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Airado, Shatrov se encogió de hombros y se puso a caminar arriba y abajo por la habitación.

— No se enfade, Aleksey Petrovich. Yo también quise darle una sorpresa. ¿De qué hubiera servido que usted lo supiese dos semanas antes? Únicamente, para emocionarle y hacerle temblar de impaciencia en Leningrado.

— ¡Es que hubiera ido allí! — gritó, picado, Shatrov.

— ¿Habría venido? — se maravilló Davydov —. ¿A las excavaciones? ¡Está usted desconocido! Pero yo no sabía…

Shatrov no pudo ocultar una sonrisa.

— Así está mejor, mí querido amigo. Ahora mismo le enseñaré la bestia celeste. — Davydov se dirigió hacia el armario, cogió la manilla de la puerta con aire jocosamente solemne —. Haré como usted. ¡Oh!

Y abrió la puerta de par en par…

— ¡Quieto, Ilya Andreevich! — gritó Shatrov —. ¡Espere! ¡Cierre!

Sorprendido, Davydov obedeció.

— No tuve tiempo de enviarle mis suposiciones — explicó Shatrov —. Tenga ahora paciencia durante unos minutos: se las leeré antes de ver el cráneo del ser extraterrestre. Será un experimento muy interesante. Comprobaremos si nuestro cerebro puede efectivamente prever si el proceso de las analogías es válido para otros mundos.

— Excelente idea. ¡Adelante!

Como para asegurarse, Davydov cerró el armario con llave y volvió a la mesa. Shatrov tomó algunas hojas de papel cubiertas por sus grandes caracteres regulares y sorprendentemente claros.

— No se lo leeré todo, no lo soportaría — admitió. — Me limitaré a las conclusiones generales. ¿Recuerda? Estábamos de acuerdo en que el esquema de la vida animal, fundado sobre la molécula de albúmina y la energía del oxígeno, debe ser común en todo el Universo. Estábamos de acuerdo en que las sustancias componentes del organismo son aprovechadas no casualmente, sino en virtud de su difusión y de sus propiedades químicas. Estábamos también de acuerdo en que el planeta más apto para la vida en cualquier sistema planetario debe ser semejante a nuestra Tierra. En primer lugar, en lo que respecta a la energía calorífica recibida de su propio soclass="underline" si éste es más luminoso y mayor que el nuestro, el planeta debe estar mas alejado; si el sol es más pequeño y más frío, se podrían obtener condiciones de calor semejantes a las de la Tierra en un planeta más cercano.

«En segundo lugar, el planeta debe ser lo suficientemente grande para que la fuerza de la atracción de su masa retenga a su alrededor una atmósfera lo bastante densa como para defenderlo del frío del espacio y de los rayos cósmicos. Pero no demasiado grande, porque en este caso, en un estadio remoto de la propia existencia, cuando aún se hallaba en estado incandescente, hubiese podido perder una considerable parte de gas y alrededor del planeta se tendría una atmósfera demasiado densa, impenetrable a los rayos del sol y saturada de gases venenosos.

«En tercer lugar, la velocidad de rotación alrededor de su propio eje debería ser también aproximada a la de la Tierra. En efecto, si la rotación fuese demasiado lenta, se tendría por una parte un sobrecalentamiento fatal para la vida; por otra, un fuerte enfriamiento. Sí la rotación fuese demasiado rápida, faltarían las condiciones de equilibrio en un planeta de tal magnitud, este perdería la atmósfera, se achataría y por fin se disgregaría.

«Ergo, la fuerza de gravedad, la temperatura y la presión atmosférica sobre la superficie de nuestro planeta deben ser, en suma, semejantes a las que existen sobre nuestra Tierra.

