Con Alex se había convertido en una mujer de verdad, una mujer llena de vida, de luz y de amor que estaba por encima de cualquier duda, de cualquier inhibición.
– Te quiero -murmuró tan bajito que, si Alex lo oía, podría pensar que había sido un sueño-. Y aunque esta sea la única noche que tengamos, seguiré queriéndote siempre.
Lo miró durante largo rato, hasta que tuvo que cerrar los ojos vencida por el sueño. Y cuando por fin se quedó dormida, con la cabeza apoyada sobre su hombro, durmió plácidamente. Mejor que nunca.
Capítulo 8
No había salido el sol cuando se despertó. Alex respiró profundamente el olor del pelo de Holly… Durante la noche se había dado la vuelta y estaba abrazado a ella por la cintura. Había dormido de maravilla; era como si estuvieran hechos para empezar y terminar el día de esa forma.
Cuando llevó los juguetes por la noche no planeaba terminar en la cama. Solo quería ver su cara otra vez antes de irse a dormir, como si tuviera que asegurarse de que seguía allí. Pero entonces ocurrió lo inevitable.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que estuvo con una mujer, que se preguntaba si sabría darle placer.
Entonces recordó cuando estaba dentro de ella, el segundo en que los dos llegaron al clímax. «Perfecto», pensó. Nunca había hecho el amor sintiendo aquella conexión, aquel lazo invisible. El acto parecía haber sellado un pacto entre los dos, un pacto que no podría romperse.
Alex miró el despertador de la mesilla. Eran las cinco de la mañana y su padre estaría a punto de levantarse para empezar a trabajar.
Si se iba en aquel momento, podría entrar en la casa y cambiarse de ropa antes de que lo viera. Pero la cama estaba calentita y el cuerpo de Holly era tan suave… estaría loco si se fuera.
Qué cambio. Había decidido no creer en la profundidad de sus sentimientos, convencido de que ella le haría tanto daño como Renee. Pero era mayor y sabía mucho más. Y no miraba a Holly a través de un velo de inocencia. La veía como lo que era, una mujer a la que podría amar toda la vida.
Acarició su pelo entonces, preguntándose qué le depararía la mañana. ¿Lamentaría ella lo que había pasado o se daría cuenta de que estaban hechos el uno para el otro?
Alex besó su hombro y Holly se movió un poco, pero estaba profundamente dormida.
No tenía derecho a esperar nada. ¿Qué había dicho ella? «No quiero promesas que no puedas cumplir». Había jurado no hacerle promesas a ninguna mujer… pero la idea de prometerle amor y respeto para siempre no le parecía tan horrible en aquel momento. Todo lo contrario.
Alex se levantó y la cubrió con la manta, rozando su espalda con los dedos. Tuvo que resistir la tentación de despertarla y hacerle el amor de nuevo. Solo se habían dormido un par de horas antes. Holly y él tenían muchas cosas de qué hablar, pero tendría que esperar a que se despertase.
Saltó de la cama y buscó su ropa por el suelo. Cuando estuvo vestido, apartó un mechón de pelo de su cara y la miró durante unos segundos. Nunca había visto una mujer más bonita. No porque hubieran hecho el amor, sino porque sabía que era la mujer de su vida.
– Despierta, cariño.
Holly abrió los ojos, medio dormida.
– ¿Por qué te vas? ¿Pasa algo?
– No, todo está bien. Pero tengo que volver a casa. Mi padre estará a punto de levantarse y luego… Eric. Siempre soy yo quien despierta al niño.
– ¿Volverás cuando se haya ido al colegio?
– Te lo prometo -sonrió Alex-. Si me prometes no moverte de aquí hasta que vuelva.
– Te lo prometo.
Entonces la besó larga, profundamente.
– Volveré -dijo en voz baja.
Con desgana, abrió la puerta y recorrió el camino helado hasta la casa. La cocina estaba a oscuras y…
– Te has levantado muy temprano.
La voz de su padre lo sobresaltó. Jed siempre estaba vestido, como si durmiese con la ropa puesta, pero no se había afeitado.
– Buenos días, papá.
– O a lo mejor no te has ido a la cama todavía. ¿No llevas la misma ropa que anoche?
