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Al fin y al cabo, debe de llevar meses abandonado.

– No. Mira la colchoneta. Esta rajada. -La cogió-. Esto no parece obra de ningún animal; esto lo hicieron deliberadamente. Mira aquí… -Paso la mano por un agujero-. Da la impresión de que lo mordieron.

– Si alguna enorme criatura atacó la cabaña, ¿por que no la destrozo? -Susan toco un tronco que había en el techó e intento moverlo-. No se mueve. Yo diría que esta tan fuerte como el primer día. Y sin embargo lo podían haber destruido en un momento… si se lo hubieran propuesto de verdad.

Matt le dirigió una mirada inquisitiva. Sabia que ella se estaba agarrando a un clavo ardiendo.

– Vamos a inspeccionar el exterior.

Salieron fuera y se pusieron de pie. Que agradable resultaba estar al aire libre. El cobertizo era claustrofóbico y olía muy mal.

Empezaron por examinar el suelo. Aunque no lo dijeron, los dos se pusieron a buscar huellas de pisadas. Pero no había ninguna; la tierra era demasiado dura.

Van, que había estado echando un vistazo por los limites del campamento, se acercó a ellos.

– No lo comprendo -dijo mientras se arrodillaba para escudriñar el interior del cobertizo. Puso un dedo entre dos troncos que había en el techó-. Esto debió de estar recubierto con alquitranado o algo por el estilo que lo aislara de la lluvia. Pero no hay rastro de nada en ninguna parte.

Las pesquisas habían reanimado a Van. Ladeo la cabeza y los miro a los dos.

– Déjenme que les haga una pregunta, puesto que conocían a Kellicut mejor que yo.

– ¿Que?

– ¿Dirían ustedes que era temerario? Ya me entienden. ¿Dirían que era un poco arrogante?

– ¿Que quieres decir con eso? -preguntó Susan.

– Me refiero a si ustedes creen que pensaba que nunca podía ocurrirle nada malo. Ya conocen a este tipo de personas… gente que nunca hace testamento.

– Personalmente opino que el no era así.

– Venga, vamos, Susan-dijo Matt-. Ha dado en el clavo.

– ¿Adonde quiere ir a parar? -preguntó Susan, molesta por los aires de policía de Scotland Yard de Van.

– Muy sencillo: lo que quiere saber es por que no nos dejo ningún mensaje.

– A lo mejor si nos lo dejo y nosotros no hemos sabido encontrarlo. No puedo creer que se marchara por las buenas, sin dejar una nota.

– Quizá no sabia que iba a irse -aventuro Van.

Susan captó enseguida que había querido decir pero se hizo la tonta.

– ¿A que te refieres?

– Quién sabe si lo atacaron y lo mataron. O si se lo llevaron a rastras. O si le tendieron una emboscada. -Van señalo con un vago ademán las montañas rocosas que se alzaban por encima de ellos.

– No hay señales de que haya habido violencia -comento Susan-. Y sigo diciendo que seguro que dejo provisiones para las personas que iban a subir hasta aquí a buscarlo. No hay que olvidar que nos pidió que viniéramos.

– Quizá dejo una nota, o quizá no -dijo Van.

– Puede que la hayan destruido. O que se la llevara. O que se la llevara el viento -intervino Matt-. Puede haber ocurrido cualquier cosa.

– Tal vez la escondió -sugirió Susan-. Seria mas propio de el.

Van gruñó.

– Ahora que lo pienso -dijo Matt-, has dicho que nosotros lo conocíamos mejor que tu. No tenia ni idea de que tu lo conocieras.

– No, solo un poco. Nuestros caminos se cruzaron cuando trabajo para nosotros. Eso es todo.

Matt sabia que Van volvía a ocultarle la verdad y mentalmente tomo nota de que debía seguir interrogándolo en el momento oportuno.

Dividieron el terreno en cuatro sectores, como si se tratara de un pastel, y continuaron buscando huellas de pisadas y pistas metódicamente; empezaron por el centro hasta llegar a la periferia, pero el suelo pedregoso no les permitió hallar nada.

Matt se reunió con los demás en el lugar en el que había estado situada la hoguera del campamento, que ahora no era mas que un circulo de cenizas desparramadas y pastosas.