«Tales son las premisas fundamentales. En consecuencia, el problema reside en las vías evolutivas fundamentales que llevan al nacimiento del ser racional. ¿Cómo será este ser? ¿Qué se requiere para el desarrollo de un gran cerebro capaz de un trabajo independiente, capaz de pensar? Ante todo, debe tener los órganos de los sentidos desarrollados, sobre todo, los de la vista, una vista de dos ojos, estereoscópica, capaz de valorar el espacio, de establecer con precisión la naturaleza de los objetos en el ambiente, de dar una precisa representación de la forma y la disposición de tales objetos. Es inútil decir que la cabeza deberá estar en la parte anterior del cuerpo, tener órganos sensoriales lo más cercanos posible al cerebro, para una economía en la transmisión de las sensaciones. El ser racional debe, además, saberse mover bien, tener extremidades diferenciadas, capaces de realizar un trabajo, dado que sólo a través del trabajo, a través de las experiencias del trabajo, se puede comprender el mundo que nos rodea. La estatura del ser racional no puede ser pequeña, porque en un organismo pequeño faltan las condiciones para el desarrollo de un fuerte cerebro, faltan las necesarias reservas de energía.

«Un animal pequeño depende demasiado, por otra parte, de los accidentes más insignificantes que se produzcan sobre la superficie del planeta, como el viento, la lluvia, etc., que para él se convertirían en verdaderas catástrofes. Y para poder comprender el mundo, es necesario ser hasta cierto punto independiente de las fuerzas de la naturaleza. Por eso el animal racional debe estar dotado de movimiento, de dimensiones y fuerzas suficientes, ergo poseer un esqueleto interno semejante al de nuestros vertebrados. No puede ser tampoco demasiado grande, porque en este caso faltarían las condiciones adecuadas de estabilidad y de armonía del organismo, necesarias para sostener una sobrecarga colosaclass="underline" el cerebro.

«Me he extendido demasiado… En resumen, el animal debe ser vertebrado, tener una cabeza y una estatura casi igual a la nuestra. Todas estas características del hombre no son casuales. En efecto, el cerebro puede desarrollarse cuando la cabeza no es un instrumento, no está sobrecargada por cuernos, dientes; fuertes mandíbulas, no roe la tierra, no aferra la presa. Esto es posible si la naturaleza ofrece una nutrición vegetal suficiente; por ejemplo, para nuestro hombre tiene gran importancia la aparición de plantas frutícolas. Esto libera su organismo de la interminable digestión de la masa vegetal, a la que están condenados los herbívoros, así como del destino de los carnívoros: la caza y la búsqueda de la presa viva. El animal carnívoro, precisamente porque come carne, debe poseer instrumentos para agredir y matar, que impiden el desarrollo del cerebro. Sin embargo, sí existen los frutos, las mandíbulas pueden ser relativamente más débiles, puede desarrollarse la gran caja craneana que aplana el morro. También se podría decir otra cosa: por ejemplo, cómo deberían ser las extremidades, pero la cosa ya está bastante clara: libertad de movimientos y capacidad para tener, usar y preparar un instrumento. Sin instrumento ni es ni puede existir el hombre. De ahí una última consideración. La finalidad de las extremidades debe estar diferenciada: unas deben permitir el movimiento, y son las piernas; otras deben ser órganos de presa, las manos. Todo esto viene unido al hecho de que la cabeza debe estar elevada del suelo, pues de otra forma disminuyen las posibilidades de percibir el mundo circunstante.

«Conclusión: la forma del hombre, su aspecto de animal racional no es una casualidad; es una forma correspondiente de un organismo que posee un gran cerebro. Entre las fuerzas hostiles del cosmos existen sólo zonas restringidas que la vida aprovecha, y estas zonas determinan su aspecto. Por eso, cualquier otro ser racional que no sea el hombre debe poseer muchas características estructurales semejantes a las humanas, en particular en lo que al cráneo se refiere. Sí, el cráneo debe ser absolutamente semejante al del hombre. Tales son, en resumen, mis conclusiones. — Shatrov calló. Luego, su impaciencia largo rato contenida estalló —: Y ahora, ¡veamos la bestia celeste!

— ¡Inmediatamente! — Delante del armario, Davydov se detuvo. Debo decirle, Aleksey Petrovich, que tiene toda la razón. Es sorprendente. En estos momentos se siente cuán poderosa es la ciencia, qué milagro es el pensamiento del hombre…