Escogió una carpeta y revolvió los papeles tan cerca de Matt que este sintió el aire en su cara.
– Me es indiferente el nombre que les de. Pies grandes; sasquatch en América; yeti en el Tibet; alma en Tarbagati; chuchunaa en Verjoiansk…
– Un momento -le interrumpio Matt-. No intentaras decirme que todos son hombres de Neandertal, ¿verdad? Ayer era difícil creer que se encuentran en Mongolia exterior, ¿y ahora esperas que crea en su presencia en el estado de Washington?
– Por supuesto que no. -Van cambio de tono, como si estuviera hablándole a un niño recalcitrante. Mire, no digo que todos sean hombres de Neandertal, ni mucho menos.
Lo que digo es que hay una notable similitud entre todos los seres que se han visto y las descripciones de primates de pelo largo que viven en las zonas altas y nevadas. Va mas allá de las leyes de la probabilidad o de la coincidencia. Casi en todos los países existen historias sobre criaturas extrañas que se cuentan al calor de la lumbre por la noche, y por alguna razón inexplicable estas criaturas casi siempre son iguales. ¿Que le dice esto?
– Quizá son solo leyendas.
– Quizá, no, es indudable que lo son. Esto es precisamente lo importante para mi. Venga, vamos, piense en los escritos de Taylor, de Rosenthaclass="underline" The Significance of Folklore. The Real of the Unreal and the Collective Psyche. Tanto usted como yo sabemos que las leyendas no nacen porque si, sino que tienen una función. Sirven para que las generaciones se comuniquen y para explicar lo incomprensible. Y estas son las leyendas universales, que se oyen en todos los rincones del mundo, con variaciones regionales, claro. Así pues, es probable que hayan incorporado hechos objetivos, que acontecieron en la realidad.
El origen de los mitos, el diluvio. ¿Por que esta presente el diluvio en tantísimas culturas? Porque es un hecho histórico. Ocurrió antes de que la historia se escribiese.
– En infinidad de lugares hay testimonios que aseguran haber visto estas criaturas. Esto significa que el mito esta vivo por doquier y que esta basado en un hecho real.
– Muy bien -dijo Matt-. Vamos a suponer que te lo concedo. Tal vez estas criaturas existieron de verdad en el pasado, quizás hace milenios, hace decenas de milenios… y se han mantenido vivas en nuestro subconsciente colectivo.
– Ah, ahí pasamos de la leyenda a la comprobación científica.
– De acuerdo, dame las pruebas.
Van sonrió satisfecho.
– En primer lugar existen huellas. No una, ni cinco ni una docena, sino muchísimas. Ciento setenta y una, para ser exactos. Y otras muchas mas, aunque no son verificables.
Abrió una carpeta y paso las hojas de lado, para que Matt pudiera verlas. Había fotografías, dibujos, mapas y diagramas; un libro cuyo único tema eran las huellas. La mayoría de ellas eran grandes y anchas, con un dedo gordo curiosamente alargado. Muchas de las pisadas tenían unas reglas de madera al lado. También había fotografías de las personas que las habían descubierto; sostenían gigantescos moldes blancos o señalaban el suelo. Casi todos eran hombres y mujeres de aspecto extraño; de rostros contraídos, vestían prendas desparejadas y lucían sonrisas triunfales y fanáticas.
Matt se detuvo en una pagina. Mostraba una pieza genuina: una huella de un hombre de Neandertal de una famosa cueva toscana. La comparo con las restantes: eran virtualmente idénticas. Había una pisada de un hombre moderno, tres cuartas partes mas pequeña.
– Hay muchas otras cosas. Por ejemplo mechones de pelo.
La mayoría de ellos son rojizos, al menos los que se han hallado en China. Muchas de las muestras se han encontrado en troncos de árboles a una altura de aproximadamente un metro y medio.
– Sin duda estarían rascándose la espalda-dijo Matt.
Lo dijo con ironía, pero Van no captó su tono.
– También hay excrementos.
– No hace falta que me enseñes las fotografías.
