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»Jacob Demwa, te presento al doctor Dwayne Kepler, de la Expedición Navegante Solar, y a la doctora Mildred Martine, del Departamento de Parapsicología de la Universidad de La Paz.

El rostro de Kepler quedaba dominado por un grueso bigote retorcido. Sonrió, pero Jacob estaba tan sorprendido que se limitó a responder un monosílabo.

¡La Expedición Navegante Solar! La investigación en Mercurio y en la cromosfera solar había sido últimamente tema de debate en la Asamblea de la Confederación. La facción «Adapta y Sobrevive» decía que no tenía sentido gastar tanto en busca de un conocimiento que podía ser conseguido en la Biblioteca, cuando por la misma cantidad se podía emplear varias veces a un montón de científicos en la Tierra con proyectos inmediatos. No obstante, la facción «Autosuficiente» se había salido de momento con la suya, a pesar de las presiones de la prensa danikenita.

Pero a Jacob la idea de mandar a hombres y naves al interior de una estrella le parecía una enorme locura.

—Kant Fagin fue entusiasta en sus recomendaciones —dijo Kepler. El líder de la expedición sonreía, pero tenía los ojos enrojecidos, hinchados por alguna preocupación interna. Apretó con fuerza la mano de Jacob. Su voz era grave, pero no ocultaba ningún temblor—. Hemos venido a la Tierra sólo de paso. Damos gracias al cielo de que Fagin haya podido persuadirle para que se reúna con nosotros. Esperamos que pueda unirse a nosotros en Mercurio y concedernos su valiosa experiencia en el contacto interespecies.

Jacob se quedó sorprendido. ¡Oh, no, esta vez no, monstruo vegetal! Quiso volverse y mirar a Fagin, pero incluso la informalidad humana requería que atendiera a esta gente y charlara con ella. ¡Nada menos que Mercurio!

El rostro de la doctora Martine adoptó fácilmente una sonrisa agradable, pero cuando le estrechó la mano parecía un poco aburrida.

Jacob se preguntó si podía inquirir qué tenía que ver la parapsicología con la física solar sin dar a entender que le interesaba, pero Fagin se lo impidió.

—Interrumpo, como se considera aceptable en las conversaciones formales entre los seres humanos cuando se produce una pausa. Queda un digno ser por presentar.

Jacob confió en que este eté no fuera de los hipersensibles. Se volvió hacia el lugar donde se hallaba el extraterrestre con aspecto de lagarto, a su derecha, junto al mosaico multicolor de la pared. Se había levantado del cojín y se acercaba a ellos sobre sus seis patas. Tenía menos de un metro de longitud y unos veinte centímetros de altura. Caminó junto a él sin siquiera mirarlo y se puso a frotarse contra la pierna de Bubbacub.

—Ejem —dijo Fagin—, Eso es una mascota. El digno ser a quien estás a punto de conocer es el estimable pupilo que te condujo a esta sala.

—Oh, lo siento —Jacob sonrió, y luego se obligó a adoptar una expresión seria.

—Jacob Demwa, un-Humano, ul-Delfín-ul-Chimpancé, te presento a Culla, un-Pring, ab-Pil-ab-Kisa-ab-Soro-ab-Hul-ab-Puber, Ayudante de Bubbacub en las Bibliotecas y Representante de la Biblioteca en el Proyecto Navegante Solar.

Tal como Jacob esperaba, el nombre sólo tenía patronímicos. Los pring carecían de pupilos propios. Sin embargo, pertenecían a la línea puber/soro. Algún día tendrían un elevado estatus como miembros de ese linaje antiguo y poderoso. Jacob había advertido que la especie de Bubbacub también procedía de los puber/soro y deseó poder recordar si los pila y los pring eran tutor y pupilo.

El alienígena dio un paso al frente, pero no le ofreció la mano. Las suyas eran largas y tentaculares, con seis dedos al final de sus brazos largos y finos. Parecían frágiles. Culla despedía un leve olor, como de heno recién cortado, que no era del todo desagradable.

Los grandes ojos columnarios destellaron mientras Culla se inclinaba para hacer la presentación formal. Los «labios» del E.T. se retiraron para mostrar un par de cosas blancas y brillantes, parecidas a dientes capaces de cortar y aplastar, una arriba y otra abajo. Los labios parcialmente prensiles unieron las cuchillas con un blanco «¡clack!» de porcelana.

