A Van no le iba la vida domestica. No estaba hecho para ella. No tenía muchas relaciones; no paraba en todo el día y le gustaba su trabajo, que por un lado le mantenía ocupado y por otro era una bendición para su talante solitario. Le satisfacía tener acceso a información confidencial y saber cosas que los demás desconocían. Y trabajaba bien, aunque a Eagleton no le mereciera mucha confianza. Eagleton era un hombre difícil.
Esta expedición en busca de neandertales era muy extraña. Sus conocimientos eran insuficientes, y no se sentía cómodo, pero tal vez era la oportunidad que estaba esperando; tal vez era su… ¿su que? Mi destino, pensó, aunque la palabra sea un poco cursi.
– ¿Te importa? -preguntó Matt señalando el asiento de al lado de Van.
Van gruño pero cerró la carpeta que estaba leyendo y miro las montañas que se veían desde la ventana.
Abajo había rocas desnudas y prístinos puentes de nieve.
– Probablemente es la tierra menos explorada del mundo entero -dijo Matt-. Obsérvala. Uno se pregunta si existen especies que puedan sobrevivir en ella.
– Ninguna especie, a menos que no sea humana, puede sobrevivir en ella.
Matt miro los picos y recordó la información sobre el Pamir que había leído la semana anterior en un diccionario geográfico: siete u ocho cordilleras inexploradas que pertenecían a Cachemira, Afganistán y las remotas republicas de Asia central de la antigua Unión Soviética. A lo largo de los siglos las habían llamado ‹‹el techó del mundo››, no por la altura de las montañas, aunque fueran en verdad muy altas, sino por los recónditos terrenos elevados formados por valles, llanuras y lagos. La primera persona que había utilizado el nombre ‹‹Pamir›› fue Hsuan Tsang, un monje budista chino que en el siglo VII atravesó Badajshan hasta llegar a Tashkurgan. Aunque fue Marco Polo quien mejor describió el Pamir: un formidable laberinto de montañas y glaciares, de moreras repletas de guijarros y valles recónditos que contenían depósitos de lapislázuli.
– Por otra parte -observó Matt-, si alguna especie ha podido sobrevivir, habrá permanecido oculta, apartada del mundo exterior durante años.
– Durante décadas y siglos. -Van volvió la cabeza bruscamente-. ¿Sabe?, había una aldea escondida en algún lugar impreciso que se llamaba Leztinecia.
Estaba totalmente incomunicada. Solo Dios sabe cuanto tiempo existió… setenta, cien años. No tenia ningún contacto con el mundo exterior. En I926 una expedición rusa la descubrió. Los aldeanos se habían vuelto bárbaros. Trataron a los científicos que llegaron allí como si fueran dioses y les entregaron todo cuanto poseían. Una noche se acostaron y ¿sabe que ocurrió?
– ¿Que? -preguntó Matt.
– A la mañana siguiente, cuando abrieron las puertas de las cabañas, hallaron dos niños muertos en la puerta. Los habían matado.
– ¿Por que?
– Intervino la aldea entera. No quedó claro de quien eran los niños. Aplicaron leyes cuya existencia no conocían. -Cloqueó-. Los sacrificios ofrecidos a los dioses son uno de los instintos mas antiguos de la historia humana.
– ¿Y la aldea?
– Lo de siempre. La enfermedad acabó con ella.
Algunos se fueron y estuvieron vagabundeando, otros se casaron con forasteros. El resto pereció. De todos modos, probablemente estaban predestinados a desaparecer. Tiene que admitir que cualquier cultura que sacrifica a sus hijos no tiene en cuenta el futuro. No puede perdurar.
Se quedaron callados.
– ¿Sabe?, he leído su obra -dijo Van de pronto de un modo forzado.
– ¿Ah si?
– Si. The New England Journal of Archaeology, The Fossil Review, todo. Incluso he leído Neanderthals: Killers or Kissing cousins.
No era frecuente que Matt hablara con personas que hubieran leído las revistas especializadas y las oscuras publicaciones en las que escribía sus artículos, y siempre se había avergonzado un poco del titulo de aquel libro, una concesión hecha a un editor que buscaba disparar el numero de ventas y que en ultima instancia quedó defraudado.
Advirtió que su interlocutor no le había hecho ningún comentario halagador sobre sus escritos.
Van le preguntó en que estaba trabajando en aquel momento y Matt le dijo que estaba estudiando la morfología de los órganos de fonación de los neandertales que intervienen en la pronunciación de las vocales, en especial la faringe.
– ¿Por que? -inquirió Van.
– Puede que fuera primitivo, y en ese caso podríamos deducir que su fonética era limitada. Probablemente no podía emitir ciertos sonidos: el de la ge, por ejemplo, o el de la ka.
El numero de vocales que podía pronunciar era muy pequeño.
– ¿Y que conclusiones se pueden sacar de todo esto?
– Es demasiado pronto para decirlo, pero la teoría se puede resumir en pocas palabras: el lenguaje es la esencia del pensamiento. Es a un tiempo la cuna y el limite de la inteligencia. El hombre de Neandertal poseía una capacidad lingüística muy limitada, por eso nunca desarrollo el pensamiento abstracto. A medida que las relaciones sociales adquirían mayor importancia para su supervivencia, fue derrotado. En actividades en las que la comunicación y la previsión de las situaciones futuras son esenciales, como la caza en grupo, fue incapaz de salir adelante. Se quedó tirado en la cuneta. – ¿Estaba predestinado a la extinción porque no tenia una epiglotis apropiada?-dijo Van despectivamente.
– Mas o menos -respondió Matt a la defensiva.
– Usted tiene problemas, profesor.
– ¿Que clase de problemas?
– Saca las cosas de quicio. Se engaña-explico Van. Para empezar, la comunicación es posible aun si la vocalización es muy limitada. Sabemos que en Nueva Guinea y en el Amazonas viven tribus sin ningún problema de subsistencia que solo tienen lenguajes basados en no mas de doce sonidos distintos.
– ¿Y para acabar?
– Para acabar, ¿por que tiene que haber una correlación entre pensamiento abstracto y multiplicidad de sonidos? O, lo que vendría a ser lo mismo, ¿por que tiene que depender la complejidad del lenguaje de la multiplicidad de sonidos? Intuimos que eso es así, pero podemos estar equivocados. Y, por supuesto, hay una tercera posibilidad, la mas interesante de todas.
– ¿Cual es?
– La comunicación mas allá de los sonidos. – ¿Te refieres a la percepción extrasensorial?
– Algo así, aunque a mi el termino no me gusta, porque presupone que la percepción que no se basa en los sentidos es algo extraordinario.
– ¿Y no es así? -preguntó Matt.
– Para mi evidentemente no lo es, de lo contrario no hubiera consagrado mi vida a estudiar el fenómeno.
– ¿Así que esta es tu especialidad?
– Si. Puede que yo no sea un brillante profesor de la Universidad de Chicago como usted, pero tengo un doctorado. Y no necesito que me den lecciones como si fuera un estudiante de primer curso.
– Lo siento. Yo no pretendía darte ninguna lección.
Matt estaba intrigado por lo que Van acababa de decir e intento sonsacarle información, pero Van se negó a hablar de sus ultimas investigaciones.
– No es algo que pueda publicarse.
Esto fue todo cuanto dijo.
Siguió un incomodo silencio. Van fue el primero en hablar. -Déjeme que le haga una pregunta.
– Adelante.
– ¿Por que nunca ha concebido la idea de que los neandertales pueden existir todavía?