío. Si intentas involucrarte, la verdad saldrá a la luz tarde o temprano.
—¿Qué verdad es ésa? —preguntó Nielsen.
Jacob miró con el ceño fruncido a su tío y luego a LaRoque. El francés, imperturbable, había empezado a mordisquear más entremeses.
—Estos dos son parte de un grupo cuya intención es minar las Leyes Condicionales. Ése es el segundo motivo por el que le pedí que viniera. Habrá que hacer algo y el Registro de Secretos es un primer paso mejor que llamar a la policía.
A la mención de la policía, LaRoque dejó de morder su bocadillo. Lo miró y luego lo soltó.
—¿Qué tipo de grupo? —preguntó Nielsen.
—Una sociedad consistente en condicionales y ciertos ciudadanos simpatizantes, dedicada a la creación en secreto de naves espaciales, naves con tripulaciones de condicionales.
Nielsen se enderezó en su asiento.
—¿Qué?
—LaRoque está a cargo de su programa de entrenamiento como astronautas. También es su espía jefe. Intentó medir los calibradores del Generador Gravitatorio de una Nave Solar. Tengo las cintas que lo demuestran.
—¿Pero por qué quiso hacer una cosa así?
—¿Por qué no? Sería la protesta simbólica más poderosa que pueda imaginarse. Si yo fuera un condicional, desde luego participaría. Simpatizo con ellos. No me gustan ni pizca las leyes condicionales.
»Pero también soy realista. Tal como están, los condicionales han sido convertidos en una clase inferior. Sus problemas psicológicos son un estigma que los sigue a todas partes. Reaccionan de una forma muy humana, se agrupan para odiar a la sociedad «dócil y domesticada» que les rodea.
»Dicen, «los ciudadanos piensan que soy violento, ¡pues lo seré!». La mayoría de los condicionales no harían jamás nada para lastimar a nadie, digan lo que digan los tests-C. ¡Pero enfrentados al estereotipo, se convierten en aquello que se les achaca!
—Eso puede ser cierto o no —dijo Nielsen—. Pero tal como está la situación, que los condicionales tengan acceso al espacio…
Jacob suspiró.
—Tiene razón, desde luego. No puede permitirse. Todavía no.
»Por otro lado, no podemos permitir que los federales alimenten con esto la histeria pública. Agravaría las cosas y produciría una forma de rebelión más severa.
Nielsen parecía preocupado.
—No irá a sugerir que el Consejo Terrágeno estudie las leyes condicionales, ¿verdad? ¡Eso sería un suicidio! ¡La gente nunca lo permitiría!
Jacob sonrió tristemente.
—Es verdad. Incluso el tío James tendría que reconocerlo. El ciudadano de hoy en día ni siquiera considerará la posibilidad de cambiar el estatus de los condicionales, y tal como están las cosas los Terrágenos no tienen ninguna autoridad.
»¿Pero cuáles son los dominios del Consejo? Ahora mismo es la administración de las colonias extrasolares. Con el tiempo, eso incluirá la supervisión de todos los asuntos extrasolares. Y ahí es donde pueden mediar con las leyes condicionales, simbólicamente al menos, sin amenazar la paz espiritual de nadie.
—No sé qué quiere decir.
—Bueno, supongo que no habrá leído a Aldous Huxley, ¿verdad? Su obra era muy popular cuando Helene era estudiante, y mis primos y yo tuvimos que estudiar algunas de ellas en nuestra juventud. Terriblemente difíciles en ocasiones, a causa de las extrañas referencias históricas, pero merecen la pena por el increíble ingenio y reflexión que contienen.
»El viejo Huxley escribió un libro llamado Un mundo feliz…
—Sí, he oído hablar de ello. Una especie de distopía, ¿no?
—Más o menos. Debería leerlo. Hay algunas profecías sorprendentes.
»En esa novela proyecta una sociedad con algunos aspectos desagradables pero, al mismo tiempo, una autoconsistencia y su propia forma de honor, parecida a la ética de una colmena, pero ética a fin de cuentas. Cuando la diversidad del hombre presenta individuos que no encajan en la pauta condicionada de la sociedad, ¿qué cree que hace con ellos Huxley?
Nielsen frunció el ceño, preguntándose adonde quería llegar.
—¿En un estado colmenar? Supongo que las desviaciones serían eliminadas.
Jacob alzó un dedo.
—No, no del todo. Tal como lo presenta Huxley, este estado tiene sabiduría. Los líderes son conscientes de que han establecido un sistema rígido que podría caer ante alguna amenaza insospechada. Se dan cuenta de que las desviaciones representan un control, una reserva a la que recurrir en tiempos de problemas, cuando la raza necesite de todos sus recursos.
»Pero al mismo tiempo, no pueden permitir que estén presentes, amenazando la estabilidad de la cultura.