Eso no puede ser un gesto amistoso, pensó Jacob, estremeciéndose. El alienígena posiblemente enseñaba los dientes para imitar una sonrisa humana. La visión era perturbadora y al mismo tiempo intrigante. Jacob se preguntó para qué eran. También esperó que Cuña mantuviera sus labios quietos en adelante.

—Soy Jacob —dijo, asintiendo levemente.

—Yo shoy Culla, sheñor —replicó el alienígena—. Shu Tierra esh muy agradable. —Los grandes ojos rojos eran ahora sombríos. Culla retrocedió.

Bubbacub le condujo de nuevo a los cojines junto a la ventana. El pequeño pil se colocó en posición inclinada, con sus manos cuadrateralmente simétricas colgando sobre los lados del cojín. La «mascota» le siguió y se acurrucó a su lado.

Kepler avanzó y habló, vacilante.

—Lamento haberle sacado de su importante trabajo, señor Demwa. Sé que ya está muy comprometido… sólo espero que podamos persuadirle de que nuestro pequeño… problema merece su tiempo y es digno de su talento. —Las manos del doctor Kepler se retorcieron sobre su regazo.

La doctora Martine contempló la inquietud de Kepler con una expresión entre paciente y divertida. Aquí había matices que molestaron a Jacob.

—Bueno, doctor Kepler, Fagin debe de haberle dicho que desde la muerte de mi esposa me he retirado de los «asuntos misteriosos», y en este momento estoy muy ocupado, probablemente demasiado para implicarme en un largo viaje fuera del planeta…

La cara de Kepler mostró tanta decepción que de repente Jacob se sintió conmovido.

—… sin embargo, ya que Kant Fagin es un individuo perspicaz, escucharé con mucho gusto a todo aquél que me traiga, y decidiré sobre los méritos del caso.

—¡Oh, encontrará este caso interesante! No hago más que decir que necesitamos savia nueva. Y, por supuesto, ahora que los Administradores nos han permitido traer algunos consejeros…

—Vamos, Dwayne —dijo la doctora Martine—. No está siendo justo. Yo llegué como consejera hace seis meses, y Culla proporcionó los servicios de la Biblioteca incluso antes. Ahora Bubbacub ha accedido amablemente a aumentar el apoyo de la Biblioteca y venir con nosotros en persona a Mercurio. Creo que los Administradores están siendo más que generosos.

Jacob suspiró.

—Desearía que alguien me explicara de qué va todo esto. Usted por ejemplo, doctora Martine, tal vez podría explicarme cuál es su trabajo… ¿en Mercurio? —Le costó trabajo decir «Navegante Solar».

—Soy consejera, señor Demwa. Me contrataron para que llevara a cabo pruebas psicológicas y parapsicológicas sobre la tripulación y el entorno de Mercurio.

—¿He de entender que tenían relación con el problema que ha mencionado el doctor Kepler?

—Sí. Al principio se pensó que los fenómenos eran un truco o alguna clase de alucinación de masas. He eliminado ambas posibilidades. Ahora está claro que son reales o que tienen lugar en la cromosfera solar.

»Durante los últimos meses he estado diseñando experimentos psi para llevarlos a las inmersiones solares. También he estado ayudando como terapeuta a varios miembros del personal del proyecto; las tensiones de llevar a cabo esta clase de investigación solar se han reflejado en muchos hombres.

Martine parecía competente, pero había algo en su actitud que molestaba a Jacob. Impertinencia, tal vez. Jacob se preguntó qué más había en su relación con Kepler. ¿Era también su terapeuta personal?

¿Y estoy aquí para satisfacer el capricho de un gran hombre enfermo al que hay que seguir la corriente? La idea no era muy atractiva. Ni la perspectiva de verse implicado en política.

¿Por qué Bubbacub, jefe de toda la Sucursal de la Biblioteca en la Tierra, está implicado en un oscuro proyecto terrestre? En algunos aspectos, el pequeño pil era el extraterrestre más importante del planeta, aparte del embajador timbrimi. En comparación con su Instituto de la Biblioteca, la organización galáctica más grande e influyente, el Instituto de Progreso de Fagin parecía una barraca de feria. ¿Había dicho Martine que iba a ir a Mercurio?