– ¿Te has convertido en un experto en moda? Nunca te habías fijado en mi ropa.
– Esa no es la ropa de trabajo -sonrió su padre-. Pero claro, hasta ahora nunca había habido una chica guapa en la casa de invitados… Quieres que se quede, ¿verdad?
Alex se pasó una mano por el pelo.
– Sí, creo que sí. Pero me da miedo pedírselo.
– ¿Por qué?
– Porque tengo miedo de que me rechace. O peor, que acepte y volver a estropearlo todo como hice con Renee.
– Hijo, tú no lo estropeaste con Renee. Hiciste todo lo que estuvo en tu mano para que ese matrimonio funcionase. ¿Cuántos hombres aceptarían que su mujer viviese en Nueva York la mitad del año? Ella no era para ti. Quizá ahora has encontrado a tu alma gemela.
– Yo pensé que Renee era la mujer de mi vida.
– No, tú pensabas que Renee era guapísima, elegante y sofisticada. Estabas embobado. Y Renee pensó que eras lo suficientemente rico como para financiar su carrera artística. Era una egoísta. Y si no se hubiera quedado embarazada dos meses después de casaros, seguramente no habríais durado ni un año.
– Eso solo prueba que no sé elegir a las mujeres. Hasta este momento, yo pensaba que Renee se había casado conmigo porque me quería. Gracias por abrirme los ojos, papá.
Jed sonrió, irónico.
– Para eso estamos.
Alex volvió a pasarse una mano por el pelo.
– ¿Cómo voy a saber si me equivoco o no? Solo conozco a Holly desde hace dos semanas. No sé nada de su familia, ni qué perfume usa, ni cuál es su color favorito.
– Pero hay muchas cosas que sí sabes.
– No sé si quiere vivir en una granja. Es una chica de Nueva York… sus amigos están allí, su trabajo, todo. ¿Qué va a hacer en Stony Creek?
– Tú sabes lo que hay en tu corazón, Alex. Eso es lo único importante.
– ¿Y qué hay en el corazón de Holly?
– Eso no lo sabrás hasta que le preguntes. Pero te digo una cosa, hijo, si dejas que se vaya sin decirle lo que sientes, siempre te preguntarás qué habría pasado -murmuró Jed, pasándose una mano por el mentón-. Espera un momento. Tengo algo que podría ayudarte.
Su padre salió de la cocina y Alex se sirvió una taza de café. Si tuviera un poco más de tiempo… un mes o dos. Entonces se libraría de las dudas. Todo parecía tan simple cuando la tenía en sus brazos…
Pero si no se arriesgaba, ¿cuál iba a ser su futuro? Una larga vida de soledad, una cama helada y un corazón vacío. Criar a un hijo sin su madre, no llenar nunca la casa con un montón de niños, como siempre había deseado…
Alex sonrió. Holly y él tendrían unos hijos preciosos. Quizá una niña de ojos verdes como los suyos. Y un hermanito como Eric. Si Holly se quedase, su vida significaría algo.
– Llevo algún tiempo queriendo darte esto -dijo Jed entonces, entrando de nuevo en la cocina con una bolsita de terciopelo negro-. Pero estaba esperando que llegase el momento adecuado.
Alex tomó la bolsita y de ella sacó un anillo de diamantes.
– Era de mamá.
– Era de tu abuela. Y antes, de la madre de esta. Tu mujer debería llevarlo, ¿no crees?
– Renee era mi…
– Ella no se lo merecía -lo interrumpió su padre-. Pero creo que ese anillo quedaría muy bien en el dedo de Holly.
– Casarme… ese es un paso demasiado grande. No estoy preparado, papá. No pienso pedirle a Holly que se case conmigo en solo dos semanas.
Pero miraba el anillo con ternura. Quedaría precioso en el dedo de Holly. Y a ella le encantaría. Le gustaban mucho las tradiciones y las cosas antiguas…
– Eres un Marrin. No debes esperar. Si ella es la mujer de tu vida, tienes que decírselo.
– Yo creo que esa tradición familiar debería terminar conmigo, papá. Tengo que pensar en Eric. ¿Y si las cosas no salen bien? Tú sabes lo que sufrió cuando Renee se marchó… no quiero volver a hacerle daño.