– La posibilidad es tan remota que me parece absurdo.
– ¿Ah si? ¿Y como puede estar tan seguro?
Van dijo estas palabras casi con un gruñido. Que tipo tan extraño, pensó Matt Que torpe es. Para lo inteligente que era, tenia arranques irracionales.
Ahora era Van quien daba lecciones y le producía un gran placer. En la tierra había unos catorce millones de especies, dijo, de las cuales únicamente 1,7 millones -menos del quince por ciento-habían sido identificadas y clasificadas.
A cada momento surgían nuevas especies; en nuestro siglo, hasta los años veinte, cada década se descubría una medía de quinientas especies. En la actualidad el promedio era de cien especies, aproximadamente, por década.
– Y no estoy hablando de mamíferos insignificantes -explico-, sino de los mas importantes. El mono de la India de nariz chata, el chimpancé pigmeo africano. ¿Ha oído hablar del Meganuntiacus vuquangensis? Por supuesto que no. Es un ciervo grande. ¿Y del Pseudoryx nghetinhensis?
Es parecido al buey. Ambos fueron descubiertos en Laos… en I994. En 1995, una expedición francesa que estaba en el Tibet descubrió por casualidad una raza de caballo antigua de aproximadamente un metro y medio de altura. Parecía salida de una pintura rupestre.
Continuamente surgen nuevas especies. La carne se encuentra en un mercado regional; alguien ve colgada al pechó de un indígena una piel con extrañas franjas. En el siglo pasado nadie creía que existiera el gorila que vive en las montañas, aunque corrieran muchas historias sobre el, porque nadie lo había visto con sus propios ojos. Solo lo habían observado tres mil africanos.
Menciono el panda gigante de Szechwan occidental, que estuvieron persiguiendo durante setenta años antes de capturarlo.
– Siempre ocurre lo mismo. Al principio existen mitos y rumores, pero nadie los cree hasta que lo ve con sus propios ojos. De pronto aparece y luego ya nadie se acuerda de que no lo habíamos creído. Nos parece ridículo haberlo desechado. No es mas que una cuestión de soberbia.
Pensamos que somos los escogidos, los seres supremos del planeta. Creemos que la tierra nos pertenece, pero no sabemos nada de nada de ella.
– Imagine la superficie de la tierra, reste los océanos, los desiertos, las montañas y las regiones árticas. ¿Sabe que queda? Un veinte por ciento, aproximadamente. Habitamos una quinta parte del planeta y creemos que estamos en todas partes, y que no hay espacio para nadie mas. Ni siquiera podemos imaginar que tengamos competidores. Pero es tan ridículo pensar que somos los únicos homínidos que viven en el globo terráqueo como creer que la tierra es el único planeta del universo en el que hay vida.
Ahora era Matt quien se sentía un estudiante universitario de primer curso y no le gustaba nada.
– Espera un momento -protesto-. Puede que no vivamos en todas partes, pero es indiscutible que nos desplazamos a todas partes. Si tenemos competidores, ¿por que no nos hemos topado nunca con ellos?
– Por la misma razón que la mayoría de los norteamericanos no se han topado nunca con un indio.
– ¿Que quieres decir?
– Es una ley natural. Los vencedores expulsan a los vencidos y los convierten en seres invisibles. Los obligan a marcharse a las regiones mas inhóspitas: los desiertos en los que no hay vida, las tierras en las que solo crecen matorrales, el Ártico. Por la misma razón que los esquimales, probablemente usted los llama inuit, cada vez se desplazan mas hacia el norte.
– Pero si veremos a indígenas americanos y a inuit.
– Si, pero imagine que el grupo de los vencidos no es solamente de una tribu o de una raza distinta sino de una subespecie totalmente diferente, prácticamente exterminada. Piense en esta pobre minoría, patética y desposeída, reducida a un puñado de integrantes. Si estuvieran atemorizados, y Dios sabe que tendrían buenas razones para estarlo, ¿no harían todo lo posible para permanecer invisibles? ¿No se volverían y correrían a toda velocidad en cuanto vislumbraran a la especie dominante, el temido enemigo?