– Pero lo mas impresionante son los testimonios.
Ciento sesenta solo en el Caucaso entre I923 y I95I. La mayoría de las personas son campesinos analfabetos, por eso no se los toma en serio. Hay menos testimonios recientes, de hecho muy pocos. Es posible que estén empezando a desaparecer.
– Si hay tantas bestias de esas por el mundo, ¿como es que nunca han capturado ninguna? ¿Y por que nunca han encontrado ninguna muerta en ningún lado?
– Es gracioso que haga esta pregunta.
Van le entrego otra carpeta que contenía fotocopias de un libro de Myra Shackley, una estudiosa británica que describía múltiples encuentros, en varios de los cuales aquella bestia semejante al hombre había muerto de manera violenta.
Matt se quedó mirando a Van. Físicamente aquel hombre extraño de frente ancha y cuadrada, con el pelo rizado pegado a la cabeza y los ojos hundidos no era muy atractivo, pero tenia algo formidable.
– No intento hacer proselitismo -prosiguió Van-. Como he dicho, no me importa si me cree o no. Lo único que digo es que tendría que estar abierto a aceptarlo, porque si el argumento de mas peso en contra de la existencia de estos seres es que no hay pruebas, ya ha podido comprobar que es falso. Existen muchas pruebas.
– Si hay pruebas concluyentes, como dices, ¿como es que solo tu y cuatro chiflados mas habéis oído hablar del tema?
Van agarro fuerte el brazo del asiento.
– ¿De veras quiere saberlo? -preguntó al cabo de un momento.
– Naturalmente.
– Porque es un tema de mala reputación, de locos, porque va contracorriente. ¿Sabe lo malvada que puede ser la comunidad científica dominante, la gente como usted, cuando se ve amenazada? Es como toda burocracia que quiere mantener el statu quo a toda costa, solo que resulta todavía peor. Si sale a la luz una nueva teoría que contradice las ideas aceptadas, la aniquilan en cuanto es detectada por radar.
¡Dios no quiera que llegue a las masas!
– Si se trata solo de una ligera amenaza, se la ridiculiza. Las revistas especializadas intervienen, los estudiosos se burlan de ella, aparecen historias divertidas en la prensa. Pero si se trata de algo verdaderamente revolucionario, como en este caso, sacan todas las armas. Se arruinan carreras, se expulsa a las personas de la ciudad, la prensa no cuenta nada. Nadie quiere que lo tomen por tonto.
– Muy bien -dijo Matt-. Admito que hay una gran reticencia a aceptar lo nuevo. Esto es cierto en todos los campos. Pero si se acumulan las pruebas y si estas son convincentes, entonces la nueva teoría, o lo que sea, es escuchada.
– Permítame que le cuente una historia. En Igos, un explorador ruso llamado Badzare Baradiyan estaba al frente de una expedición por el desierto de Alaca.
Una noche, cuando la caravana se detuvo al atardecer, vieron una criatura peluda en una duna. La persiguieron pero se escapo. Sin embargo, todos la habían visto de cerca. Aquel acontecimiento levantó un gran revuelo cuando regresaron a la ciudad. Baradiyan escribió el informe oficial sobre la expedición, pero el presidente de la Sociedad Geográfica Imperial Rusa le obligo a omitir el incidente. ¡Nada menos que el presidente! Y lo hizo. ¿Por que? Estoy seguro de que si estuviera vivo en este momento, le daría a usted múltiples razones, aunque aquella visión fue con mucho el acontecimiento mas significativo de la expedición.
– Lo que conviene resaltar es como reacciono la comunidad científica dominante; y como reacciona siempre. Cuando no tiene explicaciones para algo, prefiere hacerlo desaparecer. Es una vieja historia, mas vieja que Galileo. La ciencia recurre a la tortura y cae en la superstición para defender su derecho a equivocarse.
– Y yo le digo que existen pruebas pero que se desestiman. -Van señaló el montón de carpetas-. Y por otro lado usted ha visto y ha tenido incluso en sus maños una prueba fehaciente: el cráneo.