Van se arrodillo, cogió un trocito de carbón y lo rompió con el pulgar y el índice.

– Hace seis meses hacia todavía mas frió que ahora, de modo que debió de conservar el fuego encendido a toda costa. -Recogió un palo medio quemado-. Al parecer fue el quien lo apagó, así que, a menos que lloviera en aquel momento, lo cual es posible aunque improbable, fue el quien lo apago deliberadamente.

– Eso significa que seguramente fue lo ultimo que hizo aquí -agrego Susan-. Es como si hubiera decidido poner un poco de orden antes de irse. Por tanto, no parece que lo atacaran ni que tuviera que huir a la desbandada. Podemos concluir, pues, que todos estos desperfectos que hemos visto fueron producidos después de que el se marcho.

Matt hurgó en las cenizas, que estaban apelmazadas, formando grumos húmedos.

– Yo diría que lleva mucho apagado. Todo depende del tiempo que haya hecho, pero no creo que el fuego estuviera encendido durante los últimos dos o tres meses, o quizás mas.

– Si -observó Van-. No sabemos que le ocurrió, pero si que se marcho y que no regreso aquí.

– Probablemente se fue después de darle el paquete a Sharafidin.

– ¿Y que hacemos ahora? -preguntó Rudy.

– Lo buscaremos -respondió Susan.

– Me apuesto lo que quieran a que si lo encontramos a el, los encontraremos a ellos -dijo Van con una convicción tan impresionante que sorprendió a los demás.

A aquella altitud el sol se ponía mas tarde que en el valle, pero la luz del crepúsculo no calentaba. En cuanto las nubes bajas taparon el sol, empezó a soplar un aire frío y las vertientes mas altas quedaron envueltas por bancos de niebla, que se precipitaron sobre ellas como un alud fantasmagórico hasta cubrirlas por completo; la visibilidad era nula: mas allá del campamento era imposible ver nada.

Colocaron las provisiones de víveres en la plataforma que servía de despensa, encendieron un fuego y se envolvieron con los sacos de dormir mientras esperaban que la comida estuviera lista. Rudy les sirvió café a todos.

Van estaba un poco mejor, aunque se cansaba con facilidad y de vez en cuando le sangraba la nariz. Contemplaba absorto, con aire meditabundo, las chispas que saltaban en la niebla.

– El modo como una persona instala un campamento dice mucho de ella -observó-. Todavía mas que la casa. La casa existe antes de que alguien la habite, pero un campamento es algo que construye uno mismo, recurriendo a sus propios medios, en un lugar aislado. Lleva su firma.

– ¿Podrías poner un ejemplo? -preguntó Matt.

– Por ejemplo, miren la letrina. Dos troncos colocados encima de un agujero, nada mas. Es muy rudimentaria, ¿no les parece? Y la despensa es muy tosca. Yo diría que el profesor no es de esas personas que invierten tiempo en rodearse de comodidad.

– No vas desencaminado, a mi juicio -dijo Matt.

– Y el cobertizo no es nada del otro mundo. ¿Por que no se molesto en construir algo mas sólido? Aquí arriba hace un frío que pela, así que o bien no pensaba pasar mucho tiempo en este sitio o bien le importaba un rábano.

– Eso no admite discusión; yo diría que no le importaba nada-comento Matt.

– Y luego fíjense en donde esta situado. Si quería esconderse podía haber elegido una cueva; aquí arriba hay decenas de ellas. Sin embargo escogió el lugar mas visible de toda la zona. No es una elección muy inteligente.

Susan monto en cólera.

– A lo mejor lo que quería era precisamente que lo vieran.

– Puede -agrego Matt-. Quizá quería anunciar su presencia. Atraerlos hacia el.

– O tal vez se imagino que, hiciera lo que hiciera, ellos sabrían donde estaba-dijo Susan.

Van volvió la cabeza y le dirigió una mirada inquisitiva y extraña, como si intentara comprender algo.

– La persona que construyo este campamento no tenia ningún miedo, esto es innegable… y conociendo a Kellicut, yo diría que encaja perfectamente con su manera de ser -añadió Susan.