– Demos un paso mas. ¿Que ocurriría si esta minoría poseyera una capacidad especial para la adaptación? Que fuera, por ejemplo, como los neandertales, capaz de sobrevivir en climas en los que nosotros nos moriríamos de frió en cuestión de minutos. ¿No seria esta una causa que vendría a reducir las posibilidades de contacto… al menos de contacto a gran escala?
Matt escuchaba en silencio.
– Mire -prosiguió Van-. No se quien de los dos tiene razón, si usted o la doctora Arnot. Tal vez hubo un genocidio; o a lo mejor nosotros somos descendientes de los neandertales. En cualquiera de los dos casos, es fácil imaginar que algunos de ellos pueden seguir con vida, como aquellos soldados japoneses que sobrevivieron en la selva.
Si hubo una guerra y una especie de victoria apocalíptica, ¿que hubiese podido impedir que un reducido grupo huyera y se refugiara? Aun si han tenido que vivir en cuevas, sentados al calor del fuego, recordando los días negros de su derrota día tras día, generación tras generación.
– ¿Y que me dice de la posibilidad de que un grupo se hubiera resistido a la asimilación y simplemente se hubiera alejado? De este modo pudo conservar la pureza de la subespecie, dando la espalda a la evolución. Serian como ermitaños, una reliquia del pasado que viviría en lo alto de las montañas, un lugar en el que casi nadie pone los pies. De vez en cuando ven que alguno de nosotros se acerca, y entonces hacen correr la voz de que hay un intruso, se refugian mas arriba y su mundo se restringe todavía mas. Pero al menos nadie los descubre y pueden seguir viviendo seguros. ¿Sabe?, incluso hoy día se descubren nuevas tribus en el Amazonas y es un lugar al que la gente suele ir. Pero nadie sube a las cumbres del Pamir.
Matt vio que Susan se movía en su asiento, cinco filas mas adelante.
– Muy bien -dijo-. Admitamos que este vestigio del pasado existe, esta… especie paralela. ¿Como es que siempre nos ven a nosotros y nosotros no los vemos nunca a ellos? Me refiero a que si un hombre de Neandertal vaga por los caminos… en algún lugar de las montañas… Teniendo en cuenta las leyes mas simples de la probabilidad…
– ¡Venga, pro-fe-sor! -Van articuló su titulo con sarcasmo, como si fuera un insulto-. ¿Por que cree que vamos allí? ¿Que cree usted que contienen todas estas carpetas? -Cogió un puñado y abrió una-. La gente si los ha visto, solo que no los ha identificado.
Matt echó un vistazo y vio unas paginas impresas, descripciones subrayadas, fechas, mapas. Cogió una carpeta; había decenas de paginas que hablaban de nuevas historias. Leyo una al azar; pertenecia al The Hong Kong Record, de I948.
CHINOZCHIA, I2 de diciembre. El doctor Peter Armstrong y sus tres ayudantes han regresado de una excursión al interior y han traído noticias de un descubrimiento asombroso: han visto a un hombre salvaje de un metro ochenta, cubierto de pelo largo rojizo. El doctor Armstrong ha manifestado que se topo con la bestia en un sendero cerca de un huerto…
Paso las paginas deprisa. Había mas reseñas en varias lenguas: ingles, francés, alemán, chino.
– Este material no es nada nuevo, profesor. Hay noticias parecidas desde los comienzos de la historia. En los manuscritos medievales abundan las alusiones a extraños hombres salvajes que viven al margen de la civilización. ¿Domina la literatura romana? Lucrecio, en De Rerum Natura, los describió a la perfección: una raza primitiva, de constitución distinta; tenia ‹‹los huesos mas grandes y mas sólidos››. Relea a Plinio; habla de los blemios, que vivían en el desierto libio.
Llevaban una porra y tenían la cabeza hundida, como si no tuvieran cuello. Este es el aspecto que tendría un hombre de Neandertal si nos lo encontráramos por casualidad durante un paseo al atardecer.
– Si desea datos históricos, todos están aquí prosiguió Van-. Abundan los testimonios de personas de toda clase.
Hay centenares de ellos por doquier. Basta con prestar atención y leer las brevísimas noticias que aparecen de vez en cuando en la prensa. Los datos están ahí, basta con relacionarlos.